Capítulo 25

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— ¿Qué quieres? — pregunté intentando ocultar el miedo que me daba que Dani no me soltara.

— Quiero hablar contigo, por favor, no te vayas cuando te suelte — dijo el con voz tranquilizadora.

Le miré a los ojos y vi algo en ellos que me recordó al Dani que conocí en el gimnasio, aquel Dani que llegó a ser uno de mis mejores amigos y en quien llegué a confiar y me tranquilicé.

— No me iré —contesté ya tranquila.

Se me quedó mirando unos segundos y cuando vio que le decía la verdad me soltó.

— Lo siento de verdad, Sofía. No sé que me pasó ese día, se me cruzaron los cables y reaccioné fatal. No debería haber actuado así y te prometo que no lo volveré a hacer, pero es que en esos momentos me cegaban los celos que sentía por David, también me dolía que me hubieras dejado... No quiero que me tengas miedo.

— Es que parecía que estabas loco ese día, Dani... Nunca te había visto así.

— Lo sé, reaccioné fatal...

— Y cuando me dijiste que me estabas espiando... —lo interrumpí—. No me podía creer que hicieras eso.

— No estaba bien, Sofía. Me dolió en el orgullo que me dejaras y después no te despegabas de David, no contestabas a mis mensajes y empecé a seguirte porque quería encontrar la manera de que me escucharas y me perdonaras. No fue lo más inteligente que hice en la vida, eso está claro, pero lo último que pretendía era asustarte.

— Pues no lo has conseguido...

Estuvimos un rato más hablando y cuanto más tiempo pasamos hablando, más me daba cuenta de que no quedaba nada de ese Dani psicópata que daba miedo. Me empecé a relajar cada vez más, tanto que hasta acepté ir con él a una cafetería de la zona para tomar algo y ponernos al día.

No le hizo mucha gracia que le confirmara lo que había estando sospechando durante un tiempo, que David y yo habíamos empezado a salir y que nos iba genial. Él me comentó que seguía soltero porque no había encontrado a nadie que lo hiciera sentir como lo hacía yo, ese comentario me dejó un poco incomoda y descolocada, pero lo ignoré y seguimos hablando bastante rato.

Llegué a casa poco después de las ocho de la noche, y en cuanto mis pies rozaron el rellano, la puerta de David se abrió y apareció él con una cara de cabreo.

— ¿Dónde cojones estabas? —su tono tampoco era demasiado amigable.

— Eemm... Mejor pasamos adentro y te cuento.

Mejor que estuviera sentado cuando le contara con quién había pasado toda la tarde.

Como era de esperar su reacción fue mala, muy mala. En cuanto el nombre de Dani apareció en la conversación todo ánimo de calmar su mala hostia se vino abajo, no solo estaba preocupado por lo que me podía haber hecho, también notaba que estaba algo celoso. 

— Relájate, ¿vale? — Le dije ya bastante enfadada, cogí su cara entre mis manos y le solté —. He estado con él toda la tarde y no me hizo nada, si estás celoso sabes que no tienes por qué estarlo, te quiero a ti. Siempre te quise a ti y siempre te querré a ti. Para siempre.

Cuando acabé de decirle todo eso, su boca chocó contra la mía interrumpiendo cualquier otra cosa que podría haber dicho después de eso. Yo no me iba a quejar por el pedazo beso que me estaba dando, así que en vez de apartarlo para comprobar si se había acabado la discursión, seguí besándolo y dejando que hiciera conmigo lo que quisiera. 

Como no, acabamos en su cama.

Al acabar, ya ambos relajados y sin ganas de seguir discutiendo me acordé de por qué había salido a dar un paseo.

Esos besos que me dasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora