Narra Sophie:
Ya no había atisbos de esperanza. No como los que tuve con que Hallie. Mi amigo y compañero Angelo está muerto.
Me desplomé al suelo. Una decena de muertos más yacían a solo unos metros de nosotros, los que sobrevivimos al estallido.
Oía que mi madre me hablaba, intentando averiguar si me encontraba bien. Pero nada estaba bien. Ninguna de esas cosas lo estaba. Me encontraba perdida en mi propio abismo. Sola.
Es increíble, ya que uno no se da cuenta cuanto aprecia a una persona hasta que esta desaparece. Es lamentable como funcionan las cosas a veces.
Angelo siempre estuvo para mí. Desde que comenzó la Batalla me salvó en varias oportunidades y acompañó como solo él podía hacerlo. Sin dudas, fue un amigo increíble. Sobre todo, buena persona.
Ay Angelo, ¿por qué debías dejarme aquí? ¿Quién se aparecerá cómo sólo tú hacías? ¿Quién?
—Sophie, levántate. No podemos llorarlos ahora. Zeus sigue ahí —dijo mi madre. Era la primera vez que me puse a prestar atención a sus palabras. Atenea ayudó a levantarme, haciéndome una caricia y mostrando un rostro compasivo al ver el dolor por el que estaba pasando.
Miré a mis costados: Ares, Hank, Hallie, Feier, Poseidón, Félix, Artemisa, mi madre y yo éramos los únicos sobrevivientes.
Nos miramos por unos segundos que parecieron minutos. Horas. Días. Segundos eternos. Estoy segura que todos desearían frenar el tiempo para siempre. Sentí como si ya nadie tuviera más ganas de sufrir y luchar. No lo estaban disfrutando. Ni siquiera Ares, que parecía conmocionado por la muerte de todos sus colegas.
Demostrando ser la auténtica líder, aquella que nunca se rinde y persiste aún ante las adversidades, mi madre habló:
—Sé que les queda poca energía. Poca motivación. Pocas ganas de continuar luchando. Realmente, los entiendo. Pero como lamentablemente saben, esta es la única chance que tenemos de derrotar a Zeus. No habrá mas oportunidades. Reúnan todas las fuerzas restantes, todo el poder almacenado y ejecuten toda su furia en el rey de los Dioses. Peleen hasta su último aliento, sabiendo que dejaron absolutamente todo lo que tenían para entregar. No se rindan. Este último round será matar o morir, así que háganlo valer. Como dije desde un principio, ¡hacia la victoria! —gritó Atenea levantando su espada con entusiasmo.
La motivación que ejerce mi madre es algo excepcional.
Con aires renovados y a paso firme, los nueve sobrevivientes salimos en busca de Zeus. Cumpliendo lo que habíamos planeado previamente, nos ubicamos de forma que el rey de los Dioses se sintiera rodeado.
Aún con mucha valentía, los soldados de Mark comenzaron a acompañarnos en nuestra retaguardia.
Zeus observaba expectante, esperando que atacáramos primero. Su cuerpo tenía fuertes heridas y parecía debilitado.
¡Además mi mamá le sacó un ojo! Que chica tan genial.
—¡Al ataque!—vociferó Atenea. De un segundo a otro, el silencio se transformó en un ruido ensordecedor ante los estruendos que se ocasionaban por la Batalla.
Desenfundé la espada que Hefesto había creado para nosotros con su llama flameante y poder destructor.
Me abalancé sobre los pies de mi enemigo, que hasta ese momento no me había prestado atención. Clavé mi espada en la punta de su pie derecho, causando que se retuerza del dolor y me eche un manotazo que me hizo volar por los aires varios metros. Cuando estaba a punto de tener una estrepitosa caída, mi ex-jefe Mark Johnson se arrojó al suelo para evitar el impacto.
—Eso estuvo cerca, ¿no?—dijo con una pequeña sonrisa. Se la devolví con gusto. Hubiera sido un golpe feo.
La Batalla ahora estaba a nuestro favor. Zeus se defendía con dificultad y logré divisar en su rostro una mueca imposible de ocultar: tenía miedo. Miedo de morir. Aquí ya no es inmortal. Ninguno lo es.
Nos resta darle el último puñetazo. Último esfuerzo.
Yo era quien debía dar esa motivación extra. Alguien debía inspirar a los demás para liquidar a Zeus.
—¡Voy por ti, rey de los Dioses! ¡Hasta aquí llegó tu reinado!—bramé con un vigor y ánimo admirable. Noté como todos comenzaron a gritar con más fuerza que yo, fortaleciendo sus ataques.
Zeus cayó de rodillas. Rendido. Sus probabilidades de vencer eran nulas.
Como si de su despedida se tratara, un rayo muy poderoso cayó del cielo impactando a la persona menos esperada.
Antes de ser derrotado, Zeus asesinó una vez más.
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Elegidos: Batalla por la humanidad
PertualanganLos dioses del Olimpo están divididos. Una mitad quiere acabar con los humanos para introducir un nuevo ser vivo en el planeta, mientras que el resto se opone ciegamente a la propuesta. Zeus, rey de los dioses, determina que cada dios deber...