De vuelta (capítulo final)

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Siempre fuiste tan vulnerable, tan inocente. Yo te observaba; pero nunca logré comprenderte, ¿Cómo iba a hacerlo?, si eres un personaje tan auténtico, tan interesante, tan complejo. Me apegué a ti más que a nadie, porque de alguna manera comprendía tu dolor, el porqué de tus decisiones. Pero, mi querido Joseph, hemos llegado al final de esta aventura...

El papel era áspero, tanto como ella. Leer se hacía doloroso.

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12 horas antes.

La última dosis de LSD que poseía viajaba entre mi sangre, mostrando síntomas, haciendo su épica presentación, para pronto llegar a la gloria.

Lo común sucedía: sudor, pesadez, euforia, energía...

El vino que robé también había hecho su trabajo.

Era una tarde fría, pero no climáticamente, sino debido a la nostalgia, a los recuerdos, a la culpa.

Cada trago había sido honorable.

Uno por Mamá. Dos por el tabaco. Tres por papá. Cuatro por el vino. Cinco por las anfetaminas. Seis por el dolor de Melany. Siete por la merecida muerte de Jonathan. Ocho por el miedo. Nueve por Lily. Diez por la memoria. Once por la traición. Doce por la familia.

Y así, sucesivamente, de manera continua, hasta ver la botella vacía.

Toda una vida, increíblemente desperdiciada. Esa era mi condena. Pude haber escapado de la carcel, de centros psiquiátricos, de la rehabilitación, pero jamás de mí, jamás de Lily, jamás de la conciencia, jamás de la drogadicción.

A pesar de la oscuridad, de la soledad, de la suciedad, todo cobraba color. Las paredes, el suelo, el techo, yo. El lugar estaba repleto de vida, aunque artificial, incluso la mía.

Había una película en mi cabeza. Todo parecía inconcluso. Mis recuerdos estaban desordenados. Y yo, sin respuestas, solo podía dudar y sufrir.

"Pero donde está Lily. Necesito de ella, de su extraña realidad". Me repetía yo.

Mi vida era una burla. Yo lo reconocía. Aceptaba haber olvidado lo bueno, y no comprender lo malo. Era responsable de mi dependencia, de no poder serme autosuficiente. Yo muy bien sabía que tenía hambre, que olía mal, que estaba cansado. Incluso podía recordar con perfección mi aspecto.

Pero, ¿ahora qué podía hacer?. Ahora que comprendía el daño, ahora que no habían soluciones, ¿cómo podría defenderme?

Si yo no tenía una vida, ¿qué significaba el daño en mi cuerpo? ¿Qué posibilidades tenía yo? ¿Sobreviviría?

Claro que no. Yo era tan débil como el silencio.

Solo había una solución, un único descanso.

La mesa, y lo que había sobre ella, se movían con gracia. Yo iba, y venía. Me balanceaba con paciencia.

Tomé entonces el revólver que ocupaba la pequeña y podrida mesa con mis manos sudorosas.

Mi amiga se presentó, para ser testigo del espectáculo.

Puse el arma en mi cien.

—Es hora de volver —dijo ella.

Y todo terminó en un eterno disparo ahogado.

***********

—Por favor, doctora. Lleva 15 años en coma, y no tienen ninguna respuesta.
—Podrá despertar en cualquier momento, o nunca hacerlo. Eso no podemos saberlo. Su hijo es un paciente, peculiar. Un caso jamás visto.
—Solo calló de un edificio. No es para tanto.
—Debemos agradecer que no murió, querida. Las heridas fueron realmente graves. Solo nos resta esperar.
—Su marido tiene razón. Seamos pacientes.
—Por favor, Lily. Llevas todo este tiempo diciéndonos lo mismo. Al menos...
—¡Mamá! ¡Doctora! ¡Está despertando! ¡Se mueve!.
—Por Dios, ¡ha vuelto!.
—Debemos ser cuidadosos.
—¡Joseph!, mi amor. Soy mamá. Está bien. Estamos aquí.
—¿Cómo te sientes?.
—¿Do... Dónde estoy? ¿Qué ocurre?.
—Estás en el hospital, hijo. Has estado en coma, por mucho tiempo.
—Papá ha vuelto.
—Todos estamos aquí. Te amamos, hermanito.

Joseph vio cómo su enfermera, Lily, le guiñó su único ojo, a lo lejos.

***********
El sobre narraba un Joseph en el centro. En un su interior, una hoja blanca, con tinta azul, explicaba lo siguiente:

Querido Joseph

...Me apegué a ti más que a nadie, porque de alguna manera comprendía tu dolor, el porqué de tus decisiones. Pero, mi querido Joseph, hemos llegado al final de esta aventura...

... Sé que siempre tenías preguntas, pero yo no podía responderlas. ¿Cómo podría explicarte que vivías en un mundo irreal?. Mi única misión fue darte una lección, y lo hice con todo el amor. Quizá tú no lo notaste de esa manera. Me veías como un mal, como algo inexplicable. Sé que no podías fiarte de una criatura loca, que solo podía palabrear acertijos. Ahora estos están resueltos.

Quiero que sepas que siempre estuve ahí, cuidando de ti. Incluso tu familia, que entonces era un desastre, logró sanar, y lo han hecho todo por ti.

Que doloroso sería desperdiciar tu vitalidad, depositar tus ideales en el basurero, dejarte caer en un aviso, perder tu razón de ser. Pero aún peor sería que te hicieras consciente de ello. Has pasado por esto. Conoces estos sentimientos.

Lo único que espero de ti es una gran reflexión. Tienes una nueva vida. Puedes volver a empezar. No lo arruines.

Con amor, tu enfermera y amiga, Lily.

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Esto es por ti, querido padre.

Por todos aquellos que fueron esclavos y se tragaron su dolor.

Esto es por ti, abuela, tú mi ángel, tú mi salvación.

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