Capitulo 13

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-¿Cómo? ¿Pero esta segura?- No podía creerlo, el mundo perfecto que me rodeaba ahora mismo, mi lugar seguro que era Martín, se caía a pedazos.

-No lo sé, tengo que ir a Córdoba para saber cómo está. Tengo que acompañarla-

-Pero... ¿Dónde quedamos nosotros?- 

Me lanzó una mirada furiosa ante mi pregunta -Deja de ser una estúpida egoísta- Caí rendida en el sillón, Martín se levantó y continuó hablando, quizás me pidió disculpas o quizás siguió insultándome por mi desacertada pregunta, no lo sé pero tampoco me importaba. Estaba rendida y agotada por los días que había pasado.

Mis oídos no escuchaba, mi boca no omitía palabra y mi cuerpo no respondía, lagrimas comenzaron a rodar mis mejillas y mis ojos empañado veían en cámara lenta como Martín salía de mi casa y daba un portazo, luego de dejar algo sobre la mesa. Devastada, esa era la definición de mí en ese preciso instante. Otra vez regresaba al inicio, sola, angustiada, dejada...

Me quedé dormida, no sé en que momento exacto pero lo hice, desperté cuando el sol entraba por la ventana y me alumbrara el rostro. No podía abrir mis ojos por completo por su brillante intensidad, lo tapé con una mano. Miré el reloj de mi teléfono, iba tarde al trabajo, me vestí con mi uniforme y caminé lo más rápido que pude. Juan estaba fumando un cigarrillo en la puerta para cuando llegue, me observó sorprendido, al parecer no me esperaba allí esa mañana. Me saludó algo incomodo. -No sabía que fumabas-

-Ana, podes tomarte el día si es lo que queres- Dijo ignorando mi observación. -Pensé que no vendrías-

Asentí. -Al parecer las noticias corren rápido- Juan asintió mientras me miraba con lastima y odiaba que las personas me miraran con lastima. -Pero estoy bien, es decir tuve días mejores, pero puedo hacer mi trabajo- Sostuvo esa mirada sobre mí. -Odio la lástima Juan.-

-Lo siento, pero ¿cómo te sentís?-

-Bien, cosas del destino-

Trabaje, lo hice todo el día, pero yo no estaba allí, era como si me observara desde una esquina. Y desde esa esquina veía a una chica exactamente igual a mí actuando durante varías horas, esta chica debía interpretar a una chica feliz, a la que nada malo le afectaba de alguna manera, era como una mascara que se ponía cuando estaba en público, pero detrás había una triste persona con ojos tristes, que no podía sonreír y que todo lo que sucedía le dolía demasiado. Estaba casada de no saber que hacer con su vida y quería escapar, pero era imposible escapar de ella misma. 

Tuve ese momento de descanso durante el almuerzo y aproveche para sentarme sola frente a la playa, veía las olas romper cerca de la orilla mientras prendía un cigarrillo que le había pedido a Juan. Había una niña en la playa con su abuela al parecer y me pregunté dónde había quedado aquella pequeña Ana que estaba llena de sueños y que se ponía metas en su vida, que proyectaba su futuro exitoso. Deseaba salir un momento de mi cuerpo y ver como alguien se metía en el y solucionaba mi vida, pero eso era imposible. 

-¿Estas bien?- Juan apareció. Me sequé las lágrimas que no me había percatado hasta ese momento y asentí. Juan se sentó a mi lado. -Martín te ama, pero ahora tiene que solucionar esto-

-Creo que esta haciendo lo correcto, yo también debería hacerlo- Di una pitada y le pase el cigarrillo a Juan -Voy a volver a casa, voy a arreglar mi vida-

-¿De qué hablas?-

Me levanté, Juan hizo lo mismo. -Fuiste el mejor jefe,- Lo abracé -pero es momento que vuelva a casa-

Regresé a la casa de mi abuela, preparé mis valijas y llamé por teléfono a un taxi para que me llevara al aeropuerto. No sabría donde iría al llegar pero ya lo vería, tenía algo de dinero por si me tenía que quedar en un hotel.

El taxi tocó su bocina para avisarme que ya estaba en la puerta. En la pequeña mesa que había al lado de la puerta de salida vi un paquete rojo, pequeño. Recordé que Martín había dejado algo antes de irse lo guarde en el bolsillo de mi campera y salí de aquella casa que durante meses había estado remodelando. 

Subí al taxi y le indique mi destino. 

Pff, mi destino como si yo lo supiera. Me reí por lo bajo de mi misma. 

Cuando subí al avión estaba demasiado cansada como para avisar a mi familia que llegaría en un par de horas. Me dormí y un pasajero me despertó al aterrizar. Algo confundida baje del avión tomé mis cosas y caminé en busca de un taxi para ir a... no sabía dónde ir. Lo dirigí a ese hotel donde había comenzado a destruirse mi vida, pedí una habitación y por gracioso que parezca me dieron la habitación 415 del piso 10. -¿No hay otra?- La chica rubia que me atendió negó con la cabeza algo confundida.

Cuando me instale en mi habitación llamé por fin a mis padres para avisarles que estaba de vuelta. Se sorprendieron y se sentían felices. Mi padre insistió en ocuparse de los gastos del cuarto. Me pidieron que vuelva a su casa pero me negué. Necesitaba tranquilidad y no la locura de mis padres que ya imaginaba persiguiéndome por toda la casa. 

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-Nos alegra que hayas recapacitado- Dijo mi padre, mientras Mora, la cocinera de casa de mis padres, nos servía la comida ese mediodía.

-¿Recapacitado?- Pregunté algo confundida.

-¿Ya lo llamaste a Tomas?- Preguntó mi madre antes de pinchar la comida con su tenedor.

-No lo hice- Conteste mientras masticaba -Ni lo voy a hacer-

-¿Qué sucedió con el chico...?-

-Martín.- Agregué a la pregunta de mi madre. -No funcionó supongo-

-Con tu mamá supimos al instante que no era para vos-

Resoplé y pensé: tranquila, tranquila, tranquila.

El timbre interrumpió nuestra incómoda conversación. Mora lo atendió, pregunté si esperaban a alguien y ellos dijeron que sí. Por el pasillo que daba al comedor apareció Francisco, mi hermano, con una chica de cabello rubio con grandes ojos verdes. Me levanté de un salto, abrace a mi hermano, él me presentó a Vanina, la futura madre de su hijo, la saludé cordialmente. 

El timbre volvió a sonar me sorprendió que llegara más gente por el pasillo apareció Tomás y por un momento no me molestó que esté presente en este momento. Lo saludé con un beso en la mejilla. Todos nos sentamos a comer y por un momento sentí que todo había vuelto a la normalidad. 

-Nos alegramos de verte- Dijo mi mamá a mi ex novio y algo dentro de mí también se alegraba.

Mensajes del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora