20 de Agosto 1849. Palacio de Buckingham.
Todos los peores escenarios se formaron en la mente de Owen. Sentía esa opresión en su pecho de saber que todo terminaría muy mal. No podía dejar de sacar de su cabeza aquella pequeña expresión de satisfacción que vio en el príncipe de Francia, antes de subir al carruaje que lo llevaría al hospital dónde Arthur estaba siendo atendido. Él indirectamente trabajaba para aquel hombre, y ahora que lo conocía solo tenía ganas de romper su rostro a golpes. ¿Cómo sentir satisfacción del dolor ajeno? Y lo peor es que él esperaba sentirlo cuando por fin asesinara a James Prestwick.
Aunque a sus ojos matar era algo rutinario, no podía sacar de su cabeza que había asesinado a uno de los suyos. La única familia que conocía aparte de David, eran esos hombres, una gran familia, extraña y poco cariñosa, pero al fin y al cabo, sabían que sin si quiera decirse una palabra, se defenderían los unos a los otros hasta la muerte, y él había traicionado eso. Él acabó con ese vínculo y lo que le destrozada era saber por quienes lo había hecho.
"No es nada sentimental, ellos iban a arruinar la misión, debías hacerlo. Pero ¡Qué diablos hacían ahí! ¿Por qué me hiciste esto Joseph? ¿Qué pretendes? ¡Debía dejarlos morir! Era eso, una prueba. Si era una prueba entonces fallaste".
***
El camino hacia el lugar dónde tenían a Arthur se hizo demasiado lejano a los ojos de Owen.
Bajó desesperado antes de que el carruaje terminara de detenerse. Una de las enfermeras le indicó con la mirada dónde se encontraba el príncipe, y el exceso de seguridad le confirmó el lugar preciso. De una patada abrió la puerta.
Luego de tantas almas sobre su cabeza el valor de la vida había perdido significado. Podía contar las veces que una muerte apesadumbró su corazón y desgarró su alma, eran muy pocas, y justo ahora que veía al niño con si torso desnudo y sus labios morados, supo que esa muerte también la sentiría.
Arthur era un niño más, él había visto a tantos morir, niños más pequeños que él, más inocentes de su nefasto destino. ¿Qué de importante tenía Arthur? ¿Era mejor que el resto por ser un príncipe? Unos meses atrás tal vez Owen haya podido intentar esconder su satisfacción, así como el príncipe de Francia. En la noche habría hecho una gran celebración y de ser posible, junto con el clan pasarían el resto de la noche jugando con la cabeza del principito. Pero ahora no podía imaginar ese delgado cuerpo decapitado, no podía encontrar satisfacción en la muerte de ese pequeño, ni en las amargas lágrimas del rey que tanto odiaba.
Sí, Arthur era un niño más, y como un niño más, no merecía morir, al igual que todos era puro e inocente.
Observó al doctor que con bata blanca y una aguja en sus manos se disponía a cerrar la herida del estómago de Arthur. Habían limpiado la herida, aunque esta no dejaba de sangrar. Owen observó al hombre preparar la aguja y se quedó observando aquella horrible herida en aquel pequeño estómago pálido. Ya el hombre presionaba la aguja cuando Owen lo alejó de un empujón.
—¡Owen! ¿Qué haces? —gritó Aimé desde su posición al lado de su hermano menor.
James quien aún sostenía la cabeza de su pequeño, también lo observaba con expresión interrogativa.
Owen se acercó más a Arthur, presionó la herida, y pasó sus manos por aquellas pequeñas líneas violetas que apenas se estaban formando alrededor de la piel cercenada del pequeño.
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Ennoia. La esperanza de un corazón abatido
Historical FictionUn Rey y una Reina marcados de por vida por la desaparición de su primogénito. Una joven princesa cansada de vivir bajo la sombra de su hermano perdido. Dos huérfanos unidos por lazos de sangre, guiados por otros hacia un camino incorrecto. ...