Capítulo 10

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En cuanto sentí sus labios sobre los míos mil mariposas empezaron a revolotear por mi estómago. Me había pillado completamente por sorpresa, por eso al principio no reaccioné y el intentó profundizar más el beso. Mi cuerpo empezó a reaccionar él solo y en vez de apartarlo, como tenía que haber hecho, le respondí al beso.

Poco a poco el beso pasó de ser un beso dulce a irse convirtiendo poco a poco en uno apasionado. Me cogió por la cintura y me acercó todavía más a él, entre nuestros cuerpos no cabía ni un alfiler de tan pegados que estábamos. Sólo dejamos de besarnos cuando tuvimos que parar para coger aire, pero en cuanto el oxígeno llegó de nuevo a nuestros pulmones, nuestras bocas volvieron a chocar con más ansias que la vez anterior.

Sus besos empezaron a bajar de mi boca, por mis mejillas hasta acabar en mi punto débil, el cuello. En cuanto empezó a darme besos ahí también empezaron a salir pequeños gemidos de mi boca. Me estaba volviendo loca y eso que sus manos seguían quietas en mis caderas. Me empujó hacia atrás y me choqué contra la nevera que estaba a mi espalda y el frío metal de ésta me hizo reaccionar.

Me separé de él al momento, dejándolo un poco confuso.

— ¿Qué estamos haciendo? — pregunté intentando horrorizarme pero no me salía.

— Estamos besándonos.

— ¡Premio para la respuesta del año! Ahora en serio, esto no se puede repetir — le dije hablando completamente en serio.

— ¿Qué? ¿Por qué? — preguntó pasándose la mano por el pelo claramente frustrado.

— ¡Porque tengo novio!

— Venga, no me jodas. Está claro que no sientes nada por él, si no me habrías rechazado.

No sabía que contestarle a eso, así que me quedé callada.

— Así no haces más que darme la razón — me dijo al cabo de un rato en silencio. — ¿Por qué estás con él?

— Mira, es tarde — contesté, lo último que quería era hablar ahora de Dani —. Y tú estás medio borracho. Seguro que hace tiempo que no estás con ninguna chica y por eso me besaste, así que vamos a hacer como si esto nunca hubiera pasado.

Parecía que quería contestarme algo más, pero simplemente contestó un vale con una mirada dolida, me dio las buenas noches con un beso en la frente y se fue. Esperaba que al día siguiente ninguno de los dos se acordara de lo que acababa de pasar entre nosotros, porque lo último que quería era que las cosas se pusieran raras entre nosotros ahora que volvíamos a estar como siempre.

El día siguiente llegó y como cada domingo después de una buena fiesta, vino acompañado de una buena resaca. Aunque esta vez la resaca no vino sola, vino acompañada de un bonito sentimiento de culpabilidad por haber besado a David después de jurarle una y otra vez a Dani que entre nosotros no pasaba nada.

¿Qué tal la fiesta de ayer? ¿Lo pasaste bien sin mí?

En cuanto me llegó el mensaje de Dani y lo vi la culpa se multiplicó por mil, no quería contestarle. Es más, no quería ni volver a hablar del maldito cumpleaños de David, pero para que no se enfadara conmigo le contesté.

Sí, me lo pasé muy bien, pero me faltabas tú.

Me sentía la mujer más hipócrita del mundo.

Media hora después de levantarme de cama, más o menos, sonó el timbre de casa. Me levanté del sofá hecha una furia para cantarle las cuarenta al desalmado que había llamado al timbre un domingo después de una noche de fiesta para torturarme con su puto sonido cuando me quedé congelada con todo lo que tenía que decir en la boca.

El que estaba al otro lado de la puerta era David, o bueno, la versión resacosa y echa mierda de David.

— ¡Necesito un ibuprofeno! ¡¡YA!! — dijo poniendo una mueca de dolor en su cara.

— Y yo necesito que te calles, ¡Ya! — contesté con ganas de matarlo. — ¿Por qué llamas al timbre y por qué gritas? ¿Es que me quieres matar?

— Lo siento, enana — dijo mientras me daba un beso en la frente, pasaba por mi lado y se tumbaba en mi sofá.

¿Enana? ¿Me había llamado enana? Hacía años que no me llamaba así, desde que había empezado a salir con Jess no lo había vuelto a hacer y no me di cuenta de cuanto echaba de menos que me lo dijera hasta ese mismo momento.

— ¿Me vas a traer el ibuprofeno o quieres que me muera aquí mismo, en tu cómodo sofá? — me preguntó trayéndome de nuevo a la realidad.

Cerré la puerta y fui a la cocina, al maldito cajón de las medicinas que estaba en el puñetero armario, el puto último cajón. Tenía que volver a agacharme para coger el puto ibuprofeno. ¿Pero por qué coño nunca me acordaba de cambiar de sitio los malditos ibuprofenos?

Después de que casi me quedara tonta del maldito pinchazo que cruzó mi cabeza al agacharme a coger la medicina para el señor y ya de paso otra para mí, así no tenía que agacharme de nuevo a coger otra, cogí dos botellas de dos litros de agua y me fui al sofá, a tirarme literalmente encima de él. Ya que él había ocupado mi sofá, yo ocuparía su espalda y sus piernas que era dónde podía echarme encima.

No fue hasta que me tiré a lo animal encima de él que me acordé una vez más de lo que había pasado la noche anterior. En cuanto mi cuerpo tocó el suyo una corriente eléctrica agitó mi cuerpo pero no me aparté, era lo último que me apetecía en ese momento. Él pareció no inmutarse por el hecho de que yo estuviera encima suyo, sólo se quejó un poco cuando me tiré encima, pero normal, lo había hecho a propósito para hacerle daño.

Mientras estábamos los dos viendo las películas malas que echaban por la televisión el domingo por la tarde uno encima del otro, empezamos a hablar de todo lo que había pasado el día anterior y lo bien que nos lo habíamos pasado. Respiré tranquila cuando me di cuenta de que no se acordaba de cómo había acabado la noche, por tanto, se había olvidado de nuestros besos. Esos besos que a mí se me quedarían grabados a fuego en el alma, él los había olvidado. Aunque mejor, porque seguramente para él no significarían nada esos besos y las cosas entre nosotros seguramente se hubieran puesto tensas si se hubiera acordado.

No sé muy bien cómo, me quedé dormida encima de él mientras estábamos viendo la tercera película mala del día. Cuando me di cuenta me desperté sola en mi habitación totalmente oscura, no sabía la hora que era, pero estaba segura que todavía era muy temprano ya que casi no se escuchaban coches en la calle.

Miré el móvil para ver qué hora era y vi que tenía tres mensajes de Dani.

¿Me echaste de menos? ¿en serio? quién lo diría teniendo en cuenta que estabas con tu adorado vecinito.

¿Ahora me ignoras? genial...

Vale, como quieras. Si así van a ser las cosas, genial. Tú lo quisiste.

Me fijé en cuando me los había mandado y eran todos de la tarde anterior, mientras yo estaba tumbada encima de David, a quién había besado y bastante la noche anterior,  mi novio estaba intentando hablar conmigo. Genial, el sentimiento de culpabilidad volvió y con más fuerza todavía.

*¡¡Holaa!!

¿Qué os ha parecido el capítulo de hoy? Sé que es un poco corto, pero es que me parecía que era buen momento para cortar la historia ahí.

¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Os están gustando los personajes? 

He intentado ir corrigiendo las cosas que me habéis dicho pero si veis que fallo en algo, por favor no dudéis en ponermelo por aquí y yo intentaré mejorarlo.

¡Gracias por leer la historia!*

Esos besos que me dasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora