Capítulo 8

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Volar con Arco era la absoluta felicidad... me encantaba volar, con Draco era sencillo, fácil, innato pero con Arco... con él era especial, era como si fuese yo la que volase, como si no existiese nada entre el viento y yo... En esos momentos era cuando me daba cuenta de que Arco era todo para mí, yo empezaba y acababa en él... Suspiré de felicidad y vi que el dragón volteaba la cabeza para mirarme con su inmenso ojo azul, le sonreí y él me devolvió una sonrisa llena de dientes de dragón.

Llegamos al mediodía al bosque donde los druidas guardaban el árbol en el que se depositó el vellocino de oro. Quirón me lo había regalado como ofrenda y con él había pasado la última prueba antes de convertirme en jinete. El vellocino era realmente un trozo de piel de uno de los originales, al cabo de los meses se lo devolví con mi agradecimiento para que reposase en el lugar que le correspondía, además, me daba asco solo contemplarlo. Accedimos a la gran pradera a través de los túneles y pronto llegamos para ver Quirón y su corte de druidas, antes eran enemigos mortales de los dragones ahora éramos grandes aliados en nuestra lucha contra los monjes.

- ¡Bienvenidos!, ¡bienvenidos! - Quirón apareció ante nosotros con su cuerpo de caballo y su torso humano. Sus druidas con sus túnicas y sus tatuajes rúnicos le seguían.

- Bienhallado Quirón, Señor de los Druidas - saludó el Rey, se tendieron los brazos y se abrazaron efusivamente, en su forma semihumana Arco era igual de imponente que Quirón, dos grandes titanes.

- Bienvenido Rey Dragón de nuevo a mis dominios. Estáis tan hermosa como siempre, Jinete Real. - dijo mirándome con aprobación.

- Es un placer volver a verte Quirón - le dije con una sonrisa.

- El placer es todo mío, jinete. Pero venid, ¡venid!, no todos los días tenemos la visita de los Reyes Dragón.

Estuvimos hablando sobre nimiedades un rato más mientras paseamos por la gran pradera. Volvimos a ver a aquellos enormes toros que soltaban fuego por la boca y el peligroso dragón chino, último en su especie. Después nos acomodaron en la cabaña que utilizaríamos para pasar la noche. Quirón nos invitó a cenar y a hablar sobre lo que nos preocupaba.

La cena fue alegre y divertida, los druidas, una vez que no nos intentan matar, son agradables y saben organizar veladas excelentes. Compuesta de grandes manjares la mesa, y amenizada la velada con las actuaciones de los mismos druidas la noche fue pasando entre risas y juegos. Finalmente nos retiramos con Quirón a un lugar apartado en el bosque. El Rey y el centauro se quedaron de pie y yo me senté en un tronco para escucharles.

- ¿Qué necesitáis de mí Rey Dragón? - preguntó Quirón serio.

- No me andaré por las ramas, queremos que nos ayudes a entrar en los Sundarbans.

- ¿Los manglares? - el Rey asintió - Pero están llenos de monjes y los Thugs los veneran como a dioses... es una locura....

- Por eso te pido ayuda, druida - le insistió.

- ¿Puedo preguntaros qué es lo que buscáis allí? - miré nerviosa a Arco ante la pregunta de Quirón.

- Lamento no poder responder a tu pregunta por el momento, amigo mío - contestó el Rey - Solo te pido confianza en nosotros. Todo lo que hacemos es para librar al mundo de la lacra que son los monjes.

- Eso no lo pongo en duda Rey Dragón, pero veo a tu mujer nerviosa a tu lado, incluso puedo oler desde aquí su miedo. Quizá eso sea lo que no me guste de todo cuanto me pides Rey Dragón, que ella tenga miedo.... - le miré extrañada, ¿qué importaba que yo sintiese miedo?

Trilogía Jinete de Dragón: Jinete de Dragón (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora