"- Lamentablemente, Terrence, eres un Grandchester."
Bajo el ala de su sombrero Fedora, la mirada de Terry reflejaba una confusa mezcla de emociones. Creyó que el silencio del cementerio le daría algo de paz a sus caóticos pensamientos, pero no fue así. Parado entre el mar de cruces y lápidas grises entre las que crecía la hiedra, el duque observaba la tumba de su padre cuya suntuosidad no había impedido que ya estuviera invadida por tercas capas de musgo, que a pesar de sus intrincadas figuras habían respetado el nombre familiar: GRANDCHESTER. Un mismo apellido y ducado, indicando que desde siempre había sido ocupado por un miembro de esa familia sin interrupción.
Ese mismo apellido que el mismo Terry algún día quiso rechazar.
Desde luego ahora él no sólo sabía, sino que también sentía que era un Grandchester... a pesar de todos los años que había crecido con el estigma de saberse bastardo, aunque realmente no lo fuera. Su propio padre se lo había ocultado a conveniencia aunque eso significara lastimarlo; porque para Richard Grandchester el prestigio de su apellido estaba por encima de cualquier cosa o persona... incluso de sí mismo. Tan fue así, que el amor que siempre sintió por Eleanor Baker fue al mismo tiempo su cruz y su bendición: lo que lo había hecho más feliz en la vida y, al mismo tiempo, lo que lo había llevado a cometer la mayor de las canalladas al repudiarla y arrebatarle a su hijo, quien era su vivo recordatorio.
Terry suspiró ásperamente. No podía olvidar la primera vez que vio a su padre tras el fin de la guerra, cuando él ya vivía en Stratford-upon-Avon, pensando ingenuamente que cambiando de escenario cambiaría la historia de su vida. Pero hasta allí lo alcanzó su destino cuando Richard fue a buscarlo y, a pesar de que llevaban más de siete años sin verse ni hablarse, las primeras palabras de su padre no habían sido ni de conciliación ni de cariño, sino para preservar el honor del apellido. Su mayor preocupación, siempre.
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Quedate Conmigo
FanfictionEl miraba su espalda " Se fue sin mirar atrás ni una sola vez... Ni una sola vez..." y ella tembló, "¿Para qué vine a Nueva York? ¿Para ésto?... ¿Para qué?" Porque ellos, y nadie más, habían decidido : ella se había ido sin mirar atrás y él no habí...