Capítulo 23.- Un adiós y un comienzo. El ciclo de la vida (Capítulo final)

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Nota: Encontraran los videos de las melodías tocadas, así que sería lindo si las reproducieran mientras leen para que sientan mejor el momento. 

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1 de noviembre, 1849. Londres.

Pese a las quejas del parlamento y de los consejeros, James decidió que Owen tuviera un entierro digno. Si bien la ceremonia se llevaría a cabo en la capilla del palacio, todo lucía hermosamente adornado con rosas blancas.

David aún no podía ponerse de pie, así que Stephanie decidió no comentarle del entierro.

Tan solo se encontraban Aimé, Arthur, Stephanie, James, Steve y Alberth con sus respectivas familias.

El ataúd estaba allí en medio, con la tenue luz de un rayo de luz alumbrándolo. Era un día extrañamente claro. Sin nubes grises, sin la amenaza de lluvia. El sol brillaba con gran esplendor y el cielo nunca fue más azul.

Aimé se acercó al ataúd y dejó el caracol que estaba dentro de la pieza de vidrio en las manos de Owen.

—El caracol desafortunado por el destino siempre fuiste tú, y ahora eres libre. Sé libre Owen. No eres mi hermano, ni mi tío, solo eres Owen y tal vez algún día volvamos a vernos. Dónde sea que estés no dejes de ser odioso. Siempre extrañaré a mi primer amigo.

Unas lágrimas cayeron sobre Owen y respirando hondo volvió al lugar al lado de sus padres.

El padre comenzó su discurso, pero aquellas era palabras vacías. Él no lo conocía, no tenía idea de sus sentimientos. El vacío discurso terminó y Estella dirigió a Jeremy al piano.

Aimé salió de sus pensamientos para entender lo que pasaba.

—No pude conocer bien al príncipe —comenzó diciendo Jeremy sentado en el banco del piano. Él lo llamó príncipe, no Owen, Jeremy sabía que Owen no era el príncipe, pero eso es lo que fue y no pensaba quitarle el título. Aimé internamente le agradeció ese gesto—, pero sé que amaba la buena música, en una oportunidad me lo comentó, y aunque las clases de piano que le prometí nunca llegaron a cumplirse, hoy quiero dedicarle esta melodía. Solo la música trasmite lo que las palabras no pueden expresar, la música puede resumir una vida y aun así no quitarle la gloria. No lo conocí para poder ver su alma, pero siempre que estaba las personas reían, tenía el don de hacer sentir bien, y creo que más allá de eso hay tantas cosas de él que jamás conoceremos, pero él me escuchó tocar esta canción una vez, me preguntó cómo se llamaba y yo le dije que "Silencio", él dijo que sonaba a él, así que hoy despido a un gran hombre que subsistió desde el silencio.

La triste melodía comenzó y todos los presentes arrancaron a llorar. Aimé con grandes lágrimas cayendo de su rostro, supo que esa melodía y solo ella decía todo lo que Owen era, todo lo que fue y tal vez lo que pudo ser.

Owen fue un joven alegre y decidido ante todos. Siempre caballeroso y atento, elocuente e inteligente; fuerte y perspicaz, pero nunca nadie conocería realmente su historia. David tenía su infancia, Joseph su adolescencia y parte de su adultez, pero nadie pudo saber lo que había en su corazón. Owen se fue sin saber el nombre de su madre, sin saber si alguna vez lo quiso. Owen no tuvo más familia, ni tampoco la esperanza de algún día encontrarlos. Pero no importó el origen de su sangre, ni su educación, había algo que nunca se borraría y era el amor, porque de todo lo que vivió lo más hermoso y significativo no fueron sus días de falso príncipes, fueron esos días en una colina helada, en dónde junto con su hermano vivió las más terribles y maravillosas aventuras, fueron esos días los que formaron su carácter.

Ennoia. La esperanza de un corazón abatidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora