Capítulo 35

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La rabia ciega me consumía... no podía dormir y simplemente estaba sentada en una silla mirando cómo dormía el rey. Me había dado cuenta que mi furia evitaba que aquellos seres pudiesen conectarse conmigo y la había dejado salir, mis tentáculos siseaban a mi alrededor o reptaban por las paredes del barracón mientras el rey descansaba. Lo que había ocurrido en la cena me había dejado mal sabor de boca. Irifael quiso matar a Príus, solo se había salvado porque mi miedo a perderlo fue más fuerte que el miedo que me inspiran esos seres... Ahora solo estaba equiparado al odio que sentía hacia ellos. El amanecer llegaría pronto y salí del barracón para empezar a preparar el día, suponía que Draco se acercaría pronto por lo que me volví al sentir el aire moverme en mis espaldas.

- ¿Podemos hablar? - Yibrael había aterrizado a unos pasos de distancia.

- Puedo destriparte - le dije sacando mi hoz de oro a modo de arma.

- Solo quiero hablar, jinete - me tranquilizó que no me llamase 'madre' pero no podía confiarme.

- Creí que mi postura había quedado clara - le dije.

- Lamento la conducta de Irifael.

- Y yo lamento vuestro nacimiento - vi con placer como su perfecta frente se arrugaba momentáneamente - ¿Qué quieres, emplumado?

- Una tregua.

- Ni en sueños... Irifael trató de matar a mi segundo. Qué os den.

- Irifael actuó mal, pero para él es doloroso no estar a tu lado. Deberías saberlo, tus dragones sienten como nosotros.

- No metas a los dragones en esto, pajarito. Ellos tienen el derecho de estar junto a mí, soy su jinete, su mente, igual que ellos son mi cuerpo. Vosotros solo habéis robado una parte de mí. - volvió a arrugar su frente y entrecerré los ojos apretando fuertemente la hoz.

- Dentro de poco lucharemos juntos, nos gustaría pactar una tregua contigo. No sentirnos intrusos cuando estamos cerca de ti. - sentía dentro de él que decía la verdad y ¡maldita sea! No me gustaba en absoluto.

- Mantén a tus hermanos matones lejos de mi gente y de mí y todo irá bien.

- No podemos estar separados de ti, lo sabes. Moriremos sin tu presencia.

- Qué pena... - dije con sorna. Él negó con la cabeza.

- No merecemos que nos trates así.

- Lo que no merecéis es la vida, emplumado. Nunca deberíais haber nacido. No sé lo que se propone el original pero lo averiguaré. Hicimos un pacto, eso es lo que sois, el resultado de un pacto, vuestro futuro y vuestro destino no me conciernen, con un poco de suerte moriréis en la próxima batalla y toda esta pesadilla habrá acabado.

- Tus palabras hacen más daño de lo que imaginas.

- Tu presencia sí que me hace daño. Manteneos alejados de mí, he cumplido mi palabra, os di la vida, eso es todo lo que os debo. - dio un paso hacia mí y yo di otro paso hacia atrás.

- Estamos dentro de ti, nuestra conexión es igual de fuerte que la de tus dragones. ¿Por qué nos niegas?

- Lloriquea lo que quieras pero recuerda, manteneos alejados de mí y de los míos. No dudaré en mataros si les hacéis daño. - Me miró furioso por el resultado de la conversación y salió volando, miré la hoz y me di cuenta que seguía apretándola con fuerza. - Bien Original, ¿no vas a decirme nada? - mi mente permaneció en silencio y suspiré de miedo.

Trilogía Jinete de Dragón: Jinete de Dragón (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora