Como todos los días, ya estoy despierta antes del alba.
Me encuentro sosteniendome del dosel de mi cama con todas mis fuerzas para no caer mientras mi doncella realiza el proceso de colocarme aquel instrumento de tortura sofocante que siento que va a romperme las costillas y que la gente suele llamar corset.
El corset siempre me a resultado doloroso al ser puesto, pero a lo largo del día voy dejando de notarlo tanto. Es uno de eso males a los que termine acostumbrándome.
Tomo aire y me repito mentalmente lo mismo que cada mañana: «En fin todo sea por la belleza y por cumplir con el ridículo estándar de la corte ».
Supongo que con los años le e terminado prestando un poco de atención a la voz de la vanidad.
Me encamino al tocador pero recuerdo que he olvidado algo.
Siempre prefiero traerla conmigo,por si algo sucede y la requiero. A pesar de que es un día importante y que estará atestado de guardias, pero es mejor prevenir.
La prevención es una virtud indispensable en mi posición, así que camino a mi ropero y saco la hermosa daga larga de plata con incrustaciones de piedras aguamarinas qué me regaló Zamira el día que término de instruirme y regreso a Azim Raiham.
Subo un pie al baúl, levanta mi falda a la altura de la pierna y procedo a colocarla junto con la vaina de plata, asegurándome de fijar bien las correas de cuero negro en la pierna tal y como acostumbran las guerreras azim.
Ya con la daga fija al lado externo de mi pierna bajo la falda y me aseguro de que no se note a través de la tela ni que me incomode al caminar.
Cuando considero que todo esta bien me encamino al tocador donde mi nana me espera.
Nadie sospecha que una elegante y delicada dama porta siempre una daga de 30 centímetros bajo las enaguas. Y es ahí donde radica mi fuerza, en el elemento sorpresa.
Esa fue la idea del rey Carlos el día que me nombro dama de Liliana. Educarme junto a ella para pulir mis modales y comportamiento, transformándome aparentemente en una dama de compañía fina y delicada, al mismo tiempo que por las noches y antes del alba era entrenado mi cuerpo y mi mente por una guerrera Azim para ser secretamente lo que ellas son en público: letales guardaespaldas de la reina.
No era la vida que soñé, odio que me den ordenes, siempre quise ser libre como el viento, sin nada que me detuviera jamas, sin embargo, no me puedo quejar, gozo de mas libertades y privilegios gracias a mi cargo que ninguna otra mujer en el reino.
Me siento en el tocador frente al espejo y dejo que Eleonor realice con mi enmarañado cabello lo que se le antoje, se supone que debo dormir con una trenza pero nunca lo hago.
Para mi suerte me realiza un fresco y sencillo trenzado que esconde mi larga cabellera dentro de la nuca, al finalizar me coloca una gargantilla simple de listón verde del que cuelga una rosa de oro y se miro en el espejo satisfecha con el sencillo arreglo.
No soy muy afecta a lo ostentoso y exagerado.
Me miro en el espejo e inspecciono mi rostro delicadamente empolvado con polvos de arroz, y recuerdo que antaño tambien se encontraba empolvado pero con tierra.
Comparo el recuerdo de mi infantil reflejo con el que me devuelve la mirada y esto me provoca algo de añoranza por los tiempos en los que todo era un poco mas sencillo.
En estos 8 años he cambiado mucho; me converti en una alta y esbelta dama,no demasiado voluptuosa al frente como Lili, pero aun así poseo un esbelto y lindo cuerpo que luce bien con estos sencillos vestido de talle alto, mi rostro no a cambiado mucho pero si se hizo mas largo y fino, mis labios humectados con manteca de cacao lucen mas gruesos y rojos que cuando llegué al palacio y mis ojos delineados con esta negra pintura mineral que me obsequio Zamira junto con una de sus esporádicas cartas, se ven de un café mas claro y brillante.
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LA DAMA Y LA ESPADA
Teen FictionUna dama es cortes, hermosa, refinada, elegante, callada, sumisa, delicada y complaciente. Un caballero es gallardo, varonil, galante, imponente, audaz, fuerte y protector. Ambos son criados desde la mas tierna infancia para encajar en tal rol y des...