"No puedo dejar de pensar en ti...".
Ni tan siquiera por un solo instante. Eso era lo que le estaba pasando.
Desde algunos días atrás Terry Grandchester se levantaba por las mañanas con un ánimo inmejorable, agradecido por estar vivo. Hacía casi exactamente las mismas actividades de antes pero ahora sentía como si la vida poco a poco estuviera cobrando colores más vivos y el aire fuera cada vez más respirable, incluso el tibio sol de Londres cada día calentaba más. Veía maravillas donde antes no las había, y encontraba gestos de generosidad donde antes sólo veía un mundo árido… y, sobre todo, ahora pasaba los minutos - uno a uno - pensando en ella. En Candy. En su alegría y en su sonrisa; y en lo impaciente que despertaba por volverla a ver.
Cuando la pensaba a mitad del día, sus labios se curvaban en una sonrisa traicionera e inoportuna que se avergonzaba de tener y entonces bajaba la vista o sacudía la cabeza para que nadie más la viera, mientras la hacía desaparecer.
Efectivamente, se estaba volviendo loco.
Hasta antes de volver a ver a Candy, él siempre había pensado que si se le presentaba la oportunidad, nunca más escogería volver a estar con ella. Que jamás la elegiría nuevamente. Había sentido demasiado dolor durante la primera vez que se dijeron adiós y luego su posterior desprecio lo había devastado tanto que él se dedicó a olvidarla de forma contundente, intentando ahogar su recuerdo enterrándolo como una espina profundamente dolorosa dentro su alma. Se había jurado que jamás volvería a pensarla.
Sin embargo, sólo bastó el simple hecho de volverla a ver para que toda aquella supuesta resolución se fuera al traste. Aquella espina de dolor que se había enterrado dentro del pecho se transformó entonces en una semilla de esperanza y germinó, llenándole el cuerpo y el alma por entero. Entonces él, tal como si fuera una polilla hipnotizada por su luz, se dedicó a revolotear insensatamente alrededor de ella sin darse cuenta de que inevitablemente terminaría por arder y consumirse en el calor de su fulgor deslumbrante.
Al principio, confundió aquella fascinación con puro capricho. Sólo deseo, curiosidad… tal vez un poco de afán de venganza. Era por eso que la había la besado en el auto pensando que con eso aliviaría en algo la tensión que le invadía el cuerpo cada vez que la veía, creyendo que una vez saciado el anhelo de sentirla entre sus brazos por fin podría dejar de obsesionarse con ella. Pero ocurrió todo lo contrario: cuando Candy correspondió a su beso – cuando incluso ella suspiró estremecida entre sus brazos – fue entonces que él se quedó irremediablemente atrapado en ella. El cazador fue cazado, y fue Candy la involuntaria ganadora de aquella partida en la que ella ni se enteró que estuviera jugando.
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Quedate Conmigo
FanfictionEl miraba su espalda " Se fue sin mirar atrás ni una sola vez... Ni una sola vez..." y ella tembló, "¿Para qué vine a Nueva York? ¿Para ésto?... ¿Para qué?" Porque ellos, y nadie más, habían decidido : ella se había ido sin mirar atrás y él no habí...