Capítulo 12.- La vida Continúa.

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10 de Julio 1849. Londres.

Alguien lo sacudía y su vista borrosa aún no discernía bien el lugar dónde se encontraba.

—Ya es hora de despertar, vamos, no tenemos toda la noche.

Dijo una voz distante, intentó levantar la cabeza para ver a quien le hablaba, las sacudidas no terminaban, y los gritos de ese hombre le estaban causando más dolor de cabeza.

—Owen vamos, debes escribir la carta, nunca has sido tan débil.

—¿Qué carta? —Logró preguntar.

La vista se hizo más clara y notó que estaba recostado al escritorio, con una hoja frente a él y una pluma entre sus dedos.

—Debes escribir lo que Sebastian te dicte. Una carta al príncipe, explicando tu partida apresurada de Londres, es solo eso —susurró Athalía en su oído.

Owen asintió y comenzó a escribir. Su caligrafía no era buena, y en el estado en que estaba resultó más difícil de entender, pero eso era todo lo que podía dar.

Minutos después solo fue arrastrado a la carreta y un largo viaje le esperaría.

11 de Julio 1849. Londres, Palacio de Buckingham.

Arthur acostado en el sofá del salón, no dejaba de jugar con sus pies y suspirar con fastidio.

—Es tan aburrido que Owen no esté —se quejó—, y yo que hice todas mis tareas ayer para poder estar libre hoy.

—Estudia algo más Arthur, no te hará mal, sin mencionar que te hace falta, no eres ni por lejos el príncipe más listo del continente.

Arthur se disponía a contestarle a Aimé, pero la llegada de su madre reprimió sus palabras.

—Arthur, mi amor. —Stephanie con mucho cariño se sentó a su lado envolviéndolo en un fuerte abrazo y depositando un sonoro beso en su frente. —La señorita Perk dice que no estás muy animado ¿Quieres hacer algo para remediar eso? Hace mucho que no consiento a mi niño.

—¡Vaya! Se le pasó el luto por el esclavo a la reina —bufó Aimé.

—¡Aimé! Soy tu madre, me debes respeto. Para ti David era solo un esclavo, pero él era...

—¿Qué?¿Tu hijo? Porque acá hay dos hijos que a nadie le importan.

Stephanie mordió sus labios y aprisionó más en sus manos a Arthur. Sabía que las acusaciones de Aimé eran ciertas, no había día que no se repitiera que no era la mejor madre, no lo había sido, vivía con el recuerdo de Charles ensombreciendo cada momento de felicidad.

—Tienes razón Aimé, lo siento, de corazón lo siento. Ustedes son lo más grande en mi vida, nunca lo olviden, los amo y daría mi vida sin pensarlo por ustedes, mis dos retoños. Y sé que las palabras no bastan, así que de ahora en adelante pasaremos mucho tiempo juntos.

—Mamá no hace falta, ya no...

—Sé que no podemos retroceder el tiempo, pero podemos trabajar en mejorar el presente para no tener nada que lamentar en el futuro.

—Hablando de mejorar el presente para no lamentar el futuro, mamá, me estás asfixiando —exclamó Arthur haciendo su máximo esfuerzo por alejarse de los brazos sobreprotectores de Stephanie.

Ennoia. La esperanza de un corazón abatidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora