Epílogo 2 - Alfred

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Arthur dejó a Francis al cuidado del Estado para evitar otra idiotez y despidió a los dos hermanos a sus países. Matthew tenía cosas que atender, aunque pensaba regresar para visitar al francés, y Alfred debía concentrarse en el otro lado de la guerra.

El inglés, por su lado, se dedicó a poner fin a los asuntos en Europa Central. Alfred le mandaba cartas de vez en cuando a través de los informantes para contarle cómo iban las cosas en el Pacífico. El saber que todos estaban luchando en distintos lados con el mismo objetivo de terminar con las Potencias del Eje le daba las energías a Arthur para seguir a través de las diferentes operaciones.

Se movieron desde los puntos asegurados en Normandía y Bretaña, avanzaron hacia París y lo liberaron. Siguieron avanzado dentro de Europa, liberaron Ruan y Verdún; se movilizaron hacia el norte y en Bélgica liberaron Amberes y Bruselas.

Llegaron a la Línea Sigfrido hacia setiembre, un sistema de defensa alemán a lo largo de 630 kilómetros con búnkeres, túneles y trampas para tanques.

Desde diciembre hasta enero del año siguiente lucharon en la terrible Batalla de las Ardenas: la desesperada ofensiva de Hitler para evitar el avance de los aliados hacia Alemania. Los estadounidenses (Alfred no, lamentablemente), los ingleses, los canadienses, tropas de Bélgica y Luxemburgo; todos se unieron para contraatacar el avance inicial de los alemanes.

Arthur pasó año nuevo apostado entre la nieve.
Respirando aire helado y expulsando vapor, sabía que el estadounidense debía estar también en el campo de batalla durante esas fechas. Le resultaba triste tener que pasar un día como ese entre las balas, pero no podía evitarlo.
No podía detenerse si quería acabar con todo eso de una buena vez por todas.

Cuando los asuntos se tranquilizaron a penas en Europa central, el inglés dejó a los oficiales a cargo de asegurar las cosas y se regresó a las islas Británicas en cuanto tuvo la oportunidad. No tenía a nadie esperándole, pero quería tener noticias del norteamericano, quería saber lo que pasaba.

Siguió las batallas contra Japón a través de los diarios mientras él se encargaba de varios asuntos que había abandonado, preguntándose hasta cuándo serían capaces de seguir peleando mientras todos los civiles japoneses debían suicidarse cuando los estadounidenses se acercaban a las islas.
Claro que no se esperaba lo de la bomba.

En cuanto se enteró que Japón había decidido rendirse, le pidió a uno de los informantes que le llevara a Estados Unidos. Viajó preocupado por muchas cosas al mismo tiempo, pero sobre todo por Alfred.

Llegó y corrió lo más rápido que pudo hacia los desembarcos de los soldados que habían sobrevivido y regresaban de los buques y las estaciones. Se detuvo frente al rubio de lentes que esperaba y lo observó, no muy seguro de qué hacer, mientras el otro se esforzaba en sonreírle como siempre hacía.
Y Arthur decidió abrazarlo.

El inglés permaneció en Estados Unidos por un buen tiempo. Permaneció al lado de Alfred, quien tenía problemas para superar lo que le había hecho a Kiku a pesar de haber sido la mejor opción en el momento. Arthur lo dejó llorar en su hombro y lo arrulló todas las veces que recordaba el evento.

Se quedó en su casa, diciendo que lo cuidaría y le levantaría el ánimo, aunque él mismo sabía que era una tonta excusa para no decir que simplemente quería estar a su lado. Le preparó postres y le leyó historias para que durmiera tranquilo, algunas veces hasta tan tarde que terminaba quedándose dormido y despertaba atrapado entre los brazos del estadounidense como si fuera un oso de peluche.

Alfred terminó por acostumbrarse a tenerlo alrededor y lo obligaba a salir a correr con él en la mañana, a ir a ver perros en el centro de cuidados, a salir a comer e ir al cine de vez en cuando. Arthur se acostumbró a tenerlo tirado sobre él algunas tardes mientras decía que estaba aburrido y él leía. Se acostumbró a tener que dormir con él en las noches de tormenta, a ser jalado de la mano corriendo a todos lados y a que lo girara en el aire mientras él gritaba que lo baje.

Nunca se lo diría a la cara, por supuesto, la razón por la que soportaba sus ocasionales tonterías y se quedaba a su lado. Nunca le diría por qué le gustaba acompañarle y por qué era feliz haciendo nada con él.
Y Alfred tampoco lo diría. Ninguno lo diría, pero ambos lo sabían.


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FIN QwQ

Gracias por seguir la historia! (los que la siguieron lol, que no son muchos :'v)

Si quieren leer más de mí, recuerden que mi Hetalia x lectoria ya inició ^^/ Es "Agua, por favor", lo pueden encontrar en mi perfil~

Nuevamente, gracias~

Les loveo <3

-Gray

Overlord (USUk/FrUk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora