Capítulo veintidos.

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Otro día, un día menos para morir, un día más para vivir, sentir la adrenalina de cómo la vida te puede deshacer y rehacer en un segundo.

Me pongo boca arriba, miro hacia el techo pero realmente estoy prestándole atención al infinito que viene.

Kaley está asustada, ¿huir es la respuesta?, no, porque ¿y si tienes miedo de ti mismo? no podrás huir, porque a donde quiera que vayas, tu conciencia no te dejará y tu mente trabajará las veinticuatro horas. ¿Entonces?, enfrentar tus miedos, quizá. ¿Dejar de vivir?, no... no lo creo. Optaría por la segunda opción. ¿En su cuarto habrá alguna pista?
Había dicho que tenía sus cartas en una caja.

Me levanté hecho rayo, pasé por su puerta. Y de inmediato su olor se impregnó a mi nariz, la extrañaba, si que lo hacía. Su cama estaba hecha un desastre, me pareció ver unas medicinas, y que recuerde no estaba enferma. Levanté alguna colchas y sabanas, habían cientos, cientos de botes de pastillas.

¿Intentó suicidarse?

Entonces había una nota debajo de su almohada.

Querida Kal.

¿Por qué eres así?, ¿por qué no actúas en vez de decirte un millón de insultos de pensar como suicida?

La verdad no quisiera que te recordaran como la chica que fue débil; sé fuerte, no dejes llevarte por el miedo que te paraliza.

Date una oportunidad a ti misma.

Con amor, Kal.

Una carta para ella misma.

Más allá de los ecosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora