Juana banana

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Hay muchos tipos y cantidades de drogas; algunas son similares y otras diferentes, como también están las naturales, artificiales, y derivadas.

Hay quienes prefieren pagar fortunas por la droga más pura y limpia, como lo es la marihuana antes de ser tratada; pero también hay quienes tienen que recurrir a ciertos recursos para generar algún tipo de reacción en su cuerpo. Están por ejemplo, los y las que huelen o esnifan sustancias fuertes y peligrosas: pude ser un químico, alcohol, removedor de esmaltes, o algo de tal magnitud. También consumen medicamentos fuertes que no necesitan, para experimentar sueño o mareos. Incluso ingieren comida en mal estado para enfermarse y engañar sus cuerpos.

En conclusión, las drogas, vistas desde cierto punto, te hacen sentir como un enfermo, y esto parece satisfactorio, hasta que tu cuerpo dice basta.

De esta manera, hay todo tipo de viajes, y todo tipo de sensaciones.

Yo no clasificaría la marihuana como una de las más letales o peligrosas, sin embargo, mi peor experiencia fue con Juana banana.

Después de enterarme quién era yo, como me veía, y cual era mi estado, Lily apareció.

—Parece que no te gusta lo que ves. Eres, y no eres. Es increíble como afuera hay tantos arco iris, pero tú no puedes verlos, porque solo puedes ver ese demacrado cuerpo por todos lados. ¿Acaso ves los arco irirs? ¿Acaso recuerdas quién eras antes de dejar de ser? ¿Acaso recuerdas lo bella que fue tu vida? ¿Acaso puedes entender algo?
—¿Por qué no te reflejas en él espejo?
—¿Por qué siempre haces preguntas, si en segundos las olvidas?. Oh, cierto, las drogas han acabado contigo, y no puedes recordar ninguna mierda.
—Eres una cabrona. ¿Cuándo dirás algo positivo?
—Va. Aquí viene algo positivo. Los leones me hacen feliz. Pero no sólo se trata de leones, ni de serpientes, ni de comida. Se trata de todas las personas que están mirándonos. Como los arándanos, estos son lindos, igual que los limones, que son agrios. Pero vaya, qué divertido. ¿Qué tal ese tobogán?
—Sácame de aquí, perra, así podré drogarme y decir tantas idioteces como tú.

Mis ojos, de manera involuntaria, se cerraron, dejándome ver por última y única vez mi reflejo, que ahora estaba en mi cabeza, y jamás saldría de allí.

Cuando pude ver de nuevo, reconocí la vieja casa abandonada de la que me había adueñado ilegalmente. Estaba feliz de no haber despertado en un lugar desconocido, y poder disfrutar de algo a lo que yo estaba acostumbrado.

Mientras exploraba la casa, encontré todas las drogas que en algún momento di por extraviadas. Era demasiado. Pero yo no me sentía feliz, estaba turbado, asustado. A pasear de que mi cuerpo me lo pedía, a pesar de que sentía nauseas, de que sudaba, yo no quería hacerlo.

—Es tu decisión, Joseph —se presentó Lily de nuevo. Por primera vez parecía cuerda—. Puedes re hacer tu vida, o puedes seguir destruyendo eso poco que te queda, mientras esperas la muerte.
—¿Por qué me haces esto, Lily?. Sé obvia. Yo no tengo nada que recuperar, porque he acabado con todo. Tampoco tengo motivos o inspiraciones. No hay quien pueda ayudarme, puesto que ahora mi familia y amigos no están. Y mi cuerpo, no para de obligarme, de pedirlo, de torturame. ¿Qué puedo hacer yo? ¿Qué vida reconstruiré?, si ahora no me queda una.
—Es tarde, entonces. Al menos entiendes lo que significan las consecuencias.

Entonces se esfumó.

Yo quería, pero no podía negarme. Ya estaba mareándome. Procedí a poner fuego en la pipa con marihuana.

Fumar de nuevo fue muy satisfactorio. No podía creer lo pleno que me sentía. Estaba en un estado de tranquilidad y placer. Entonces fumé, y fumé y fumé, hasta que mis pulmones no soportaron más.

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