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Miro a mi padre y asiento repetidas veces con la cabeza.

–Ese chiquillo está loco. –Dice acomodándose el cinturón.-

Y vaya si lo está. Su manera de mirarme, cómo ha hecho girar a la perfección el coche, a la distancia exacta para no chocar. Casi parece que lo que acaba de pasar haya sido un sueño.

Mi padre sigue su trayecto después de disculparse con la gente que está esperando para pasar. Y es que debido al chico, la cola que se ha formado en la calle supera los viente coches.

El trayecto a casa es silencioso. No tengo ganas de hablar de nada ahora mismo y parece que papá tampoco está de humor.

Las ganas de llegar a casa aumentan con cada quilómetro que sumamos al contador y es que echo mucho de menos a mamá.

Mi padre estaciona el coche en la puerta de nuestra casa y me extraño, pues tiene un parking interior habilitado para tres coches. El suyo, el de mamá y el mío. Hoy ha venido Juliet a recogerme para llevarme al instituto porque papá iba a venir, así que he tenido que dejarlo aparcado por hoy.

–¿Por qué aparcas fuera? –Le pregunto. Mi padre sólo aparca fuera cuando no tiene espacio dentro, pero ahora no entiendo por qué debería dejarlo en el exterior.-

–Adivina. -Dice codeándome y sacando la llave del contacto.-

Aprovecho para coger mi bolso de la parte trasera. A tientas palpo la superficie detrás de mi asiento hasta encontrar el asa y tiro de él.

–No sé. ¿Te da pereza?

–Ya lo verás. –Dice riéndose.-

Al bajarnos entramos en la puerta exterior y accedemos al jardín. Este tiene un gran invernadero ya que mi madre cultiva plantas para luego hacer infusiones y té con ellas.

Nora, mi galgo italiano, nos recibe entre bailes y zancadas. Ella tiene mucha más afinidad conmigo que con el resto de mi familia, y no sé especialmente bien por qué.

Papá abre la puerta y avanzo hasta dejar mi bolso en el suelo del recibidor, sintiendo mis músculos tensos debido al peso de los libros.

Mamá aparece sonriendo y en menos de tres segundos tengo sus brazos envolviéndome. La he echado mucho de menos.

–¿Como estás, cariño?

–Bien, mamá. ¿Como estás tú? Papá me ha contado que estás estudiando chino.

–Sí, es bastante frustrante que me hablen y no les entienda.

–¿Y Buda sigue hablándote mientras duermes?

–Tú ríete, pero cuando me pidas que te ayude a alinear tus chacras seré yo la que me ría. –Dice pellizcándome débilmente mi brazo en señal de que bromea.-

Hablamos durante varios minutos más hasta que una figura al fondo del pasillo capta mi atención.

De repente me encuentro corriendo hacia él, hacia mi hermano. Me tiro a sus brazos y estos me envuelven. Siento su risa, y la de mis padres también. Por eso papá no pudo aparcar dentro, porque Jayden regresaba hoy de la universidad.

Me separo de él y lo miro. Que daría yo por ser la mitad de guapa de lo que es mi hermano.

Le pego en el hombro, haciendo que suelte un quejido.

–¿A qué ha venido eso? –Dice sobándose el lugar dónde le he golpeado.-

–Podrías haber avisado, ¿no?

–Venga Jayden, ayúdanos a Maria y a mí a preparar la cena. –Dice mamá por detrás.-

Maria es la chica que se encarga de mantener la casa en orden y de cocinar. Le tengo mucho aprecio, pues es con quien comparto la mayor parte del tiempo cuando ni papá ni mamá están. Además su hijo es un gran amigo mío. Suele venir a recoger a Maria y como ella lleva tanto tiempo trabajando para nosotros, casi puedo recordarle a él en mi niñez.

Horas más tarde estamos todos sentados cenando juntos y no puedo estar más feliz. Hacía tanto tiempo que no compartía mi tiempo con ellos que casi parece irreal. Maria también está hoy cenando con nosotros, lo que me hace sentir aún más lo unida que está nuestra familia a pesar del tiempo que pasamos separados.

