Capítulo 1

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En la actualidad

Le estaba dando una paliza contundente al saco de boxeo del gimnasio. Tenía la cabeza aturullada de tanto mal humor. Una vez más había quedado con mis amigos para tomar algo y otra vez Jess se había portado como una zorra conmigo. No me podía creer que nuestra amistad acabara así, pero después de tantos años solo nos hablábamos para echarnos en cara cosas.

— Oye con calma que como le sigas dando así de fuerte se va a romper — la voz de Dani, un chico del gimnasio me distrajo y casi me da es saco en toda la cara por el rebote.

— Un día vas a conseguir que el saco me dé en toda la cara ¡Siempre haces lo mismo!

— Sabes que no permitiría nada pudiera estropear de ninguna manera esa cara tan preciosa que tienes ¿Preparada para esta noche?

— Claro — contesté con una sonrisa tonta.

Conocí a Dani en mi primer día de gimnasio, no sabía ni cómo utilizar las máquinas y él me ayudó. Coqueteó conmigo desde el primer momento llamándome guapa y esas cosas pero nunca me llegué a creer que hablara en serio. A pesar de todo, desde el principio supe que podía confiar en él y que contarle por que había días en los que solo me gustaría patear la cabeza de alguien. Él siempre me ayudaba a desahogarme del todo dándome una caña tremenda en alguna máquina del gimansio.

Después de mucha insistencia y mucho tonteo por parte de Dani, acepté salir una noche con él, para que me dejara en paz ya de una vez. Cada día en cuanto me veía me decía cuanto faltaba para la dichosa cita. La verdad es que me gustaba que insistiera en salir conmigo, desde siempre había llamado mi atención. Era un chico alto, guapo, musculoso y con unos preciosos ojos azules y yo no era de piedra. Que nunca me tomara sus cumplidos en serio no quería decir que no me gustaran.

Estaba preparada para seguir adelante, llevaba mucho tiempo soñando con algo imposible y ya era hora de despertar. Ya casi no tenía relación ninguna con David, era una tontería que siguiera pensando en él y no había nadie mejor que Dani para hacerlo. Por eso en cuanto salí del gimnasio, fui directa a casa para decidir que ponerme y empezar a prepararme.

Después de tantos años por fin estaba a gusto con mi cuerpo, había adelgazado bastante y aunque aún me sobraban unos cuantos quilitos, estaba más que bien con ellos y ya no era algo que me acomplejara. Por eso ya no me daba miedo ponerme camisetas y pantalones ajustados, que era justo lo que había decidido ponerme. Tampoco me daba miedo destacar, así que decidí maquillarme como mejor sabía y destacar mis labios con rojo mate. Me miré al espejo y me gusté mucho.

— ¡Woow, vas increíble! — Sara, mi compañera de piso y mejor amiga estaba en pijama en el sofá acurrucada con su novio, Lucas —. Dani va a flipar.

— Ese es el plan — contesté sonriendo. — Lucas, cuidala bien.

— No te preocupes, yo le doy mimos para que sane rápido.

Estaba un poco preocupada por Sara, llevaba unos días mala del estómago y no tenía ni ganas de salir de casa. Lucas estaba siempre atento a su chica y no la había dejado sola ningún momento. Me encantaba la pareja que hacía.

Les dije adiós con la mano y bajé a la calle cuando llamaron al timbre. Dani me estaba esperando en el portal mucho más guapo de lo que lo había visto nunca. Llevaba una camisa ajustada de cuadros y unos pantalones vaqueros. Era la primera vez que lo veía fuera del gimnasio, así que me impresionó lo guapo que estaba sin chándal.

Pasamos una noche increíble, me llevó a un restaurante donde estuvimos hablando durante toda la cena. Después fuimos a dar un paseo por la zona y acabamos besándonos en un parque. Cuando nuestros labios se rozaron, sentí mariposas en el estómago. Hacía mucho tiempo que no me sentía así y disfruté de cada momento hasta que llegamos de nuevo a mi portal.

— ¿Nos vemos mañana? — me preguntó.

— Claro, iré al gimnasio como todos los días ¿Tú no?

— Sabes que no me refería a eso, payasa — me dijo dándome un golpecito con la cadera.

— Si, nos vemos mañana — contesté con una sonrisa.

Me sonrió, me dio un beso y se marchó. Yo subí las escaleras y entré en casa.

— Sofi, ¿eres tú? — me preguntó Sara en cuanto entré por la puerta.

— Si, ya he llegado ¿Qué haces despierta a estas horas? — ya pasaba de la una de la madrugada y me parecía raro que todavía no se fuera para la cama estando enferma.

— Tengo que hablar contigo... — estaba muy seria y eso me asustó un poco —. Sabes que estos días he estado un poco mala del estómago... ¿verdad?

— Por favor Sara, no te andes con rodeos... Dímelo ya.

— Vale... Estoy embarazada.

— ¿Qué?

— Y... necesito que dejes tu habitación libre... porque Lucas va a venir a vivir aquí... y solo tenemos dos habitaciones y la necesitaremos para el niño... — se la veía muy agobiada mientras me lo contaba, podía ver en su cara que se sentía culpable por decirme que me tenía que ir.

— Tranquila — le dije mientras la abrazaba —. No pasa nada, tengo nueve meses para buscar piso, no te preocupes por mí.

Cuando por fin me estuchó y vio que no me había enfadado por lo que me había dicho, nos fuimos a dormir cada una en su habitación.

No podía enfadarme con Sara, me había dejado vivir en el piso que le habían regalado sus padres solo porque éramos amigas. Sin duda iba a echar de menos vivir aquí, no sólo porque me quedaba prácticamente al lado de dónde trabajaba, en el centro de la ciudad y porque no iba a encontrar ningún piso tan grande y tan bonito a un precio como este. Lo que más iba a echar de menos era vivir con Sara, porque era maravilloso. Desde el primer momento nos organizamos de tal manera que la convivencia era genial, nunca habíamos tenido ningún problema viviendo juntas.

Solo de pensar que ahora iba a tener que mudar a otro piso y que quizás tenía que compartir piso con unos completos desconocidos me daba pánico. Nunca se me había dado bien hacer amigos y tener que vivir con personas que no conocía de nada no era lo ideal para mí.

Después de unos cuantos meses de búsqueda y dos intentos fallidos de vivir en algún que otro piso compartido (donde la convivencia no había sido posible) me fui a unos pisos en las afueras. Podía vivir sola en un pisito pequeño pero acogedor y aunque me quedaba lejos del trabajo, por lo menos estaba a gusto.

La gran mayoría de mis amigos me ayudó sin problemas con la mudanza, menos Jess, que solo ponía escusas tontas. O le dolía la espalda, o estaba enferma o directamente me contestaba toda borde diciéndome que no estaba a gusto en ningún sitio. Sin duda, si ella estaba cerca claro que no estaba a gusto.

Cada día que pasaba, mi relación con Dani iba mejorando. El primer día que nos vimos en el gimnasio después de nuestra cita los dos nos quedamos bastante cortados, a mí me daba una vergüenza terrible acercarme a él, y por lo que me comentó después, a él también. Para romper el hielo Dani hizo una broma y acabamos llamándonos tontos por ser tan parados. Después de eso, quedamos bastantes veces. No tardamos en formalizar lo nuestro y pronto le presenté a mis amigos con los que se llevó bastante bien, excepto con Jess.

— No tengo ni idea de por qué aguantas a esa mujer, me pone de los nervios cada vez que te contesta mal — me dijo un día, después de quedar con Jess y con mis otros amigos.

— No es tan mala... Está pasando una mala época.

— Cariño... llevas diciéndome eso desde el primer día que quedamos con ella y llevamos saliendo juntos cinco meses. Por muy mala época que estés pasando, algún día bueno tendrás y ella parece que está amargada siempre.

— Espera a conocerla... seguro que te caerá mejor — no sabía por qué me empeñaba en defenderla cuando evidentemente no tenía escusa.

  — Bueno, como tú digas... — me dio un beso — Hasta mañana,amor — se despidió de mí             al llegar al portal, normalmente insistía en subir para pasar un rato más juntos, pero ese                 día parecía estar de mal humor. 

Esos besos que me dasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora