Capítulo 11

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-Pensé que quizás podrías venir a mi casa y así cenaríamos con mi padre.- Me dijo Martín mientras me sacaba el delantal y lo dejaba sobre el mostrador.

-Estoy cansada, quizás mañana o no lo sé.- Dije mientras salíamos del parador. Martín me abrió la puerta de su camioneta para que pudiera subir.

Encendió el vehículo y emprendimos viaje. -Algo te inquieta- Dijo sin sacar la vista del camino, me observó y negué con la cabeza. -Puedo notarlo, desde que Tomás se fue estas un poco distante y algo extraña.- Me encogí de hombros, sentía un nudo en la garganta pero no estaba segura por qué razón. -Acaso...- Hizo una pausa y continuó. -Acaso, ¿queres volver?-

-¿Volver?- Hablé por primera vez en largo rato. -¿Te referís a volver con Tomás?- Lo miré y asintió con la cabeza. -Por supuesto que no, sería lo último que haría en mi vida-

-¿Entonce?- Me observaba ahora él y negué con la cabeza. Finalmente se dio por vencido y resopló.

 -Martín,- llamé su atención mientras estacionaba mi casa. -¿qué somos?-

-¿Cómo?- reacciono como si estuviera hablando en otro idioma. -¿A qué te referís?- agregó.

-Somos... Amigos, conocidos, novios. A eso me refiero.-

-¿Y a qué viene esa pregunta?- Sonrió como si hubiera contado un chiste. Me observó un segundo y notó mi seriedad. -Es decir, no comprendo si es una duda o una propuesta-

Lo medité unos segundos. Había cambiado en este tiempo, algo estaba distinto en mi. Desaparecieron todos mis prejuicios y mi mente cerrada se había abierto a un nuevo mundo donde los hombres no deben ser príncipes, ni las mujeres princesas que deben ser rescatadas. Veía la vida como una adulta finalmente y no como una niña, de aquella niña que alguna vez se había enamorado de Tomás. -Es una propuesta-

-Ajam- Se froto la barbilla. -¿Qué me estas proponiendo exactamente?-

Sonreí como idiota, baje la mirada y volví a él. -Martín, ¿queres ser mi novio?-

-Nunca, jamás en mi vida una chica tan linda...- comenzó a decir mientras me acariciaba el rostro. -me había pedido que sea su novio- Lo pensó un momento, aunque era para ponerme aún mas nerviosa de lo que ya estaba. -Por supuesto- Sonreí, sacó sus manos de mi rostro, nos sostuvimos las miradas un largo rato. Me quité el cinturón de seguridad y me abalancé sobre él para besarlo profundamente.

Me alejé y sonreí aún más. -Quizás pueda conocer a tu padre esta noche y me invito a quedarme a dormir en tu casas, por supuesto- Bromeé.

-Me encanta la idea- Me dio un beso rápido.

Baje de la camioneta y fui por mis cosas para pasar la noche en lo de Martín por primera vez. 

Una vez que llegamos a su casa, Martín me invitó a entrar. La casa era preciosa tenía un toque hogareño y acogedor, las paredes eran de un color verde pastel combinado con madera, había una chimenea, en el techo pintado de verde estaban girando los ventiladores. Seguí a Martín hacia la cocina donde su padre estaba cocinando, el olor era delicioso. Un hombre de cabello algo canoso y alto nos esperaba con una gran sonrisa que hacía notar las arrugas que tenía debajo de sus ojos. Tendría unos 50 años de edad, pero podría aparentar apenas unos menos. 

Mi intención fue saludarlo extendiendo la mano, aún no comprendo por qué razón supongo que eran los nervios. Él se rió y me tomó la mano para acercarme a él y abrazarme como si fuera algún familiar que no ve hace mucho tiempo. -Papá, ella es Ana- Me presentó una vez que aquel hombre me soltó. -Ana, el es mi papá Sergio-

-Un gusto- Sonreí algo nerviosa.

-El gusto es absolutamente mío, te lo puedo asegurar- Suspiró. Sergio echó un vistazo a la comida que estaba en el horno -Espero que te guste la lasaña porque es mi especialidad- 

-Por supuesto- Dije

Martín me llevó hacia el comedor para ayudarlo a poner la mesa. -Se que estas cansada de acomodar platos- Dijo a modo de broma para ablandarme un poco. Estaba sumamente tensa. -Hey,- Dijo acercándose hacia mí, colocó un cabello detrás de mi oreja y una mano suya en mi cintura. -no pasa nada, nadie muerde en esta casa. Mi padre ya sabe sobre vos, yo le hablé mucho de nosotros y él creo que ya te quiere.- 

Cuando íbamos a besarnos su padre entró al cuarto de la casa donde nosotros nos encontrábamos. Rápidamente me alejé de Martín y me dirigí hacia una de las silla para comenzar con la cena. Pude oír la risa casi silenciosa de mi novio a mis espaldas, ¿estaba actuando como una ridícula? Sergio se dispuso a servir la lasaña, la probé y estaba exquisita. -¿Te gustó?- Preguntó cuando me limpiaba la boca con una servilleta de papel. 

-Por supuesto, esta riquísima- Por primera vez me relaje, quizás la comida tenía alguna magia o algo por el estilo. -Nunca aprendí a cocinar pastas, mi abuela Nelly hacia los mejores ravioles, aunque mi madre nunca me dejaba comer demasiado- Me reí por lo bajo mirando hacia abajo, una vez que levanté la vista pude sentir sus miradas de compasión. -Bueno, de niña era un poco... Glotona y mi madre me... Controlaba- explique un poco nerviosa.

Sergio asintió y me sonrió transmitiendo calidez -Bueno, si en esta casa querés repetir, nadie te lo impedirá-

Una vez que terminamos de levantar y lavar los platos con Martín nos dirigimos a su cuarto -Tu padre es genial-

-Si, lo sé- me dijo mientras me invitaba a sentarme junto a él en su cama. Suspiró y cambió de tema - ¿Ana, siempre tuviste problemas con tu peso?-

-¿Cómo? Yo nunca... Es decir, jamás tuve... Nunca- me confundía y mezclaba mis palabras, a qué se refería -¿Qué te hace pensar que lo tengo?-

-Es que no creo que sea consiente, es decir... Pienso que fue algo que a tu entorno le importó siempre como a tu madre y a Tomás, por lo que oí la última vez que estuvo en tu casa...-

-Cuando tenía 8 años, aproximadamente, mi madre me llevo al médico, el me peso y tenía 5 kilos de más. Cuando volvíamos en el auto no dejo de repetir una y otra y otra vez que estaba desepcionada de mí- Miré hacia mis pies y Martín levantó mi rostro para que lo mire a los ojos. -Lo siento, soy una tonta- Dije mientras secaba una lágrima que se me caía.

-Esta bien, eras una niña, no debió suceder eso- me beso suavemente -Quiero que sepas que sos hermosa de todas formas, no interesa tu peso o talla, sos hermosa por como sos-

-Te amo- sin pensarlo lo dije, se me escapó de los labios. Rápidamente me acosté en la cana dándole la espalda para ocultar mi vergüenza.

Escuché su risa por lo bajo, se acostó detrás mío y me rodeó con sus brazos, me beso el cuello, se acercó a mi oído y dijo -Te amo-

Mensajes del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora