Capítulo 13

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Al día siguiente nos tocó volver a la explanada a trabajar, ya no fregábamos la explanada sino que recogíamos y dábamos las armas a los jinetes que con sus dragones iban y venían de sus misiones. Cada casa armaba a sus propios jinetes y Caram y yo hicimos equipo para intentar competir con el resto de los aprendices de nuestra casa. Fue un ejercicio divertido, mi experiencia como jinete me hacía rápida a la hora de armar y desarmar a los nuestros, siempre estaba en el sitio indicado y en el momento justo, Caram se sorprendía de que siempre supiese qué hacer...

- ¿Cuántos llevamos? - le pregunté a Caram riéndome a carcajada limpia.

- Doce, dos más que esos - dijo señalándome a otros aprendices Morlans. Aterrizó otro dragón y corrimos a ayudarle.

- Permitidme jinete - le dije intentando quitarle la funda de la espada de su espalda.

- No sé que me ha pasado, ¡se ha enredado! - me dijo enfadado el jinete.

- Ya veo... no os preocupéis, os lo arreglaré en un momento, las correas están desengrasadas y se han quedado pilladas -saqué un poco de grasa de un bote que nos habían dado y deshice las correas en un segundo.

- ¡Vaya! Sí que eres hábil aprendiz - me sonrió el jinete, le devolví la sonrisa mientras le cogía la espada. Se fue hablando con su dragón mientras yo me quedaba recogiendo las cosas.

- ¿Cómo sabías eso? - me preguntó Caram extrañado.

- ¿El qué?

- ¡Lo de las correas! A mí no se me hubiese ocurrido.

- ¡Ah! eso... pues... cuando viajaba con mi preceptor a menudo hacía este tipo de trabajos para los aldeanos que portaban armas, me ganaba unas monedas así... - miré al suelo y recogí un guantelete. Caram asintió y se quedó más tranquilo... yo miré para otra parte, odiaba mentirle.

Vi a Draco descender con su jinete, este descendió por el ala del dragón y vi a Draco transformarse en humano mientras su jinete se quejaba por tener que tener aprendices a su alrededor.

- Draco, ¡aprendices! Son insoportables... ¿no pueden venir los criados cómo siempre? - Los Morlans nos quedamos mirando el espectáculo que estaba formando mientras los aprendices Calem se miraban avergonzados por ese jinete.

- Fil, están aprendiendo, ten un poco de paciencia, tú también fuiste aprendiz... - dijo con voz cansada.

Su jinete siguió quejándose y al final fue Draco el que le desarmó, al ver la situación sentí mi furia recorrer mi cuerpo, apreté los puños para intentan contenerla... ¡ese maldito bastardo! ¡¡Utilizar así a mi dragón!!!. Draco se dio la vuelta de pronto para mirarme sorprendido por un segundo antes de que cayese una sombra encima de mí... El Rey me puso la mano en el hombro y me susurró al oído.

- ¡Contente Jinete!, ¡no es el momento! - me desembaracé con furia de su mano y salí de la explanada corriendo.

¡Iba a explotar! ¡Todo mi cuerpo iba a explotar por la ira que me embargaba!!!. Me dirigí hacia la arena donde los dragones y jinetes entrenaban, era mucho más grande que la de la escuela y allí era donde se hacían las pruebas y las competiciones. Como predije estaba sola, no había nadie. Comprobé que no hubiese nadie cerca, y me puse en medio de la arena... dejé fluir mi esencia liberándola y golpeé con ella como con un mazo el suelo una y otra vez con violencia... La arena salía despedida a todas partes mientras que creaba un cráter capaz de albergar a cinco dragones adultos... Estuve un buen rato golpeando hasta que caí de rodillas agotada... aún así no podía replegar mi esencia dentro de mí, estaba tan enfadada, tan humillada, tan indignada por el bochornoso espectáculo que había visto... No había lágrimas, solo furia dentro de mí, me levanté e introduje mi esencia en mi cuerpo, seguía con los puños apretados pero podía contenerme.

Trilogía Jinete de Dragón: Jinete de Dragón (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora