¿Mi Perdición? Es Amarte

Inicio del Tormento

¡Holi, mis niñas! :3

Les traigo ya el  capítulo 8 de esta historia ;)

Espero les agrade. Bueno, sin más...

¡A leer!

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Todos posaron su vista en la tricolor, esperando su respuesta. Ella estaba a punto de contestar, pero un fuerte dolor en el pecho la detuvo.

— ¿Qué es esto? ¿Un mal... presentimiento? — Pensó, tocándose levemente aquella zona de su cuerpo, mientras los presentes aún seguían esperando su respuesta.

—A-Acepto...— Habló con dificultad.

Yami la veía con una sonrisa por fuera, pero por dentro con lastima, sabía perfectamente lo que le esperaba a Yugi al ingresar a la Residencia Halakti después de la boda...

—Ahora yo los declaro, marido y mujer. Ya puedes besar a la novia. — Habló el padre, mirando a Yugi con cierta extrañeza.

El mayor tomó de los hombros a la Oji-Amatista y le plantó un cálido beso, como si ese fuera el primer y último que le daría.

Ella solo cerró los ojos sin corresponder al beso. Esa sensación que tuvo hace unos momentos, no la dejaba tranquila.

Los recién casados salían de la iglesia, acompañados por una inmensa cantidad de aplausos.

Yami, logró percatarse de su padre quien se acercaba a ellos, lo estaba viendo con malicia. 

— Felicidades, hijo. — Dijo estrechándole la mano — Ahora ya sabes lo que sigue. — Le susurró al Oji-Rubí, éste se inquietó al oírlo.

Por otra parte, Yugi también recibía felicitaciones de sus familiares, pero echaba de menos a alguien especial en esos momentos, Jonouchi.

Pero hizo un alto y buscó por todos lados — Y ¿Anzu? No la he visto toda la ceremonia. — Se preguntó a sí misma la Oji-Amatista.

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Sí se preguntaron el paradero de la castaña, pues he aquí la respuesta. 

En un motel, con Yusei. Ambos se encontraban sumamente ebrios.

—Segura que... ¿Quieres...hacer esto? — Cuestionó el Peli-Azabache entre cortado, desvistiéndola y besando sus hombros.

—Sí... En estos momentos... Quiero olvidarme de todo...— Habló plantándole un beso desenfrenado.

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Después de la iglesia, todos se retiraron hacia la mansión Mutou, pues habría una gran fiesta en la residencia. Los invitados celebraban alegremente el compromiso, pero no se podía decir lo mismo de los jóvenes tricolores.

Miho nuevamente logró darse cuenta de aquellos ánimos y corrió hacia Yugi — Señorita, usted en serio me preocupa ¿A caso no quería casarse? — Le preguntó sin rodeos.