Capítulo cuarenta y dos.

371 68 1
                                    

— ¡Eres un hijo de perra! —Grité, éste sólo sonrió con picardía. Me calmé, los actos ya hechos por él, la manera de hablar, de responder, no eran de él. Desde que lo conocí, era la persona más tranquila, más amorosa, más... diferente de ahora. En sus ojos se podía ver cómo había cambiado, sólo era una fría persona más, por efectos de un corazón roto.

Un ataque de rabia me había tomado de sorpresa, abalanzándome hacia el, un par de manos me tomaron.

—Kaley, tranquila, no sé qué pasa, pero ya.

Al voltear me encuentro a Axel, Ónix y al ya no tan famoso Thomas. Me solté. Los miré.

— ¿Que haces aquí? —Su presencia me había causado una mezcla de enojo y de alegría. Carraspeó y rascó su nuca.

—Ten. —Tomé la hoja que me brindaba, donde estaban escritas algunas palabras.

Kaley.

Así pueden ser tus días con Tres, unos grandes huracanes que te persigan por todo la vida.

Tres me atrapó, sabe de mi, está detrás y viene persiguiéndome.

Ya sólo te puedo dar información que ya sabes, cuídate.

Atte. Número desconocido.

— ¿Quien te dio éste recado? —Pregunté aún con la vista en ella.

—Una mujer. —Volteé para saber más con una gran sonrisa en el rostro.

— ¿Como era?

—No recuerdo su nombre, estatura mediana, cabello a la media espalda, ondulado, está recién divorciada, al menos eso me han dicho cuando pasó por ahí... ¡Ah! Y... Acaba de perder a su hija.

— ¿Ingrid?

Más allá de los ecosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora