Capitulo 24: Batalla

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Narra Sophie:

El momento que todos estábamos esperando llegó de una vez por todas. Quizás no con el enemigo que creíamos que íbamos a enfrentar, y no de la forma que cualquiera de los Defensores podría haber imaginado.

¿Batallar contra Zeus en la pelea más épica, luchando junto a los propios Dioses en una confrontación de medidas descomunales? Ni un mismísimo profeta lo hubiera previsto.

Divisé el campo de batalla desde lo lejos, visualizando a mis aliados y mi único enemigo. Zeus tenía un tamaño de seis metros de largo y unos tres metros de ancho. Antes de nuestra llegada, estaba logrando persuadir los ataques de los enemigos para contrarrestarlos y causarles fuertes daños. Llegamos en el momento justo.

Hasta ahora no había fatalidades. Todos los Dioses y semidioses luchaban con esmero para vencer a su oponente. Algunos con sus propios poderes, otros con las armas que Hefesto les había otorgado. La llama sagrada es dañina para quien sea, incluso Zeus.

Volteé mi mirada hacia atrás y no pude sentirme más feliz de lo que veía: un equipo de cincuenta hombres, entre ellos miembros del FBI y S.W.A.T venían en camino. Logré divisar a mi antiguo jefe: el director del F.B.I de Washington, Mark Johnson. Su mirada de perplejidad ante lo que veía era incomparable, pero se lo notaba firme.

 Su mirada de perplejidad ante lo que veía era incomparable, pero se lo notaba firme

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—Sophie, nunca creí que volvería a verte. Menos en estas circunstancias tan anormales—comentó con una mueca mientras me daba un abrazo—. ¿Qué eres? ¿Quién eres? ¿Qué es esa cosa gigante que tenemos que combatir?

—Si te lo digo no me vas a creer—contesté.

—Pruébame.

—Soy una semidiosa, hija de Atenea. Me han elegido para defender a la humanidad de sus invasores—respondí intentando pronunciar la menor cantidad de palabras posible. A solo un par de kilómetros, Zeus luchaba con fiereza.

—Tienes razón, estás demente—dijo el director del FBI con mucha seriedad.

—No me importa si me crees o no, Johnson. Puedes ver con tus propios ojos que esa criatura es divina, además de todas las demás cosas que han sucedido en este tiempo: el robo del avión, los vídeos perturbadores, el incidente que hubo en El Cairo. Todo está relacionado con nosotros, los Elegidos.

—Supongamos que te creo, pero ahora dime, ¿quién es esa bestia?—reiteró una vez más su pregunta.

—El mismísimo Zeus. El rey de los Dioses ha venido a destruirnos, junto a todo lo que se encuentre en su camino—contesté mientras lo observábamos. No estoy segura de que Johnson me haya creído.

—¿Y por qué tus antiguos enemigos ahora son tus aliados? Si no me equivoco, he visto a varios de ellos por la televisión —dijo señalando al equipo de Asesinos.

—La única manera de destruir a Zeus es uniendo fuerzas. Todos para uno, uno para todos. Ya veremos que pasará luego de la Batalla—comenté pensativa. El equipo de Johnson miraba impaciente, esperando una orden de su jefe.

—Por las cosas que estuve viendo, parece que estás de nuestro lado. Dime que pueden hacer mis hombres. Los ayudaremos a derrotar a... Lo que sea esa cosa—respondió. Que lindo se sintió escuchar esa frase.

—¿Sólo cuentas con estos hombres?—pregunté. Cincuenta hombres no alcanzaban.

—No, claro que no. Los equipos Beta, Gamma, Delta y Charlie están apostados en el perímetro. Todos están bajo mis órdenes.

—No esperaba menos de ti, Marc—dije echándole una sonrisa—. Tus equipos deben rodear a Zeus de forma que puedan disparar a una distancia en la que no corran un peligro excesivo. Necesito que se ubiquen detrás de los Elegidos y los Dioses que estarán luchando más cerca. Y tengan cuidado, no vaya a ser cosa que los aniquile uno de los nuestros.

—Entendido—contestó. Hizo un ademán para decir algo pero luego se frenó—. Espera, ¿dijiste Dioses?

—Larga historia, Marc. Te la contaré cuando todo esto haya acabado—le respondí. Johnson se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia un nuevo punto estratégico junto a su equipo. Me saludó de la misma forma que lo hacía cuando yo estaba en el F.B.I y no pude evitar rememorar las viejas épocas.

Me tomé un segundo para visualizar el terreno. No había grandes edificios a la redonda, y tampoco civiles que pudieran salir lastimados.

Giré mi vista y ahí estaba Atenea: evaluando la escena expectante, al igual que yo. Por algo le dicen la Diosa de la estrategia y la sabiduría, ¿no? Cruzamos miradas e instantáneamente sabíamos que las dos pensamos lo mismo.

Atacar desde prácticamente un mismo ángulo sin potenciar nuestros poderes e intentando realizar ofensivas individuales no estaba dando resultado. Hay que cambiar de estrategia.


—Diles a todos que roten constantemente de posición: adelante, atrás, a los costados de Zeus. Se tiene que volver loco. Si logramos que todos estemos ejecutando nuestros poderes al mismo tiempo, le será difícil contrarrestarlo—gritó mi madre. Los estruendos eran muy fuertes.

—No podría haberlo dicho mejor. Escucha, tenemos doscientos cincuenta soldados que nos apoyan. Rodearán el perímetro protegiendo nuestras espaldas—dije con optimismo. Esta Batalla es nuestra, no puede vencernos.

—Excelente. Ahora necesito que vayas con Hefesto, él te dará lo que necesites para luchar—contestó mi madre. Cuando estaba por comenzar a correr hacia Hefesto, Atenea tomó mi brazo—. Hija, cuídate.

—Lo haré. Sacaré a Hefesto de la Batalla, debe enfocarse en la forja de nuestras armas. Corre mucho peligro estando tan cerca. Nos vemos luego, ma—me despedí sin más.

Corrí con todas mis fuerzas hasta llegar al epicentro de la Batalla. Tomé a Hefesto y le hice una señal de que me acompañara.

En nuestro intento de ocultarnos en una pequeña tienda que había quedado intacta, se sintió un estallido.

Un estallido que emanaba toda la furia de Zeus.

Un estallido que acabó por dejarme inconsciente.

Un estallido que para otros, seguro fue fatal.

Elegidos: Batalla por la humanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora