Me llamo Joseph

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Me llamo Joseph. Existo en estos renglones y los próximos cientos de párrafos para contarte, narrarte, describirte y más que informarte, inspirarte acerca de esta experiencia en la que has decidido aventurarte.

Empezaré por contarte sobre mí. Tengo 16 años de edad. Vivo con mi familia, que está constituida por mi alcohólico padre, mi hermana que se destaca por ser maravillosa, mi dramática madre, mi drogadicto hermano, y luego estoy yo. Soy el insignificante del grupo, el que no le importa a nadie. Soy ese que puede morir por dentro sin recibir ningún tipo de importancia.

La rutina en casa es muy pesada, la verdad. Comienza el día y es hora de ir a la escuela. Todo muy normal, monótono y aburrido hasta el momento de volver; el asunto es que, es ahí cuando todo se complica. Mamá sufre de problemas de ansiedad, por lo que fuma todo el día. Cigarro tras cigarro. Luego está el dilema con papá, que sin importar la hora, sea por la tarde o noche, vuelve del "trabajo" (lo cierto es que vivimos de la pensión del abuelo, que era piloto) y reanuda su adicción con el alcohol. «El whisky es muy caro, prefiero un buen y traicionero ron», dice él.

Poco después de la cena se hace predecible lo que ya es rutina. Empiezan las discusiones, que son provocadas por mis hermanos. Mientras papá nos maldice, me ocupo del llanto de mamá y sus constantes ataques. De nuevo con el cigarrillo. Y es entonces cuando se da lugar para los golpes, siendo mamá la única maltratada y perdedora. Tras la última bofetada, todos nos sentimos cansados, vacíos. La derrota inunda el cuarto, ahogándonos, recordándonos la impotencia que sentimos y lo susceptible que somos, haciendo que Chris, mi hermano, abandone la escena para dedicarse su vicio.

El revólver, el ron, el cigarrillo, la piedad, la cobardía, el llanto, la noche, la herida. La secuencia diaria.

Sin cambios y sin mejoras. Sin besos ni consuelos. Así son las cosas. Así es el mundo real, o por lo menos mi mundo real.

Lo que desconocen es lo que sucede conmigo. Hay estereotipos, que desgarran, que se apoderan, que consumen. Se supone que los hombres debemos ser competentes en todo, que la adversidad no debería adelantarnos, pero yo, como hombre, sufro. Sufro y lloro mucho. Lloro porque le tengo rencor al mundo y a la vida, a las situaciones, al dolor. Lloro porque aveces me canso de que la vida pase frente a mí y me escupa en la cara, por tener los brazos cruzados.

La oposición es mi esperanza, mi refugio y estrategia.

Acabar con esta batalla es mi objetivo.

Busco soluciones entre ratas y cenizas.

El túnel cada vez está más oscuro, pienso, mientras disfruto de la fría noche. Y luego, tras observar aquella lejana y brillante luna, sonrió, al fin, para renacer y derrotar el monstruo de la sombra.

Solo por probar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora