Capitulo 6: Mala jugada

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Vuelo 2184 con destino a Madrid

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Vuelo 2184 con destino a Madrid.

Narra Hank:

¡Qué error! ¡Qué increíble error! ¿Cómo puede ser que me haya acercado de tal forma a la Elegida? No cabía dudas de que iba a llamar la atención, la abuelita no es una de mis buenas interpretaciones. Ahora tengo que lidiar con este avión lleno de mocosos humanos y aterrizarlo en algún lugar alejado.

Fue una muy mala jugada, ahora los Defensores conocen mis dos poderes y además llamé la atención de todo el mundo. Peor no pudo haber sido.

Y para colmo, ahora se fueron. La pequeña ventaja que podría llegar a tener matando a uno de ellos se esfumó. Debería haber seguido el consejo de Ares y mantenerme al margen, pero soy demasiado orgulloso como para darle la razón.

Así que uno de ellos se teletransporta y la chica cancela los poderes. Eso está interesante, aunque deberé pensar en ello luego.

Tengo que ocuparme de esta nave llena de cadáveres.

No pensé que mataría así de fácil, pero con una simple mirada todos empezaron a caer muertos. Nadie tuvo tiempo ni de pedir ayuda. Ahora solo me quedan los pilotos, que no cerraron la cabina y quedaron desprotegidos.


Ups, te miré. Ya estas muerto, señor copiloto.

Ups, tú también, buen piloto. Ojalá Hades te trate bien en el infierno.


Corrí los cuerpos y me dispuse a manejar el avión lo más bajo que pude para evitar el radar y así no ser visto, cosa que funcionó. Viajé por horas a una altura muy baja.

Llegué hasta Argelia y el avión ya no tenía mucho más combustible, debía aterrizar cuanto antes y donde sea. Hacerlo en una pista era imposible.

Encontré una zona de campos bastante plana y despejada que tenía la distancia adecuada, este era mi lugar de aterrizaje.

Me agarré con fuerzas y preparé para lo peor. Era muy riesgoso.

Cien metros de altura.

Cincuenta.

Treinta.

Veinte.

Y luego quedé inconsciente.

....

Me desperté en el suelo rodeado de un grupo de personas, posiblemente campesinos de la región que intentaban averiguar como un avión había terminado en sus campos. En cuanto abrí los ojos, comenzaron a decir frases que no podía entender, pero parecían irritados y un poco amenazantes. Ninguno intentaba ayudarme a levantarme ni a curar mi herida que sangraba en la frente.

No podía correr riesgos, no podía haber testigos de mi presencia.

Comencé a matarlos, uno a uno.

Y los cuerpos cayeron a mis costados como sí fueran bolsas de papa. Sin vida, sin absolutamente nada en su interior.

Estúpidos humanos, estúpida humanidad.

Miré a mi alrededor en busca de alguna otra persona que pudiera haber visto algo de mi segunda masacre, pero al parecer, todo estaba desolado.

No podía perder ni un segundo más. El mundo entero me está buscando, y posiblemente las fuerzas argelinas estén en camino ahora mismo.


—¡Tonto! ¡Lo echaste a perder! —me gritó una voz en mi cabeza. Creo que es mi padre, Ares.

—Lo sé —respondí en mi mente. Papá tenía razón, y ahora su pellejo está en juego por darme información que no se le permitía.

—¿Tienes idea de lo que hiciste? ¡Nunca debería haberte elegido, ni siquiera puedes pensar! —arremetió con más fuerzas, dándome un dolor agudo en mi cráneo.

—No caeré tan fácil, ahora vete —respondí. Sentí como la presencia en mi cabeza desaparecía y la calma volvía a resurgir.


Buscar un refugio para realizar un plan maligno que estoy seguro que dará un efecto positivo. Esa era la clave ahora mismo. Antes debía volver a usar el poder que me otorgó Hades, y cambiar de forma una vez más. El dolor que siento por esos minutos en incomparable, pero es la única forma de permanecer oculto.

Chequeé nuevamente que no hubiera nadie observándome, y me dispuse a transformarme en un muerto.

Hades, te necesito nuevamente, dame un cuerpo nuevo para poder refugiarme y no ser encontrado por los humanos —recité mentalmente esperando una respuesta.

Empecé a sentir como mi organismo iba cambiando de forma, y a medida que esto sucedía, un ardor exorbitante surgía de todos lados. Ahogué un grito de dolor mientras mi cuerpo empezaba a tomar forma de un niño de unos siete u ocho años.

Pasados los minutos, pasé de ser el secuestrador de un avión a un niño rubio y adorable. Claro, sin mencionar todo el sufrimiento que pasé. No podré utilizar nuevamente mi cambio de forma en unos días, ya que sería imposible soportarlo.

Ahora ya podía dedicarme a mi plan: necesitaba un lugar seguro y una computadora.

Es hora de dejar de ocultarnos y demostrar que estamos aquí.

Es hora de que vean quiénes somos.

Es hora de causar pánico mundial.

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¡Por todas las anchoas!

¿Qué les pareció el capítulo?

Los veo el próximo domingo...

Elegidos: Batalla por la humanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora