Capítulo 32

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Alrededor de la gran mesa estábamos todos los aliados contra la guerra de los monjes, los dragones estábamos sentados en un lugar preferente al ser los líderes de la ofensiva mundial, los humanos, los monos, los druidas, los enanos, las salamandras, las lagartijas, los varanos y por último los monjes que se habían unido a nuestra causa. Había sido difícil acomodarlos a todos pues los varanos y las lagartijas no podían transformarse como los dragones o las salamandras pero estábamos todos juntos, la representación de las distintas razas de la tierra. Había otras especies que estaban representadas por nosotros, otros hijos de los originales o los animales de las casas de los dragones, en mayor o menor medida, todos estábamos representados.

La estrategia era sencilla, yo fecundaría los huevos y luego iríamos a buscar al original, éste sometería a los monjes y la guerra acabaría. Cómo consiguiésemos realizar ese plan tan descabellado era el problema que teníamos entre manos...

- ¿Qué pasará cuando liberemos al original? - preguntó un humano.

- Yo voto por seguir como hasta ahora, no despertar los huevos - dijo otro de los humanos.

- Nuestras posibilidades de ganar la guerra cada vez son más exiguas - dijo un consejero dragón.

- Vayamos paso a paso, despertemos los huevos, si nacen como los monjes contra los que luchamos los matamos y podremos pensar en otro plan. - dijo un druida. Los chasquidos de los varanos resonaron en toda la sala y todos me miraron para que tradujese.

- Los varanos opinan que no debemos jugar con los huevos, ellos no están de acuerdo en despertarlos. - dije.

Seguimos discutiendo durante horas, finalmente llegó el momento que todos habían esperado.

- Mi reina nos enseñará su nueva esencia, aquella que el original quiere para fecundar los huevos. Querida mía, por favor, enséñanos aquello por lo que tanto has luchado.

Me puse en pie y tras hacerle una reverencia al rey caminé hacia el centro de la sala, respiré varias veces y dejé salir mi esencia transmutada en esencia plateada, surgía como un manantial de agua fresca y me maravillé la facilidad con la que fluía. Todos se quedaron mirando la belleza de mi nueva esencia.

- Es plata líquida - dijo uno de los enanos.

- Jamás vi a un jinete de dragón hacer eso - dijo una de las salamandras.

- Es el legado de Quirón - añadió un druida orgulloso.

Volví a introducir mi esencia en mi interior y tras hacer el saludo protocolario a los míos volví al lado del rey.

- Votemos - dijo el rey levantándose - aquellos que estén a favor de fecundar los huevos que levanten la mano. - Más de la mitad de la sala levantó la mano y sentí una presión en mi pecho, por un momento hubiese deseado que rechazasen esa opción. - Todos hemos hablado y hemos tomado una decisión. Iremos a las Tierras Yermas, el lugar donde los huevos son velados y el jinete real los fecundará.

- La decisión ha sido tomada... - susurré para mí.

Volábamos en formación en dirección a las Tierras Yermas, allí, en el corazón del sombrío paraje se erguía el monasterio en el mismo lugar de aquel que hace tiempo habíamos destruido. No había vuelto allí desde que los dragones me habían rescatado cuando las salamandras y los monjes me habían tomado prisionera y el lugar no me traía buenos recuerdos.

- 'Respira con calma, pequeña. Estaremos contigo pase lo que pase' - dijo Draco en mi mente.

- El problema es que no sabemos qué va a pasar, Draco.... - dije más para mí que para el dragón.

Trilogía Jinete de Dragón: Jinete de Dragón (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora