Los clubs para caballeros eran muy populares en Londres. Además de lugares de ocio y esparcimiento dedicados únicamente al entretenimiento masculino, también eran lugares donde se celebraban importantes reuniones de negocios en un ambiente más distendido y en donde, algunas veces bajo la persuasión del alcohol, se lograban cerrar alianzas y colaboraciones económicas que en otros ambientes hubiera sido imposible. Uno de los clubes más prestigiosos y exclusivos de la ciudad era el "Club Turf" - al que Terrence Grandchester se refería únicamente como: "el Hípico" –, un lugar de ambiente sobrio y eminentemente varonil, con paredes talladas en aromáticas maderas de cedro, exquisitas salas de juego y elegantes sillones de cuero cuyo olor impregnaba el lugar, combinado con la esencia del tabaco y alcohol que circulaban sin restricciones por el lugar.
En ese lugar, varios pares de ojos curiosos observaban a la distancia la conversación que sostenían un par de elegantes y distinguidos caballeros en una de las mesas más exclusivas. Uno de ellos era un asiduo visitante del lugar, pues se trataba de el criador de caballos pura sangre más importante de Gran Bretaña, y el otro era un exitoso empresario extranjero que desde hacía poco más de cinco meses ocasionalmente se dejaba ver en varios eventos relevantes de Londres que favorecían a sus empresas.
Alrededor de ellos, los clientes más avispados del Turf disimuladamente prestaban una discreta pero muy cuidadosa atención a los gestos y ademanes de ambos hombres, porque no todos los días se veía charlando privadamente en la misma mesa a uno de los nobles más ricos e influyentes del Reino Unido frente a uno de los magnates más poderosos e importantes de Norteamérica. Con toda seguridad, los beneficios del arreglo económico que seguramente estaban cerrando en ese momento debían de ser incuantificables.
Sin embargo, el tema que ambos hombres se traían entre manos era muchísimo más importante que eso. Al menos para ellos.
- No terminamos aquella charla pendiente en Año Nuevo, Albert – decía Terry mientras encendía un cigarrillo. Le ofreció uno a su amigo, pero él declinó – Debo disculparme contigo, porque no te busqué después de eso.
- Supongo que necesitabas tiempo, Terry…
El aludido asintió, no demasiado sorprendido por lo certero de aquella observación. Albert siempre había sido un hombre muy centrado e intuitivo, incluso desde la época en que se hacía pasar por un vagabundo sin agenda. Terry lo apreciaba sinceramente por eso y, en cierta forma, lamentaba que el tiempo y las circunstancias lo hubieran alejado de aquel a quien por mucho tiempo consideró su único amigo.
- Tienes razón – asintió el duque apartando el cigarrillo de sus labios, mientras aspiraba el humo - Pero creo que ya ha pasado el tiempo suficiente. Incluso, Candy y yo nos hemos puesto un poco al corriente con esa historia…
- Creo que Candy y tú han hecho mucho más que eso.
Terry apenas sonrió, con los labios apretados. Levantó las cejas, y dio otra calada.
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Quedate Conmigo
FanfictionEl miraba su espalda " Se fue sin mirar atrás ni una sola vez... Ni una sola vez..." y ella tembló, "¿Para qué vine a Nueva York? ¿Para ésto?... ¿Para qué?" Porque ellos, y nadie más, habían decidido : ella se había ido sin mirar atrás y él no habí...