Epílogo 1 - Francis

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Al cabo de un par de días en Inglaterra, Alfred y Matthew volvieron a sus respectivos países para hacerse cargo de ciertos temas urgentes; mientras que Arthur permaneció en su país junto con Francis.

Lo llevó bajo el resguardo del Estado para evitar que hiciera otra tontería y partió de vuelta a los asuntos de la guerra, pues esta aún no había terminado. Le llegaron cartas todas las semanas a través de los informantes de parte de Francis, contándole cómo avanzaban las cosas en Gran Bretaña y cómo se veían los conflictos desde afuera: una perspectiva que, pareciera o no, terminaba por ayudar bastante al momento de tomar decisiones.

Con el francés poniéndole al corriente de las cosas Arthur fue capaz de avanzar a través de las distintas operaciones. Se movieron desde los puntos asegurados en Normandía y Bretaña, avanzaron hacia París y lo liberaron. Siguieron avanzado dentro de Europa, liberaron Ruan y Verdún; se movilizaron hacia el norte y en Bélgica liberaron Amberes y Bruselas.

Llegaron a la Línea Sigfrido hacia setiembre, un sistema de defensa alemán a lo largo de 630 kilómetros con búnkeres, túneles y trampas para tanques.

Desde diciembre hasta enero del año siguiente lucharon en la terrible Batalla de las Ardenas: la desesperada ofensiva de Hitler para evitar el avance de los aliados hacia Alemania. Los estadounidenses, los ingleses, los canadienses, tropas de Bélgica y Luxemburgo; todos se unieron para contraatacar el avance inicial de los alemanes.

Arthur pasó año nuevo apostado entre la nieve.
Al día siguiente, Zafhir le entregó la carta de la semana de Francis. Esta vez le contaba que, al terminar esa batalla, Alemania nazi estaría colgando de un hilo. Junto con la carta había una foto del francés en un parque con una docena de gatos encima.
Arthur rio esa mañana, olvidándose por unos momentos que se encontraba en medio de la guerra.

Cuando los asuntos se tranquilizaron a penas en Europa central, el inglés dejó a los oficiales a cargo de asegurar las cosas y se regresó a las islas Británicas en cuanto tuvo la oportunidad.
Al desembarcar, el francés se le tiró encima y le listó todas sus quejas con respecto a la comida y las bebidas que le habían dado.
Y el inglés volvió a reír.

Los meses siguientes se movió de un lado a otro en Inglaterra, verificando asuntos pendientes que había abandonado, dando su opinión acerca de cómo progresaban las cosas en Europa a los generales, conversando con la Reina, aprobando proyectos y visitando viejos amigos.

Francis lo siguió a todos lados.
Terminó por quedarse en el cuarto de invitados de su casa y se acomodó como si fuera la suya. Salía con el inglés a donde sea que él fuera y regresaban cargando bolsas de comida para que "él se encargara de cocinar algo decente". Expulsó a Arthur de su propia cocina y le prohibió entrar a menos que fuera a comer algo que ya estaba preparado.
Se convirtió en el compañero de casa más irritante que el inglés hubiera imaginado.

Pero no se vio capaz de botarlo. Cuando el francés hacía algo que le molestaba se preguntaba en voz alta mientras maldecía por qué no lo había botado todavía.
No lo admitía, pero sabía en el fondo que era porque disfrutaba de su compañía. Habían crecido juntos, de todas formas, y por más que lo detestase de vez en cuando, seguía siendo el mismo idiota de toda la vida que apreciaba tanto que le daban náuseas cuando pensaba en ello.

Cuando no habían planes para el día se pasaban horas sentados en la sala sin hablar mucho. Francis leía el diario mientras que él bordaba o leía (o tomaba té). De vez en cuando le comentaba alguna noticia en su idioma, y Arthur le respondía en inglés. Intercambiaban pequeñas oraciones en distintos idiomas y salían a tomar aire, a recoger los volantes acerca de la situación de la guerra en el Pacífico y regresaban tarde para ir directo a dormir.

Al pasar las semanas Arthur se descubrió sentándose en el mismo sillón que él, caminando más cerca suyo, sonriendo más a su alrededor, compartiendo paraguas, tomando siestas en la sala con él y hasta preguntándole si necesitaba algo mientras el otro cocinaba.
También descubrió a Francis jalándolo de la mano cuando quería detenerse en alguna tienda mientras caminaban, abriendo la puerta para él, sonriendo mientras le miraba, durmiéndose en su hombro, abrazándolo por detrás de pronto en cualquier momento del día (lo que Arthur estaba convencido de que era en parte para joder), pidiéndole que le lea historias, pidiéndole que hiciera galletas o cosas por el estilo (porque a pesar de incendiar todo lo que cocinara, el inglés sí sabía hornear y hacer repostería), e incluso jugando con su rebelde cabello.

Arthur comenzó a sospechar que algo pasaba.
No, en realidad ya lo sabía. Siempre lo supo, sabía lo que pasaba por su cabeza cuando estaba cerca del francés, sabía por qué se sentía tranquilo y feliz a su lado y por qué no era capaz de odiarlo completamente. Lo sabía desde hace mucho tiempo, pero nunca pensó en tener la oportunidad de demostrarlo mediante sus acciones.
Porque no pensaba decirlo.
Y sabía que Francis no necesitaba oírlo para saberlo.


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El epílogo USUK estará en unos minutos!

Les loveo~

-Gray

Overlord (USUk/FrUk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora