V. Confesiones

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¡Hola! Aquí les traigo un nuevo episodio. ¡Gracias por sus comentarios!

*Mansión San Román*

*Terraza*

Los muchachos estaban platicando con Carmela tranquilamente sobre los últimos acontecimientos.

Es: (suspiró) ay tía, a mí me da miedo lo que vaya a pasar ahora que la hija de María venga a vivir aquí.

C: ¿por qué muñequita?, digo, ahora podrán dejar de molestarse de que la Mary los llame con amor (con clara indirecta).

H: pero es que esa niña se nos hace malcriada y maleducada tía (enojado).

An: a mí se me hace que ustedes dos están celosos (sonriendo).

Es: ¿qué cosa? (Espantada) ¡claro que no Ángel!, no podemos estar celosos de alguien a quien no queremos.

C: (sonriendo) ¡ay mijitos, ustedes solitos se quieren engañar!, ¿por qué no reconocen que le han agarrado aprecio a la Mary?, eso no les quita nada.

H: es que eso sería mentir tía (nervioso).

An: ¿seguros?, yo puedo apostarles que la quieren y les duele pensar que ya no tengan ni su atención ni su cariño (ellos se quedaron callados).

C: ¿por qué se quedan callados muchachitos?, aquí no está Albita, vamos, reconozcan que la Mary se los ha ido ganando lentamente.

Es: (bajó la mirada) pues... pues... sí, es cierto tía, ¿para qué ocultarlo más Héctor?, María nos ha ido ganando pero nos sentimos mal con nuestra madre por querer a nuestra madrastra de la manera en que lo hacemos.

H: y es por eso que nos portamos majaderos, porque de alguna manera queremos evitar que ese sentimiento siga creciendo aunque (suspiró) ha sido inevitable.

Ninguno de ellos se percató de la presencia de María en el umbral de la puerta que los observaba con cuidado y en completo silencio, llena de emoción ante las palabras de sus hijos.

An: ¡yo lo sabía! (Feliz) y ahora deben reconocerlo pero ante mi padre y ante María.

Es: ¡no, eso nunca!, sería como darle autorización a que actúe como nuestra madre y no podemos permitirlo.

C: a ver, díganme una cosa mijitos, el retrato que ustedes tanto veneran, ¿puede quererlos, abrazarlos, defenderlos y apoyarlos? (Ellos negaron) ¿entonces, por qué no le permiten a la Mary quererlos como una madre?

Es: pero tía...

H: entiende que...

C: (interrumpiéndolos) ¡cállense mijitos, déjenme hablar! (Ellos la miraron sorprendidos) María siempre ve por ustedes y los trata como si fueran sus propios hijos, ustedes se han dejado llevar mucho por lo que Albita les dice y no me lo vayan a negar porque seré callada pero no tonta; yo les puedo asegurar que su madre estará muy feliz de que ustedes encuentren amor y apoyo en alguien como la Mary.

Es: (sorprendida) ¿o sea que tú estás sugiriendo que la tratemos como si fuera nuestra madre? (Ella asintió)

H: ¡tía eso es una locura!

C: ¿por qué?

Es: pues porque... porque... es enterrar el recuerdo de nuestra madre y entregarle ese lugar a una desconocida (molesta)

C: díganme algo mijitos, ¿nunca han tenido la sensación o la necesidad de llamar "mamá" a la Mary? (Ellos se miraron) ¿nunca han tenido el deseo de que los quiera como hijos y que sea su madre?

El Último Suspiro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora