XVII. Arrepentido

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Hola. Sé que están sufriendo con la historia un poquito pero pues lo dije desde el principio. La primera parte es muy complicada. Ya vamos en lo último y prometo que la siguiente parte les va a gustar.

DISFRUTEN SU LECTURA...

M: (aún en shock) buenas... buenas noches

E: ¿puedo pasar? (Serio) necesito hablar contigo de algo muy importante

M: (algo tartamuda y nerviosa) eh... sí, claro, pasa

Esteban entró en el departamento conservando su figura imponente y seria, María le dijo que tomara asiento pero como todo un caballero la dejó sentar primero.

M: y... ¿a qué debo tu visita? (Nerviosa)

E: como te dije hace un momento, necesito hablar de algo muy importante contigo

M: ¿de qué se trata? (Desconcertada)

Esteban caminó hacia ella, se agachó hasta quedar a su altura en el sillón y le tomó las manos, cambiando completamente su semblante.

E: de que no puedo vivir sin ti, definitivamente no puedo María... fui un imbécil al marcharme de esa manera y por más que lo intenté simplemente no supe cómo sacarte de mi mente, de mi cuerpo... de mi alma, eres la mujer que nació para mí y aunque quiera engañarme nunca podré dejar de amarte tan profundamente como lo hago (con los ojos cristalizados)

No le dio tiempo de decir absolutamente nada porque la besó, la besó apasionado y deseoso, lleno de nostalgia y amor... ella intentó resistirse pero terminó cediendo, realmente lo extrañaba y lo quería y muchas noches había esperado que esa puerta sonara y fuese él quien entrara a darle un beso y un abrazo de consuelo...

M: (lo separó con cuidado) Esteban por favor...

E: (le puso un dedo en los labios) por favor María, sé muy bien que me equivoqué y que no debí irme así, fui un cobarde tal y como lo dijo mi mamá pero tenía miedo a lastimarte, me sentía con el derecho de recriminarte todo lo que había pasado sin darme cuenta que yo también me equivoqué y yo también te hice daño... jamás debí abandonarte en esa cárcel, yo debí defenderte aunque fueras culpable...

M: (lo calló) Esteban basta (suspiró) ambos nos equivocamos y aunque no puedo negarte que me dolió mucho que te fueras, de cierta forma comprendía tu molestia y tu forma de reaccionar y traté de seguir adelante

E: es que fui un idiota al dejarte sola estando embarazada y en peligro...

M: (entre sorprendida y molesta) ¿lo sabías?, ¿lo sabías y así te fuiste?

E: perdóname (agachando la mirada) sé que fui un imbécil y es de lo que más puedo arrepentirme porque me he perdido dos maravillosos meses a tu lado y al lado de nuestros angelitos (emocionado) porque a pesar de todo, siempre estuve en contacto con Rubén informándome sobre tu estado de salud

M: (se levantó enojada) es increíble que ni por nuestros hijos hicieras tu orgullo a un lado, puedo entender tu molestia conmigo pero...

E: pero ¿qué querías?, ¿que me quedara a reclamarte todo el tiempo?, eso hubiera sido mucho peor para ustedes, necesitaba tranquilizarme primero María pero no te dejé de lado, además, Rubén me advirtió que tú no podías tener ningún disgusto, por eso preferí irme (la abrazó por atrás) por favor, perdóname mi amor, sé que hice muy mal pero no quiero que sigamos separados

M: (suspiró) ¿sabes que te odio? (Él se quedó desconcertado) nunca puedo mantenerme firme contigo, siempre logras que cambie de opinión (volteando hacia él) siempre me terminas convenciendo y no puedo dejar de sentir este amor por ti

El Último Suspiro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora