Sydney, Australia.
Narra Petra:
Duro como la roca. Así eran todos mis artefactos que rodeaban mi habitación. Como no tenía nada más que hacer, empecé a crear objetos de guerra con mi poder. Vaya, creo que me sobrepasé un poco.
Lanzas, flechas, escudos, espadas, armas, rifles de francotirador, todo lo que te imagines.
Lo más gracioso de todo es que mis manos las inventaron. Es como si yo pensara en ello y mis manos hacen el resto. Tarda horas, pero el resultado siempre es el esperado: un nuevo objeto despiadado con mi llama sagrada que acabará con todo el que se interponga en mi camino.
Entre tanta monotonía aquí en Australia, donde solo me podía divertir matando algún humano que otro, todo es aburrido. Hank me dio órdenes específicas de permanecer aquí en Oceanía, aunque varios de nuestro equipo necesitaron ayuda y no me dejó dárselas. Ahora solo quedamos cuatro, sin Arick y Owen.
Seis meses pasaron ya, y yo sin poder hacer nada.
Mientras vagaba en mis pensamientos, alguien estaba golpeando la puerta de mi casa. Cautelosa y sin saber quien estaba detrás, la abrí: un hombre de unos cuarenta años, de piel morena y ojos claros, estaba parado observándome atentamente.
—Hija, que lindo es poder conocerte de una vez por todas—dijo el hombre.
¿Acaso es Hefesto, mi padre Dios del Olimpo?
—¿He-Hefesto?—titubeé.
—El mismo, mi querida Petra—contestó dándome un abrazo. No lo rechacé, pero claro que me sentía incómoda con la situación.
—¿Q- qué haces aquí? —volví a titubear. Ni siquiera sé porque estoy nerviosa. Parezco una estúpida rubia de secundaria que se sonroja al ver el chico popular que le agrada.
—Los Dioses hemos venido a ayudar. A ser parte de la batalla—respondió. Eso me sorprendió aún más.
—¿Cómo es posible? Se suponía que nosotros estábamos arriesgando nuestras vidas porque ustedes no eran capaces de hacerlo.
—Las reglas y todo en lo que creíamos se ha ido al comino. Digamos que Zeus ya no es el rey de los Dioses y nosotros tomamos la decisión de venir aquí. El Olimpo no es lo mismo que antes.
—Entonces, ¿que se supone que haremos? ¿Dónde están los demás Dioses?—pregunté confundida.
—Seguir con la batalla. El objetivo sigue siendo el mismo, solo que ahora recibirán nuestra ayuda descomunal. Nuestros poderes son mucho más poderosos. Los demás Dioses están hablando con sus hijos, como yo lo estoy haciendo ahora—respondió. Sacó la mirada en mí y comenzó a ver todas las armas que estaban alrededor del living de mi hogar. Se lo notaba sorprendido.
—¿Qué te parece? ¿Ha sido un buen trabajo?—pregunté nuevamente.
—No podría haberlo hecho mejor. Todos estos objetos son... Perfectos—dijo tomando una de las espadas y comenzando a moverse con ella.
—Gracias padre. Ahora dime, ¿qué vamos a hacer?
—Nos reuniremos todos en Estados Unidos y hablaremos de los nuevos planes. Hank ya no está a cargo, aunque seguirá siendo la figura de autoridad entre ustedes—contestó.
—Ah, está bien. ¿Oíste que perdimos dos Elegidos?—interrogué. No estaba segura de si mi padre sabía de las últimas novedades.
—La muerte de Arick ha sido estúpida. Y la de Owen no era una mala idea, pero terminó rodeado. Las balas que disparó casi matan a la Elegida de Poseidón, pero no lo lograron. Es una verdadera pena—dijo con una mezcla de enfado y tristeza.
—No podría estar más de acuerdo. ¿Podemos irnos de una vez?
Antes de que Hefesto pudiera contestarme, comencé a sentir una presencia dolorosa en mi cabeza. Vi como a mi padre le sucedía lo mismo. El sufrimiento era terrible.
—¡¿Qué está pasando?!—grité mientras me agarraba la cabeza con mucha fuerza.
—¡Es Zeus! ¡Se metió en nuestras cabezas!—respondió Hefesto, dolorido igual que yo.
De pronto, a ese dolor se le agregó una voz grave, que era imposible no reconocer:
El rey de los Dioses.
Sus palabras fueron concisas y claras:
"¿Rendirme y dejar el trono? No, eso no.
¿Acabar con todos aquellos que me subestimaron? Esa parece una buena idea.
Ya no soy un mito.
Ya no seré dominado por sus decisiones.
Después de todo, seré al único al que puedan obedecer.
Voy por todo lo que se cruce en mi camino.
Les recomiendo alejarse."
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¡WOOOOOOOOOOOOOOOOOW!
Hasta a mi me sorprende tanta locura.
¿Qué les parece este cambio? ¿Les sigue agradando Elegidos?
¡Gracias por leerme!
Nos vemos muy pronto, humanos.
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Elegidos: Batalla por la humanidad
PertualanganLos dioses del Olimpo están divididos. Una mitad quiere acabar con los humanos para introducir un nuevo ser vivo en el planeta, mientras que el resto se opone ciegamente a la propuesta. Zeus, rey de los dioses, determina que cada dios deber...