CAPÍTULO 8: Pecosa.

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Aquella voz apremiante provenía de una enorme sombra amenazadora que se recortaba contra las mismas paredes de piedra en las que había rebotado el sonido. Candy la reconoció de inmediato, y por eso no se sorprendió de ver aparecer la figura del Sr. Crabb por uno de los pórticos que daba al patio interior, sosteniendo en la mano un quinqué de luz cálida y bailarina. De lo que sí se sorprendió fue al ver que en la otra mano blandía un grueso madero que terminaba en una punta rematada con clavos. Era obvio que pensaba que se trataba de alguien peligroso, y que venía armado para defenderse.

- ¡Hola, Sr. Crabb! - lo saludó Candy tratando de desestimar la incómoda y delicada situación, como si encontrarse esa noche y en esas circunstancias fuera lo más normal del mundo – Discúlpenos usted, no quisimos molestarlo...

Aunque su tono de voz pretendía sonar casual, la chica no podía apartar su vista del madero que aquel hombretón aferraba en su mano derecha.

El Sr. Crabb avanzó un par de pasos más hacia ellos, y entornó los ojos tratando de enfocar la vista.

- ¿Quién está hablando? - masculló pesadamente, como si estuviera masticando las palabras.

Candy se acercó aún más a Terry, quien miraba al hombre con cara de pocos amigos. Ella sabía que tenía que actuar rápido si quería evitar una confrontación que parecía inevitable si no eran capaces de explicar su presencia allí dentro.

- Déjamelo a mí, Terry – le susurró ella muy bajo, para que el bedel no los oyera.

- ¿Qué? ¿Que te lo deje a ti? - repitió Terry levantando las cejas e inmediatamente las arqueó, mosqueado.

- ¿Qué? ¿Que te lo deje a ti? - repitió Terry levantando las cejas e inmediatamente las arqueó, mosqueado

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- Por supuesto – Candy hizo un gesto de desestimación con la mano - El Sr. Crabb y yo somos muy buenos amigos. Déjame hablar con él y verás que todo va a salir bien…

Él la miró por unos segundos con desconfianza y luego vio al tipo aquel otra vez, con más desconfianza aún.

- Candy, ¿estás segura de que este hombre es tu amigo?

- Claro que sí… - ella asintió con suficiencia, fingiendo estar tan segura como si le hubieran preguntado sobre su amistad con Anny.

Terry no resultó para nada convencido, ni tan siquiera un poco, pero le concedió el beneficio de la duda.

- Tienes cinco minutos, Pecas...

"Primer triunfo", ya se estaba felicitando ella cuando tuvo que olvidarse de su festejo interior para ocuparse del segundo problema, porque el Sr. Crabb seguía con su perorata sin dejar de caminar hacia ambos.

- ¿Que tanto están farfullando, tortolitos? - el hombre hizo un gesto impaciente con el madero, como si estuviera barriendo hacia los galerones – Déjense de arrumacos y vuelvan a sus camas.

Crabb asumía que eran un par de enamorados internos de la misma Casa de Trabajo, que pretendían burlar a la noche.

Al escucharlo, Candy y Terry se miraron sin pronunciar palabra alguna, poniéndose de acuerdo sólo con la mirada. Podían aprovechar la situación para escabullirse dentro... estuvieron a punto de hacerlo, pero Crabb ya estaba lo suficientemente cerca para que el traicionero claro de luna fuera suficientemente intenso para hacer distinguibles sus rostros. Entonces el bedel recordó dónde había escuchado antes la voz de esa mujer que le hablaba.

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