Primero que nada, este capítulo se lo dedico a Paula Montes que hoy está de cumpleaños. Paula fue realmente una suerte haberte encontrado como lectora, muchas gracias por tu apoyo, tus hermosas palabras, nunca tendré cómo pagarte todas las alegrías que me has dado a través de tus palabras. Espero celebrar contigo muchos cumpleaños más y que este solo sea el primero de una larga amistad.
De corazón quiero que disfrutes el capítulo. Feliz Cumpleaños!!!!
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15 de Agosto 1849. Palacio de Buckingham.
Aimé quería cabalgar un momento, pronto sería el baile de bienvenida para Owen, los preparativos tenían a todo el palacio de cabezas, una gran multitud de princesas vendrían para darle la bienvenida al futuro soberano, y aquello no podía ponerla de más mal humor.
Agitando su fusta caminaba y caminaba por el jardín dirigiéndose a los establos, aligeró el paso al notar a un joven durmiendo recostado en un árbol. Una manta lo cubría del frío y unas cuantas hojas habían caído en aquellos oscuros cabellos castaños. Se extrañó al no ver a Estella por los alrededores.
"¿Cómo se le ocurrió dejar a su hermano solo?"
Tal vez lo mejor que podía hacer era continuar con su camino, hacer el menos ruido y desaparecer, pero no le gustaba la idea de dejar al niño ciego solo.
"Tal vez te puedas esconder detrás de un árbol y vigilarlo. Pero... ¿Por qué tendrías que esconderte? Él es ciego".
Jeremy comenzó a despertar y Aimé se quedó estática sin poder mover un músculo, se sentía nerviosa como si la hubieran agarrado haciendo algo malo.
Él estiró los brazos y quitándose un poco la manta comenzó a tantear en búsqueda de su hermana. Tocó y tocó el grosor del árbol y ya más asustado se arrodilló intentando encontrarla.
—¡Estella! ¡Estella!
Intentó ponerse de pie pero al pisar una enorme raíz cayó al suelo raspando su rodilla.
—¡Estella! ¡Estella! ¿Dónde estás? ¡Estella!
Estaba llorando apoyado al árbol, abrazando sus rodillas. Aimé salió de aquel estado de inconsciencia para correr a su lado. Jeremy escuchó los pasos apresurados y esperanzado alzó el rostro empapado en lágrimas.
—¡Estella! ¡Estella!
—No, no soy ella —dijo Aimé arrodillada frente a él. Tomó aquellas manos que buscaban desesperadas el contacto con su fortaleza y torpemente comenzó a acariciarlas.
Jeremy se sintió apenado, aunque continuaba asustado.
—Soy Aimé —habló despacio.
—¡La princesa! Disculpe yo...
Aimé entendió por qué Elisa no hacía más que hablar de las dos esmeraldas que Jeremy tenía por ojos. Los ojos de su madre también eran verdes, pero no se comparaban en belleza a los del niño frente a ella.
"¿Cómo es que aquellos ojos no puedan ver?"
—No hay de qué disculparse, paseaba por aquí. Estella ya debe estar por volver. Te acompañaré mientras vuelve.
—No es necesario, de seguro tiene muchas obligaciones. Yo la esperaré. —Él con delicadeza retiró sus manos de las de Aimé y comenzó a limpiar sus lágrimas.
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Ennoia. La esperanza de un corazón abatido
Ficción históricaUn Rey y una Reina marcados de por vida por la desaparición de su primogénito. Una joven princesa cansada de vivir bajo la sombra de su hermano perdido. Dos huérfanos unidos por lazos de sangre, guiados por otros hacia un camino incorrecto. ...