Despues de ver la cara de su adorable nueva amiga y de haber tomado aquella decisión sin saber muy bien porqué Evan se puso a vagar, ya no quería llegar a su casa, tan solo recordar esos pilares blancos grandes de la entrada le hacían sentir más frío por dentro, casi todos los muros de su casa eran blancos, sin ningún tipo de color, pensaba para sí mismo que era un tanto irónico, el resto de los vampiros adoraban el rojo o el negro, pero él no se daba tiempo siquiera para pensar en esos detalles, al fin y al cabo esa casa no la sentía tan suya.
No tenía muchos muebles, la casa que había decidido “ocupar” como le decía él, tenia 4 habitaciones. La principal que era la de Evan, era la más grade de todas y obviamente con paredes blancas, una cama y un estante para guardar todos los perfumes que él adoraba (si, Evan era un poco pretencioso, no podía salir de casa sin antes perfumarse, estar muerto no era una excusa para no oler bien). Allí tenía unos 30 frascos con cada una de las fragancias que le llamaban la atención además tenía un delicado y fino olfato, así que tan solo tenía lo mejor, y después de todo para un vampiro el dinero no suele ser un problema
Si no tenía dinero se la ingeniaba de una manera u otra para conseguir lo que quería, utilizando sus poderes de persuasión claro está, pero desde eso ya hace mucho tiempo no lo hacía, sino que eran los vampiros más novatos quienes utilizaban mayoritariamente su poder para conseguir cosas si no tenían dinero, después cada cual iba haciendo su fortuna.
Aun recordaba cómo había seducido a una señora de edad haciéndose pasar por su enfermero “particular” para conseguir que le dejara su fortuna, después de todo no tenía hijos o nietos a quienes pudiese heredar, así que vivió con ellas un par de años hasta que finalmente murió, su trabajo como se refería Evan era ser mitad gigoló y mitad nieto de la señora, cosa que le divertía en ciertos momentos porque ella insistía en preparar cosas dulces para él, pero Evan odiaba con todo su ser lo dulce
No era como aquel vampiro vegetariano amigo suyo que adoraba clavarle los colmillos a las manzanas hasta dejarlas secas. Cada vez que recordaba a Cris no podía Evitar reír, aquel idiota parecía disfrutar la cara de asco de Evan cuando le veía hacer eso con las manzanas, o iba a casa de la viejecita justo los días en que preparaba postres tan solo para ver a Evan comer por cortesía/obligación todo y cada uno de los postres, pasteles y cosas por e estilo lo que con tanto cariño preparaba aquella señora.
Se encontraba perdido en los recuerdos cuando se dio cuenta que estaba amaneciendo, los rayos del sol no eran mortíferos pero sí le dañaban un poco la vista y le dejaban expuestos sus ojos que al contacto del sol se volvían rojos.
- Mierda mis lentes- habló en voz alta y buscó en su chaqueta unos Rayban estilo aviador que eran sus favoritos.
Y siguió caminando ahora con un rumbo claro, Evan debía ir a ese lugar que desde hace tiempo no visitaba, pero que era una tradición cuando se le pasaba la mano con los humanos.
Llegó a una calle solitaria con viejos adoquines, estilo clásico, se notaba que nadie había querido hacer muchos cambios en el lugar, más que nada la calle se conservaba, con cada una de las edificaciones que se encontraban a cada costado de la acera.
Entró a uno de los edificios, uno de los más grandes que había allí y se sentó en una cabina.
-Buenos días hijo, a que has venido tan temprano
-Buenos días padre, he venido a confesarme- Dijo Evan tranquilamente
-De que puede querer absolverse un muchacho tan joven como tú.
-De la gula padre…mi pecado es la gula
Su vieja costumbre de humor negro estaba aflorando, todos los vampiros tenían por tradición ir a confesarse cada vez que bebían o mataban mucho más de lo que necesitaban, una tonta tradición que se seguía manteniendo al paso de los años.
Claro que Evan en su tiempo se confesaba casi diariamente, le divertía ver la cara de descolocados que ponían los curas cuando él les decía que pecaba de gula, pero ahora desde ya hacía mucho tiempo que no se confesaba.
También había algunos sacerdotes que eran vampiros así que entendían perfectamente cuando alguien llegaba con ese pecado (si también hay vampiros sacerdotes); Evan consideraba que esto era una broma aún más grande que la de un vampiro yéndose a confesar, pero a algunos les servía y se sentían mejor, después de todo a él no le interesaba mucho.
-Comprendo muchacho, de cuántos te alimentaste
-Mierda… (una de las palabras favoritas de Evan)
De todas las capillas de la ciudad él tenía que llegar a parar en una donde el sacerdote fuese un vampiro
-Unos 5 o 6 en estos dos días padre…
-No es un monto tan alto después de todo hijo mío, pero me agrada que tú lo consideres así
-Ese no es el problema padre, el asunto es que destrocé a la mitad y ni siquiera me bebí la sangre de uno
-Con esta escases de sangre hijo, porque lo hiciste
-Por Violeta – Dijo Evan sin pensarlo.
-Te enamoraste de una humana hijo mío
Sin darse cuenta Evan ya estaba inmerso en la conversación, ahora entendía porque muchos vampiros solían acudir a estos lugares tan a menudo.
-NO!- alzó la voz tajantemente
-Entonces?- lo miro el cura por la rendija con cara de duda
-Violeta tan solo tiene 5 años
-Es tu hija entonces?
-Tampoco, Violeta es solo Violeta
-Es tu protegida entonces
-Eso creo…-Dijo Evan dándose cuenta que el cura tenía la razón
-Después de todo no es tan malo hijo mío
-Si, por lo menos hoy no pasaré ni una pizca de hambre.
Evan sonrió maléficamente después de estas palabras a lo que el cura se molesto un poco.
-Tampoco te acostumbres hijo
-Si lo se- y le brindó una amplia sonrisa
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COMENTEN QUE LES VA PARECIENDO LA HISTORIA, ME GUSTA MUCHO LEER SUS OPINIONES, ADEMÁS COMENTEN ESTE CAPITULO QUE TRATE DE MOSTRAR OTRO LADO DE EVAN Y SUS RECUERDOS
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No hay Tiempo
Teen FictionQue pasaría si una niña de tan solo 5 años lograra ablandar el corazón de un frío vampiro que no ha sonreído en años, podrá cambiar su cruel forma de ser y ver como crece esta niña o simplemente tomará la sangre que los vampiros consideran