Volaron todo el día hasta llegar a la zona devastada de Noruega. Los destrozos sufridos por aquellas pequeñas ciudades habían sido importantes. Aterrizaron en unas montañas para contemplar la desolación del lugar.
- ¿Te parece si acampamos aquí Draco?. El sol se pone y no llegaremos mucho más adelante.
- De acuerdo. ¿Qué es lo que buscas, pequeña?. Me guías en una dirección pero no como si supieses dónde ir.
- Sinceramente... no lo sé - dijo ella mientras amontonaba piedras para que el dragón las calentase con su aliento. - Esperaba que el original apareciese y me diese alguna pista de dónde buscar. Pensé que en los hielos eternos habría más posibilidad de que algún monje se hubiese quedado rezagado. Mañana podremos llegar hasta Svalbard, una isla al norte del país, fue por ahí por donde surgieron los monjes.
- Bien, entonces descansemos hoy - dijo él, en un momento volvió a convertirse en dragón y lanzó una llamarada de fuego contra las piedras y el círculo que quedaba dentro para calentarlo, el calor duraría hasta la mañana siguiente. - ¿Tienes hambre?
- No... estoy preocupada. Los humanos son torpes pero sus armas son temibles... ¿Y si sueltan una bomba nuclear?, el daño al planeta sería importante.
- Deja que el Rey haga su trabajo y concéntrate tú en el tuyo, pequeña. - la chica suspiró y extendió las mantas sobre el suelo caliente, se tumbó en ellas con gusto mientras veía que el dragón sacaba la comida de la mochila.
Dormían uno junto al otro, esa noche no había que hacer guardia, estaban demasiado lejos y la conexión del jinete les avisaría si algún monje se acercaba. La noche era oscura, sin estrellas, seguían estando calientes gracias a las piedras pero Senda se despertó inquieta. Miró a su alrededor sin ver nada y se deslizó hasta el exterior del hueco donde habían acampado, tenía una sensación extraña, no sabría como catalogarla pero normalmente solo significaba una cosa... problemas.
Se sentó en el frío de la noche arrebujada en la manta mientras intentaba captar algún sonido, nada perturbaba la oscura noche, entonces... ¿qué era lo que la había despertado?.
- ¡Eh! Pequeña, ¿va todo bien? - oyó decir a Draco desde el interior.
- Sí, voy ahora - se levantó y volvió hacia donde yacía el dragón, se tumbó y sintió sus brazos que la rodeaban para darle calor. Poco a poco se fue quedando dormida nuevamente.
Sintió que alguien la llamaba y vio al dragón en pie.
- Vamos, debemos partir, el amanecer llegará pronto, aprovechemos las horas de luz que podamos.
- Voy... ¿queda algo para desayunar? - preguntó la joven frotándose los ojos.
- Tienes galletas, pero cómetelas antes de subirte encima de mí, como me eches una sola miga encima de mis crines....
- Ya... ya... te limpiaré las escamas una a una - terminó la joven. - Deberías empezar a amenazarme con otra cosa, Draco, empieza a dejar de surtir efecto. - Dijo hastiada, pero vio que el viejo dragón se acercaba a ella con mirada amenazante y subió los brazos a modo de rendición - vale, vale... no he dicho nada, ¡no he dicho nada! - el dragón se volvió y continuó recogiendo, Senda se acordó que la última vez que había retado a su dragón... había acabado tirada en un charco de barro... ¡dragones!
Volaron hasta Svalbard, una isla al norte de Noruega donde los hielos son eternos. Había estado escasamente poblada pero no creía que quedase un alma viva después de pasar los monjes por allí. Sobrevolaron la isla en silencio, viendo la destrucción de todo lo que alguna vez había sido humano, un gran cráter en una planicie les llamó la atención y aterrizaron. El dragón se transformó en semihumano para estar en guardia, la joven se agachó en el borde del cráter.
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Trilogía Jinete de Dragón: Jinete de Dragón (II)
FantasíaLa guerra continúa... Senda ya no es un aprendiz, ahora se ha convertido en un poderoso Jinete de Dragón. Pero la supervivencia del planeta depende de las alianzas forjadas entre el mundo humano y el mundo de los dragones. Nuevos aliados surgen, al...