Capítulo 13 - Rompiendo cadenas

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- ¡Señorita Candy! ¡Buenos días!

- ¡Señorita Candy! ¡Buenos días!

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Candy abrió los ojos en la penumbra de su cálida habitación, todavía adormilada

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Candy abrió los ojos en la penumbra de su cálida habitación, todavía adormilada. Tenía la sensación de que era la tercera o cuarta vez que la llamaban, pero se resistía a abrir los ojos pensando que soñaba. Se desperezó lentamente en la cama, sintiendo la delicada suavidad de las sábanas de seda deslizarse sobre su piel, y también la áspera caricia del abrigo de Terry contra el cual se había dormido. Todavía olía a él.

Sentía que su cuerpo por entero todavía olía a él.

La doncella que llamó a la puerta atravesó el dormitorio para descorrer las cortinas de un tirón, mientras una gris claridad matutina inundaba la habitación. La luz hirió los ojos de la chica todavía somnolienta, que entornó la vista para ver a la muchacha cerrar de un tirón las puertas francesas del balcón.

- Parece que su ventana se quedó un poco abierta anoche, señorita Candy – dijo la mucama mientras corría las aldabas con precisión - ¿No sintió frío?

Al oírla, Candy despertó de golpe y se incorporó como impulsada por un resorte, agradeciendo que la mucama no viera el intenso rubor de sus mejillas.

¿No sintió frío?

Los recuerdos de la noche anterior le inundaron el corazón.

Hacía apenas unas cuantas horas atrás, en medio de las sombras de la noche, Terry había subido por el balcón hasta ella, dócil y rendido, con la mirada indefensa pero resuelto a hablarlo todo. Candy lo había hecho entrar a la habitación y ambos habían encontrado refugio en su abrazo para por fin revelarse sus sentimientos sin máscaras. Presos de emociones indefinidas habían hablado sobre aquella carta que nunca llegó a las manos de Candy, coincidiendo en un profundo resentimiento contra la Sra. Elroy por haberse atrevido a prejuzgarlos robándoles años y decisiones que debían de haber sido sólo suyas. Después, habían desnudado sus almas para confesarse su amor y sus miedos, revivir esperanzas y hacerse promesas con la firme determinación de cumplirlas, imaginando que esta vez sería más fácil porque por fin estarían juntos.

Tras desnudarse el alma, de forma natural llegó el turno de hacerlo con sus cuerpos... y entonces Terry le había hecho el amor. La cubrió de besos y caricias, la llamó "hermosa" y "mi amor". Su cuerpo de niña se volvió mujer entre sus brazos mientras sus almas quedaban anudadas con un lazo indisoluble y eterno, de mutuo amor y devoción. Había sido una noche mágica de besos, descubrimiento y reencuentros.

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