Desconocido

23 2 0
                                    

Todo es blanco. Mis manos y brazos están atados. Cuando me acostumbro a la luz observo todo con detalle; entonces entiendo que llevo una camisa de fuerza puesta. Tengo muchas preguntas. ¿Por qué debería estar atado? ¿Acaso soy peligroso?. Entonces recuerdo: ese cuello sangrante, esa persona que tiró de mí para luego dejarme inconsciente.

Estoy solo en una habitación.

¿Qué será de mi vida después de esto?. Estoy seguro de que lo que está ocurriendo no puede ser nada bueno.

—No puedo creer que lo hayas hecho.
—¡Lily!. Tu compañía me hace bien. Quédate a charlar, y cuéntame si además de drogadicto soy un criminal.
—Lo eres. Lo eres. Lo eres. Lo eres. Lo eres. Lo eres... Deberías recordarlo todo.
—Hay muchas lagunas.
—Yo no debería ayudarte. Te lo advertí. La presión arterial del paciente es baja. De hecho, cuando seas interrogado, la ignorancia te va a beneficiar, así no vas a tener que fingir ser estable.
—Poseemos problemas, Lily. Yo recuerdo haber matado el esposo de mi hermana.
—Tú eres el poseedor de los problemas —hizo una pausa—. Lo sabías...
—Claro que lo sé. Puedo ser un drogadicto, loco, inestable o asesino, pero no tonto, no del todo. Siempre lo supe, y tú al igual que yo eres consiente; puedo verlo en tu ojo cambiante. Ahora, para de sonreír en mi cara. Tus afilados dientes me asustan.
—Yo estoy loca, pero tú no. Eres un esclavo, mi querido Joseph. Eres un sucio necesitado de droga. Pero ser drogadicto no te hace una mala persona, lo que en realidad te convierte en un desgraciado es haberte rendido y darle la espalda a todo lo bueno que tenías. Ahora sos un infeliz, y lo único que te quedan son tus problemas.
—Yo podría reflexionar, si tan solo pararas de girar a mi alrededor con tal velocidad. Estoy empezando a marearme.
—Te voy a sacar de aquí. Pero no me lo vas a agradecer del todo, porque me voy a encargar de amargarte por completo cuando te haga entender ciertas cosas. Por ahora, solo duerme y reza por misericordia.





Ya me estoy cansando de despertar en lugares remotos y tener que entenderlo todo; pero esta vez, vaya que fue confuso.

Cientos, quizá miles de hombres había a mi alrededor. Todos, idénticos, uno tras otro, me observaban confusos, atónitos. Parecían estar igual de asustados que yo.

La realidad siempre ma ha parecido algo difícil, denso. Es aburrido tener que adaptarte a ella. El simple reto de entenderla ya es una cuestión muy pesada para un ser humano. A veces, pienso que el mundo sería mejor si las personas quisieran estar tan drogadas como yo suelo estarlo. De esta manera los problemas disminuirían notablemente. El simple hecho de pensar en ello ya es satisfactorio.

Pero esta verdad, esta que tenía frente a mí, sí que fue dolorosa.

Quise sentarme, pero de inmediato noté que habían hombres debajo de mi también, y estos a su vez me imitaron. Estaban tan asustados como yo. Si no hubiera sido por el hecho de que estos sujetos seguían mis movimientos, yo jamás hubiera entendido que lo que tenía a mi alrededor eran espejos. Pero eso no era lo preocupante. Lo más bastardo fue ver mi apariencia. Necesité de mucha valentía para entender que se trataba de mí, porque en otras circunstancias jamás me hubiera reconocido.

Los hombres frente a mí tenían aproximadamente 50 años. Sus barbas se confundían entre sus grasosos cabellos, que colgaban hasta la mitad de sus espaldas. Las canas abundaban. El cabello casi rubio de mis 16 ya no existía. Esas cejas, tan pobladas y despeinadas, eran totalmente negras. Las pestañas de estos individuos se perdían entre las lagañas. Había sudor por todos lados. Incluso la piel que antes fue blanca y fresca, era ahora gris y densa. De verdad era un desastre lo que mis ojos veían. Aquellas uñas parecían las de un monstruo. Y ni hablar de mis pies, que habían dejado de serlo para convertirse en un conjunto de callos, hongos y ampollas.

Jamás me había sentido tan decepcionado.

Solo por probar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora