Trilogía Jinete de Dragón: Jinete de Dragón (II)

Capítulo 9

Los siguientes días intenté pasar lo más desapercibida posible. Estar con los Morlans era un lujo, echaba muchísimo de menos a mis amigos, aquellos que se habían convertido en mis segundos pero... aquellos Morlans... su amistad, su cariño, la familia... nunca había sentido nada como aquello. Caram era un chico increíble, me recordaba mucho a Tarnan, igual de guapo pero increíblemente bueno y leal. No me extrañaba que todas las chicas estuviesen enamoradas de él, tenía todas las cualidades para ser un gran jinete el día de mañana y como sucesor de su padre sería un magnífico Señor de Morlan. Ainara estaba profundamente enamorada de él, aunque a él le interesaba más la formación que cualquier chica, por lo que la pobre sufría por sus desplantes y por desinterés. Taram, el padre de Caram, era también un gran hombre, muy distinto de Atham, eran igual de orgullosos, igual de guerreros y amaban igual a su Casa pero Taram era un hombre gentil, justo y bondadoso con todos, mientras que la mayor característica de Atham siempre había sido su arrogancia.

Solía pasarme al menos una vez por la gran explanada, era el único sitio donde a lo lejos podía ver a Draco, ver a mi dragón montado por aquel jinete hacía que mis celos se disparasen... Draco siempre había hablado con cariño de su jinete, pero por favor...., maldito enclenque que era.... Con su piel pálida y su cuerpo escuchimizado, Fil, hijo de Calem era la definición exacta de un enclenque.

Pude conocer también a los dos hijos de Draco, magníficos dragones a su vez que rara vez estaban en el castillo pues siempre hacían misiones en el mundo de los humanos, me enteré que hacía años se había quedado viudo. La familia era muy importante para él podía verlo... y mis celos hacían que me consumiese cada vez que le veía.

Me había apartado en dos ocasiones del Rey, su mirada parecía encontrar la mía entre la multitud y me incomodaba... si debía seguir manteniendo mi tapadera era al último al que debía acercarme. El Rey era increíblemente parecido al Rey que sería Arco, siempre en su papel, nunca descansaba, nunca cometía errores... como Arco. Dala, la Reina, era también maravillosa como Jinete Real, creo que nunca había tenido la postura de ella, me hacía sentir pequeña e insignificante, ella era toda una Reina, tampoco perdía jamás su papel, siempre sabía qué hacer... Quizá no fuese tan buena guerrera como yo pero me superaba ampliamente en todo lo demás. Hacía parecer que ser Reina era sencillo, yo sabía todo el trabajo que había detrás de ello y ella lo manejaba como si fuese lo más fácil del mundo. Lo que más me sorprendía era que parecía orgullosa de ser quien era, de ser Reina, a mi el boato de la corte me hacía sentir incómoda, como si no estuviese en mi sitio... para mí mi sitio era el cielo, volando, luchando... pero reinar... ¡buf! Dala era una magnífica reina, atendía cualquier compromiso en el momento, no había tiempo que no utilizase en ser reina... Me gustaba observarla mientras me la cruzaba por los pasillos, su presencia regia imponía.

- Van a hacer una prueba que nunca han hecho - dijo Caram a toda la mesa a la hora de la comida. Me volví hacia él para escucharle.

- ¿Una nueva prueba? - le preguntaron, él asintió y continuó hablando.

- Una prueba para saber qué casa es la mejor - explicó. - La primera prueba será una lucha cuerpo a cuerpo entre todos los aprendices de cada casa. Lucharemos contra los otros aprendices, aquellos que consigan mantener a dos aprendices en la arena, ganarán.

- ¿Y después? - preguntó otro.

- Los dos aprendices que queden lucharan contra los cachorros de dragón de otras casas ayudados por los animales de cada familia.

- Caram, eso suena a masacre... - dijo uno de sus amigos.

- Espera, hay más. La última prueba consistirá en una lucha individual, un cachorro contra un aprendiz. Y podrá utilizar la esencia y las armas.