capitulo dos

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La primera clase no estuvo tan mal, el profesor Bash era agradable, y gracias a él los minutos se pasaron con rapidez. Aun así, no podía tener la certeza de que todo se mantuviera igual durante las horas restantes. Asumí que era una amargada cuando preferí no salir en la hora del descanso y quedarme en el salón escuchando música con la cabeza recostada sobre mi mochila. Creo, que después de todo en realidad me merecía una larga siesta que me ayude a devolver las energías perdidas durante las primeras horas de la mañana.

Apreté mis labios cuando había empezado a relajarme gracias a la música que estaba sonando en mis oídos, y aunque me habían entrado más ganas de cantar que de otra cosa me resistí para evitar papelones. Me aferre a aquella mochila azul como si fuera lo único que tenía en la tierra, cosa que a menudo hacia con mi almohada pero ahora no estaba aquí. Debí haberla traído. Cuando al fin mi respiración comenzó a calmarse y mis ojos a sentirse menos pesados, un espantoso ruido logro que casi saltara de la silla.

Me recompuse con espanto, tratando de encontrar al causante de aquel estruendo. Si esto fuera una serie de Netflix, ahora seria en momento en donde revelan que soy la escogida para algo, salvar a la humanidad, gobernar un reino o ser la líder de una manada de hombres lobos. Supe que había empezado a delirar segundos después, cuando me di cuenta de que lo único que había causado ese ruido horrible había sido un chico.

Un chico de cabello rojizo y tez blanca se encontraba de pie en el escritorio de los profesores, el estaba mirando la silla con curiosidad. Y yo a nada de revolearle mi tan preciada mochila azul por la cabeza, aunque si realmente lo hacía podía llegar a desnucarlo con todo lo que pesaba. Estaba tan concentrado, que no se dio cuenta de que yo estaba en el salón. Sonreí, me las pagaría.

- ¿Qué se supone que haces? -Pregunte, recibí un gritito apenas audible y agudo como respuesta. Volteo a verme mientras llevaba la mano a su pecho, sus ojos me miraron con miedo, como si hubiese visto un fastama. -Me lo debías. Tú me asustaste primero.

-Que mier... ¿Cuánto tiempo llevas ahí? -Solo hablo cuando su pecho dejo de subir y bajar con rapidez, levante una ceja y me hice la pensativa.

- ¿Por qué debería decirte?

En su rustro se reflejo molestia que reconocí sin problemas, así me miraba Christian cada vez que era víctima de mis pesadas bromas. Este chico en realidad, no daba nada de miedo.

-Ahora me acusaras ¿Verdad?

Ok, ahora la que estaba perdida era yo.

- ¿Acusarte de qué?

-Creo que sabes perfectamente de que hablo.

-No, no lo sé.

-No juegues conmigo, chica nueva.

- ¿Por qué estas tan asustado, eh?

El no me respondió, seguía mirándome igual que antes. Con desconfianza, relamí mis labios ahora más interesada en la situación, pero el chico se mantuvo inmóvil todo el tiempo. No bajo la guardia, lo único que lo delato fue el sonido de algo cayendo de sus bolsillos, cuando mire el suelo me encontré con un destornillador.

-Sera mejor que no abras la boca. -Dijo recogiendo la herramienta del suelo rápidamente, miro sobre sus hombros y volteo la silla en la que los profesores se sentaban. Me acerque a el por curiosidad, soltó un largo suspiro cuando sintió que estaba atrás suyo. -No quieres, ni debes ver esto.

- ¿Quién dijo que no quiero? -Le arrebate el destornillador de las manos y desajuste los tornillos de la silla entendiendo que esto era lo que quería hacer desde el primer momento, deje el último puesto y lo mire. - ¿Quieres hacerme los honores?

No Todo Es Una Cuestión  De  AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora