30 de octubre 1849. Londres.
Las campanas continuaban su lúgubre vaivén y su sonido apuñalaba como una daga el corazón de Stephanie y James.
Steve alejó a Stephanie de un destrozado James que no quería dar la cara; en su mente no dejaba de rememorar los gritos de su hijo siendo agredido por él.
Stephanie sintiendo esa gran opresión en el pecho dejó de luchar y comenzó a correr hacia el lugar dónde su hijo yacía muerto. Los guardias comenzaron a seguirla y Elizabeth también fue tras ella. Las lágrimas nunca dejarían de caer, y ella ya no quería limpiarlas, tan solo quería llegar allá, ver con sus propios ojos a su niño muerto, tomarlo entre sus brazos e irse con él; eso haría.
James no podía reaccionar. Su padre se había vengado y parte de su venganza era la cordura de James.
—Soy un monstruo, un monstruo —balbuceó abrazando sus rodillas en posición fetal.
Steve intentó levantarlo pero él lloraba y gritaba. No merecía seguir viviendo, no merecía nada.
***
Horas antes.
—¿Cómo vamos a ayudarlo? —preguntó Diana nerviosa.
—Con los medios que tengamos.
—No tenemos nada. Adelaida, no hay nada que podamos hacer. David morirá y...
Diana comenzó a hiperventilar y Adelaida tuvo que sostenerla para tranquilizarla.
—No podemos pensar así. No me rendiré, haré lo que sea para salvar a David, así tenga que matar yo misma al rey para conseguirlo.
Diana le indicó que callara, no eran pensamientos que pudiera expresar en voz alta, pero Adelaida supo que precisamente eso es lo que debía hacer.
—¡Eso es! ¡Debemos asesinar al rey!
—¡Estás loca! No digas esas cosas.
—No tenemos que matarlo, solo amenazarlo. Diana no me mires así, es la única manera.
—¿Y cómo piensas acercarte al rey? ¿Crees poder salir del palacio arrastrando al rey y de paso con la libertad de David que está al otro lado?
—En la colina. Todos estarán en la colina, tenemos que acercarnos al rey, amenazarlo de muerte, obligarlo a que libere a David. No sé cómo vamos a hacerlo, pero lo haremos.
La mente de Adelaida trabajaba en un posible plan, engranando cada aspecto, intentando darle una solución al enigma.
—Supongamos que llegas al rey, posas una daga en su cuello, lo amenazas, ¿qué pasa si él prefiere ver muerto a David más de lo que quiere vivir? Tiene a todo un ejército que te disparará y adiós acto heroico.
—Jamás pensé que fueras tan pesimista. Diana, ayúdame, piensa.
—No hay nada que podamos hacer. Si tan solo Stephanie creyera en David.
—¡Eso es! El rey ama a su reina, y a su vez ama a sus hijos. Tomemos a Stephanie, a Arthur y Aimé. Nos tendrá que dar a David.
—¿Cómo piensas hacer eso?
—Creo que Stephanie no impedirá que me acerque a ella durante la ceremonia. Fingiré que me da igual David, le pediré que me ayude y estaré a su lado, o eso espero.

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Ennoia. La esperanza de un corazón abatido
Historical FictionUn Rey y una Reina marcados de por vida por la desaparición de su primogénito. Una joven princesa cansada de vivir bajo la sombra de su hermano perdido. Dos huérfanos unidos por lazos de sangre, guiados por otros hacia un camino incorrecto. ...