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La mano de Justin está sujetando la puerta de su furgoneta aún y su cara luce igual de confundida que la mía. ¿Por qué, de entre todas las personas, tiene que ser él el que se dedique a arreglar mi coche?

– Mecánico a tiempo parcial, ladrón de coches a tiempo completo. –Suelto con ironía. Me tapo la boca con la mano en cuanto las palabras son dichas y me arrepiento al instante.–

Cierra la puerta con un golpe seco que me hace retroceder, pegando mi espalda baja al capó de mi coche. Avanza hacia mí hasta que está tan cerca que hasta puedo sentir su pelo jugando con mi rostro. Cierro mis ojos y suspiro.

–Te has olvidado de algo. –Me susurra.– Mato a bocazas ricachonas en mi tiempo libre. –Dice apartando mi pelo del lateral de mi cara, para posarlo tras mi oreja después. Su gesto delicado contrasta con la rudeza de sus palabras y la frialdad de su tono de voz.–

–Déjame ver lo que tienes. –Susurra de nuevo.–

–¿Qué? –Digo abriendo los ojos de golpe, no creyendo lo que acabo de escuchar.–

–Que me dejes ver qué le pasa a tu coche. –Dice.– ¿A parte de bocazas también estás desesperada? –Juega conmigo.–

Sonríe de lado y la ira me inunda, haciendo que le empuje por los hombros lo suficiente como para que pueda girarme para abrir el capó, hecho que provoca que lance una carcajada al aire. Y yo sonrío con él, porque des de que lo conozco no lo he visto sonreír verdaderamente hasta ahora. Pero justo cuando voy a abrirlo, siento su pecho en mi espalda y me congelo. Siento la inmensidad de su ser eclipsarme y tiemblo cuando apoya una mano en mi cadera, casi atrapándome entre el coche y él.

Retira el pelo del extremo derecho de mi cara y lo siento cernirse más sobre mí, tanto que estamos pegados el uno al otro. Y por una extraña razón, no quiero que se aleje.

–¿Vas a abrirlo ya o tengo que esperar mucho más? –Susurra de nuevo y noto como se ríe de nuevo cuando mi piel se eriza.–

–Si tan siquiera fueras capaz de apartar tus manos de mí, tal vez podríamos acabar esto de una vez.

–¿Quieres acabar esto ya? Si aún no hemos empezado a salir, bebé. –Vuelve a bromear y cuando me giro para enfrentarlo, la expresión de su cara me hace reír.–

Le pego levemente y vuelve a reír. Por un segundo su sonrisa me atrapa y sacudo la cabeza cuando me doy cuenta de que va a volver a meterse conmigo si no me aparto de una vez.

Des de un lateral veo como abre el capó y examina el motor. Se encamina hacia el asiento del conductor y gira la llave aún estando fuera. De repente, un líquido marrón salta cada vez que trata de arrancar el coche y sé que eso no tiene buena pinta.

Se pasa la mano por el pelo y sé entonces, que efectivamente esto no luce nada bien.

Me acerco a él con pasos apresurados y con la preocupación plasmada en mi rostro.

–¿Qué pasa? –Le digo.–

Me mira pero no me contesta, hecho que me hace frustrarme aún más. Está examinando el motor y su camiseta blanca ahora se encuentra toda grasienta debido al líquido que sale del interior de mi coche. Su pelo es ondeado por el viento y el extremo de su ropa interior asoma por encima de sus pantalones tejanos cuando alza la camiseta para secarse el sudor de la frente con el extremo de la camiseta que no está manchado aún.

A pesar de que sé que el es peligroso y que debería tratar de bloquear todos los pensamientos que vienen a mi cabeza cuando lo veo dejar al descubierto su torso desnudo, no puedo.

–Vas a tener que dejar el coche aquí y mandar a una grúa mañana para que lo lleve a mi taller. –Dice limpiándose las manos con un trapo que ha sacado del interior de su vehículo.–

Asiento con la cabeza, pasándome las dos manos por el pelo preocupada por lo que pueda pasar con el coche.

–¿Necesitas que te lleve? –Dice sin mirarme si quiera, como si realmente no estuviera interesado en llevarme.–

–No, puedo ir andando. ¿Cuanto te debo? –Digo sacando la billetera del interior de mi vehículo.–

Sé dónde estoy y se que tardaría media hora en llegar a mi casa a pie. A parte debo cargar con la bolsa de deporte para llevarla a casa ya que necesito lavar la equipación para poder entrenar. Pero sinceramente, pasar tiempo con él me crea un sentimiento contradictorio. Algo me dice vete a casa, y la otra no puede parar de pensar en sus ojos miel examinando mi rostro. Suspiro cuando se posiciona frente a mí, con los brazos cruzados, cerrado al mundo.

–Ya me pagarás cuando acabe de arreglar tu coche. –Hace una pausa y cuando creo que va a irse, vuelve a hablar.– Sé dónde vives y se que tardarás un buen rato en llegar hasta allí, déjame llevarte. –Hay una suplica rezagada en el tonto rudo de voz que  está utilizando.–

Le miro a los ojos por unos instantes y desvío mi vista a los pies, para asentir después.

Me subo a la furgoneta siendo la copiloto y Justin prende la marcha. Al principio ninguno de los dos habla y un silencio reconfortante nos rodea, mientras miro por la ventana las calles que vamos dejando atrás. Miro su perfil, concentrado en la carretera, con su cara iluminada por el rojo del semáforo por el que estamos esperando. Y entonces gira su cabeza y me mira, y no soy capaz de entender qué me está diciendo con sus ojos.

–Me llamo Jayne, Jayne Hope Long. –Digo, jugando con mis manos.– Estoy a punto de cumplir diecisiete y voy al Sierra Canyon School. –Hago una pausa y sigo, sin querer saber si va a contestarme o no.– No hago esto para que debas contarme sobre ti, sólo quería que supieras al menos aspectos básicos de mí.

–No deberías, nunca sabes con quién estás hablando. –Dice serio sin mirarme.–

Suspiro y me tapo la cara con las manos, avergonzada de que intentar entablar una conversación con él haya resultado tan malditamente mal.

–No te tengo miedo, Justin. –Digo segura tras varios segundos.–

Me mira de nuevo, con esa expresión que no desvela nada si no tienes los códigos correctos para desbloquearla. No me doy cuenta de que hemos parado hasta que desvía su atención de mí y la posa en el exterior, mirando despreocupado las casas a nuestro alrededor.

Cuando voy a salir su voz me para, haciendo que me siente de nuevo.

–¿A qué hora sales del colegio mañana? –Dice mirándome esta vez.–

–A las tres.

Me sorprende que le interese algo de mí, pero luego recuerdo que debemos vernos por el tema del coche.

–Te paso a buscar y llevamos el coche a mi taller, ¿de acuerdo? –A pesar de preguntarme si lo creo correcto, su tono es demandante y parece que no esté esperando un no como respuesta.–

Asiento con la cabeza y voy a salir, pero mis impulsos me pueden y le miro.

–¿Vas a... vas a ser siempre así de borde? –Digo con aflicción, tratando de que entienda que no tiene por qué ser de esta manera conmigo.–

Sus ojos me miran, y la sorpresa baña su rostro escasamente iluminado por la luz de las farolas de la calle. Y entonces desvía su mirada hasta sus manos, para apreciarlas como si fueran mil veces más interesantes que yo.

–Esto es todo lo que puedo ser.

Suspiro frustrada y abandono su furgoneta, dando un portazo después. Me alejo de la furgoneta y entro en casa, con mil pensamientos abrumando mi cabeza.

Ojalá él fuera un libro abierto, ojalá él no fuera un rompecabezas perfectamente diseñado para mí y ojalá yo no fuera una maldita entrometida con la necesidad de desnudar cada uno y todos los misterios que parece tener Justin a su alrededor. Pero sólo ojalá.

Fast Cars | Justin B.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora