Capítulo 16

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1944 – Bretaña

El descubrimiento de los paracaídas usados le indicaba a Arthur que esa no era el área exacta en la que habían aterrizado. Dudaba mucho que los paracaidistas dejaran su equipo usado atrás como si nada, listo para ser descubierto por los alemanes.
Algo debía haber pasado ahí que les había obligado a dejar sus cosas.

El inglés se levantó y acomodó el paraguas para no mojarse. Algo a su alrededor debía darle alguna pista sobre la dirección que habían tomado los efectivos tras lo que sea que hubiera sucedido en ese lugar. Desconocía la forma de actuar de los liberfranceses, pero sí se podía imaginar qué habrían propuesto o tratado de hacer los del Servicio Especial Aéreo.
Y eso era dividirse.

Eso explicaba por qué algunos habían regresado directamente después de acabar con sus labores y otros habían tomado refugio. El problema era que Arthur no sabía en qué momento había ocurrido el evento que los había llevado a dejar todo lo que tenía en frente.
Pero a juzgar por la ubicación, él suponía que debía haber sucedido casi al final de la operación.

Ahora, ¿con qué grupo se había ido Francis?

El rubio pateó un par de paracaídas para arrimarlos y avanzó entre la tela mojada y los hilos enredados, intentando no atracarse con algo. Se enfocó en rebuscar entre los restos de los liberfranceses para asegurarse de que la rana hubiera estado con ellos en este punto.

Claro que no esperaba encontrarse lo que encontró. Si el francés hubiera dejado algo, él pensaba que sería alguna foto o ese lazo de los colores de la bandera de Francia que siempre lleva. Pero no, entre los paracaídas y los hilos había una cadena enredada con dos placas de perro.
El idiota había dejado atrás su chapa de identificación.

Desenredándola y tomando la cadena entre sus dedos, Arthur no pudo evitar pensar que la rana había sido un imbécil. ¿Qué clase de soldado se quita la cadena y la deja atrás? ¿Por qué diablos no la tenía puesta? ¡Llevarla era algo obligatorio!
¿Cómo se suponía que lo reconocerían si no la llevaba?

...
Eso era.
Mientras maldecía mentalmente a Francis, Arthur se percató de algo. El francés ya sabía que algo iba a pasarle. Sabía que lo capturarían y que uno de ellos iría a buscarle, por lo que había dejado su chapa de identificación como pista.
Y también para que sus captores no tuvieran forma de reconocerle.

Arthur volvió a maldecir, esta vez forzado a admitir que eso había sido ingenioso. La placa leía "Bonnefoy. F.B. 01. 14/07. AB+", indicando que, en efecto, pertenecía a Francis. Aflojó su bufanda y abrió un poco el cuello de su camisa, sacando su propia cadena con sus placas.
Estas leían "Kirkland. A.K. 01. 23/04. O+. CE" por lo que le pertenecían. Se suponía que si él caía en batalla (lo cual obviamente no iba a pasar) uno de sus compañeros tendría que llevarse una de las placas.
Se colocó la cadena del francés, contando ahora con dos cadenas y cuatro placas colgando de su cuello, y se volvió a arreglar la bufanda y el cuello de la camisa y el saco. Acomodó el paraguas e inclinó su sombrero para continuar su búsqueda.

Como muchas pistas no tenía, y lo más probable era que hubieran capturado a Francis y se lo hubieran llevado a áreas de Bretaña aún controladas por Alemania nazi, Arthur enrumbó hacia Saint-Nazaire.

Vapor escapando su nariz al respirar, boca y cuello cubiertos con su bufanda y mano aferrada firmemente al paraguas, Arthur Kirkland avanzó por las oscuras calles en la noche de lluvia. Le resultaba algo difícil ubicarse, pero de alguna forma se las arreglaba. El problema era que realmente no tenía idea de cómo llegar a Saint-Nazaire.
Nunca había estado ahí.

Overlord (USUk/FrUk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora