Cap. 3

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Hoy cuando abrí mi libreta de cálculo encontré aparte de páginas arrugadas por ese amable bañó de Oliver, una de mis pos-tips rosas que uso para recordarme las cosas que al final sé que olvidare. La nota decía:

"Hola abejita, ¿cómo estuvo tu noche? Esperó que muy colorida y que hayas tenido una mañana llena de color." Atte. El hombre más guapo que conoces. ;)

Después de leerla no sabía si partirme de risa o enfurecerme, ese cabeza hueca me pinto la cara de morado, me baño en agua de charco y aparte abrió mi mochila dejando una nota en mi cuaderno para dejar huella de su crimen.

Al final esa nota me hizo sonreír al menos durante lo que quedó del día. Conteste con otra post-tip como si él fuera a leer mi respuesta que decía:

"JA, JA. Gracias por pintarme de morado... muy gracioso Oliver" Atte. La abeja más feroz que conoces.

He llegado a casa y aún estoy completamente seca. Milagrosamente no está aquí Oliver, al menos hoy puedo entrar a mi cuarto sin temor a ser bañada en polvo o algo por el estilo.

Tengo un pequeño pasatiempo un poco fuera de lo común, que es escribir cartas, para gente que nunca se las daré o cosas que no digo, pienso o simplemente cartas sin un destinatario que voy dejando en donde vea a alguien que la necesite o donde piense que alguien puede encontrarla. La regla de mis cartas es que tienes que dejarla en algún otro lugar de forma anónima para que alguien más la encuentre y le ayude como te ayudo a ti.

Justo cuando empezaba a pensar en una carta o en alguien, entró Daniel a mi habitación. Tantos años viviendo con él, creó que ya no me toma por sorpresa. No es como que ande en ropa interior, quizá se burla de mis pijamas de ositos, pero es que realmente son cómodas.

Entró para pedirme muchas cosas, lo único que pude entender fue sacapuntas, me tapo por completo y cuando pude volver a mirar, ya estaba Oliver parado en la puerta con un celular en la mano y mirándome mientras se reía. No me había sentido tan avergonzada desde el día que mi madre le informo a cada una de mis tías que según sus ideas alocadas de mamá y tías, "ya era toda una mujer" a esa edad y aún ahora, cada mes mientras me retuerzo de dolor pienso en esas palabras lamentando tanto el ser ya "toda una mujer".

Realmente no sabía si salir corriendo o no tras Oliver y Daniel, no quería que Oliver también viera mis pantuflas de conejitos con zanahorias, así que no he visto mayor solución que lanzarle mi mochila llena de libros a Oliver y cerrar la puerta. Como lo odio y ahora lo odio más por haber esquivado mi súper lanzamiento de mochila a su cabeza, creó que con suerte le hubiera pegado en la espalda.

Después de esa vergonzosa interrupción se he ido cada gramo de inspiración que tenía, he decidido que es mejor ya irme a dormir. Pero esta vez no sin antes revisar cada centímetro de mi cama. Al menos con las bromas de Oliver, me aseguro que no haya monstruos debajo de la cama antes de dormir. 

Olvidé decirte adiós.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora