Narra Sophie:
El último rayo, aquel que expresó el último aliento de Zeus, cayó sobre el único de sus hermanos que seguía vivo en la Batalla: el inigualable Dios de los mares, Poseidón.
El rey de los Dioses cumplió su tarea final, dejando un muerto más en su larga lista de asesinatos.
Su intento de vencernos había fallado y ya no quedaba más nada por hacer. Solo unos segundos más tarde, se desmoronó y pronunció una última palabra que, en ese momento, me resultó aterradora:
Volveré.
No era momento de detenerse para pensar en esta última advertencia de Zeus. Llegado el momento pensaremos cuál es su significado.
Ahora necesitamos consolar a Hallie. Su padre ha muerto, y ni siquiera han tenido tiempo de despedirse. Es una muerte dolorosa para todos los que siquiera apreciaban un poco a Poseidón.
A decir verdad, todas las muertes han sido dolorosas.
Exhaustos y agotados, observamos lo que era esa triste escena: centenares de muertos, entre ellos varios semidioses, alguno de sus padres y muchos soldados del equipo de Mark.
¿Cuántas personas más deberán morir por este capricho de los Dioses? Nos han inculcado que debemos tener odio por nuestros enemigos, y que debíamos hacer todo lo posible para eliminarlos.
Pero luego de haber vivido todo lo que viví en estos meses, ¿es realmente necesario acabar no sólo con la vida de humanos inocentes si no también con la nuestra? No me parece justo para nadie.
—¿Y ahora qué? —pregunté—.¿Continuaremos siendo enemigos?
—¿Qué dices, pa? —dijo Hank. Por como hizo la pregunta, parecería como que quiere que todo esto llegue a su fin. Ares pensó su respuesta por un segundo.
—Los humanos nos han demostrado que están dispuestos a sacrificarse por una causa que ni siquiera les pertenecía. Se hicieron valer por sí mismos, y eso para mí significa muchísimo.
—¿Tregua? —retrucó Atenea.
—Ahora mismo ese es nuestro destino más certero. Debemos volver a agruparnos y poner orden en nuestro abandonado Olimpo. Esto es una tregua, Atenea —respondió Ares estrechando la mano de su enemiga eterna.
—¿Dónde está Petra? —dijo Hank buscando entre todos los cuerpos de nuestros colegas. No lograba encontrarla en ningún lado: ni muerta, ni viva.
¿A dónde pudo haber ido? No lo entiendo.
Comenzamos a caminar en busca de la Elegida de Hefesto. Al girar en una esquina, allí estaba. Sentada contra la pared.
Llorando desconsoladamente.
—Petra, ¿qué ha pasado? —preguntó Hank, intentando consolarla con un abrazo. De repente ahora todos éramos amigos. Vaya situación más rara. Primero enemigos, luego aliados.
—M-mi padre. El voló por los aires, como si de una hormiga se tratara. Fue espantoso —contestó Petra en un sollozo. Estaba temblando, y a pesar de los esfuerzos de Hank, resultaba difícil calmarla.
—Déjenme a solas con ella. Yo me encargo —nos ordenó el Elegido de Ares.
Cumpliendo con la demanda de Hank, el resto se alejó de aquella esquina, acercándose a donde se encontraba Mark y los soldados que habían sobrevivido.
—Vaya pelea, ¿verdad? —preguntó Mark.
—Sí. Ha sido brutal. Por cierto, gracias —contesté agradeciéndole por haber interferido en mi caída.
—No hace falta que agradezcas. Es lo que hacemos. Servir a nuestros ciudadanos —respondió con su solemnidad de siempre—. Escucha, quería decirte que si algún día deseas que salgamos o vayamos a tomar algo yo estaré encantado. Tienes mi número por cualquier cosa.
Esto sí que era una sorpresa. El director del FBI quería salir conmigo. Interesante.
—Está bien Mark, lo tendré en cuenta —dije sin mostrar ni desinterés ni emoción.
—Mi labor aquí ha concluido. Cuídate mucho, Sophie. Espero que el mundo pueda tener respuestas sobre quiénes son ustedes. Merecen saberlo —contestó Mark. Sin mirar atrás, se volteó con todo su escuadrón y emprendieron el regreso a casa. Debo decir que lo había extrañado un poco.
Mi estado de ánimo era muy volátil: habíamos perdido un montón de colegas pero también vencimos a Zeus, sin olvidarse de que Mark Johnson quería salir conmigo.
¿Qué se supone que debo sentir en este momento?
¿Tristeza?
¿Dolor?
¿Alegría?
¿Enojo?
¿Complacencia?
No lo sé.
Hallie se acercó hacia dónde estaba parada observando. La miré por un instante e instantáneamente nos cernimos en un abrazo reconfortante.
Un abrazo que causó en nosotras una sensación más que clara: todo había acabado. La Batalla concluyó.
Ahora mis objetivos están más claros que nunca: protegeré a los humanos de aquello que vaya a amenazarlos, y combatiré contra sus enemigos hasta el resto de mis días.
Soy una Defensora de la humanidad. Nada podrá cambiar eso.
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Elegidos: Batalla por la humanidad
AdventureLos dioses del Olimpo están divididos. Una mitad quiere acabar con los humanos para introducir un nuevo ser vivo en el planeta, mientras que el resto se opone ciegamente a la propuesta. Zeus, rey de los dioses, determina que cada dios deber...