Las bromas de mi hermano haciéndome enfadar no cesan y eso parece divertirles mucho a mi padres y a Maria, pero a mí me están empezando a cansar. Me levanto, tratando de alejarme un poco de las risas y recojo mi plato para llevarlo a la pica de la cocina. Lo enjuago y lo pongo dentro del lavaplatos. Sé que Maria puede hacerlo, pero no es una esclava, y no quiero que sienta que lo es. Siempre que puedo la ayudo, pues siento que debo hacerlo. Conozco personas en mi clase que ni siquiera conocen el nombre de las personas que trabajan en su casa, y eso me resulta bastante triste. Yo sé quién trabaja aquí y me esmero en hacer que se sientan bien en nuestra casa, pues a pesar de ser su trabajo, merecen un respeto y una buena actitud de mi parte.

Subo las escaleras que me llevan a mi habitación y entro, buscando el bolso que se que papá puso aquí en algún momento de la tarde. Rebusco dentro de él pero mi móvil no aparece por ningún lado. Seguramente debió caerse y sigue en el coche, o eso quiero pensar, pues la idea de que lo haya perdido no me agrada en exceso.

Bajo las escaleras y los encuentro a todos ellos sentados en el sofá. Mi madre lee y mi hermano y papá están viendo alguna película de acción. Mi padre me mira, preguntándome con la mirada a dónde voy y le respondo haciendo un gesto con la mano como si llamara. Él asiente y cojo sus llaves del recibidor.

La brisa me acaricia cuando salgo, poniéndome los pelos de punta. Me gusta esta sensación, por lo que la disfruta unos instantes.

Avanzo con tranquilidad hasta la puerta del muro que rodea mi casa y salgo, cerrando tras de mí.

Aprieto el botón del mando del coche y este hace un sonido indicando que las puertas se han desbloqueado. Me dirijo hacia el interior de la parte trasera y me meto dentro, tratando de buscar por el suelo mi móvil. Y es cuando empiezo a frustrarme que mi mano lo toca, relajándome. De repente este empieza a vibrar y leo en la pantalla que es Louis, mi amigo junto a Juliet.

Louis es gay, y probablemente el chico más promiscuo que haya conocido. No me sorprendió cuando me confesó que prefería a los chicos. Creo que todos lo sabíamos antes que él.

Descuelgo la llamada aún metida en el coche y me recuesto en los asientos.

–Joder tía, cómo has tardado. Es la quinta vez que te llamo. –Suena frustrado. Pero sé lo que exagerado que es por lo que me lo tomo a broma.-

–Perdona, me había dejado el móvil en el coche.

–No sé como puedes vivir sin sentirlo en tus manos. Yo no puedo estar más de dos minutos sin él.

–¿A mí me lo dices? Paso mis días contigo.

–Bueno, sht. Tengo algo que contarte que va a dejarte muerta. MUER-TA.

Niego con la cabeza.

–A ver, ¿qué?

–He pillado a Harry mirándome hoy.

–Venga Lou, ¿otra vez con eso? Harry es un putón. Una tía un día, otra otro día. Es como pensar que a Taylor le gustan los chicos.

–Cuando lo tenga de espaldas a mí gritando mi nombre y te envíe el audio, no te escandalices.

–Por Dios, Louis.

–Sí, pero lo deseo tanto. –Su voz suena más ronca de lo normal y me incomoda pensar que debe estar imaginando la situación.-

Pasan dos horas en las que sigo hablando con él sobre Harry y alguna que otra tontería. Sé que nadie ha venido a ver si estoy bien porque papá debe haber interpretado que quería llamar y me han dejado tranquila.

Hay un momento en la conversación en la que Louis habla sin parar y me siento cansada. Noto los asientos del coche envolverme y de repente cierro los ojos, quedándome dormida después.

Fast Cars | Justin B.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora