Humo

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Las apariciones de Lily se hicieron constantes. Le divertía asustarme. Gritaba cerca de mi oreja: «¡Bu! ¡Soy yo de nuevo!» y se reía como una loca para luego esfumarse. Nunca vi la parte trasera de su enorme cabeza; parecía que intentaba ocultarlo. Había ocasiones en que intentaba verla. Me ponía detrás de ella, pero apenas terminaba de dar la vuelta, ella estaba frente a mí enseñando sus espantosos dientes; y me preguntaba si algo se me había perdido.

Hubo un día, por ejemplo, que intenté golpearla. Estaba fumando. Tenía la costumbre de observar el humo y perderme en él mientras disfruto de lo atontado que estoy. En esas estaba, cuando empecé a ver cosas en el humo, hasta que pude distinguir a Lily entre tantas confusas formas abstractas. Justo cuando la reconocí, saltó a mi cara, tomando su forma real.

—Parece que te he pegado un buen susto —dijo ella entre risas—. Creo que esperas una disculpa, adjunta con la excusa de que no fue mi intención, pero eso sería mucho más ridículo que la cara que tienes en este momento, porque es evidente que tenía todas las ganas de arruinarte el momento. Una camilla, por favor.
—Siempre lo haces, ¡Siempre! —dije, subiendo la voz en el segundo "siempre"—. Apareces como un efecto de la droga, pero estoy seguro que ni la mejor hierba del mundo tendría la potencia para permitirme verte.
—Bla, bla, bla —repetía entre largas pausas, con la voz más débil que he percibido— Estás taaan... ¡Drogado! —subió el tono de la voz exageradamente para gritar "drogado"—. Tan drogado. Tan drogado, mi querido Joseph. Tan drogado, que quisieras reírte tanto como yo lo hago —empezó a reír como un demente, abriendo su único ojo como si quisiera sacárselo—
—Hoy por alguna razón tu ojo parece no ser de ningún color...
—He dicho que rías —me interrumpió— ¿por qué no te ríes, Joseph?, ¿por qué no?

Y entonces se me ocurrió que debería hacerlo y me entraron unas ganas tremendas de reírme aún más fuerte que ella. Y solté carcajadas interminables, tan fuertes como no sabía que mi voz me lo permitía.

—Pero, Joseph! Que es esa manera tan vulgar de reírse. Deberías avergonzarte de lo mal que estás. ¿Te das cuenta de cómo has acabado con tus neuronas?
—Pero me has pedido que me ría.
—Y ahora te pido que te calles y observes.

De alguna manera, la habitación se había llenado del áspero y cálido humo. No podía ver nada diferente a este. Entonces volví a ver figuras en él, pero ahora podía entender, interpretar. Vi a mi madre, acabada, entre cigarrillos apagados y cenizas. También estaba Chris, mucho más vivo que yo, pero también drogado. Se inyectaba, y tenía el brazo vuelto una mierda. Por otro lado, estaba mi hermanita, y entendí que no era tan perfecta. Tenía los senos deformes, debido a un ácido que alguien le había salpicado después de violarla. Un hombre, alguien conocido, estaba penetrándola. Luego se dio la vuelta y pude ver su rostro: mi padre. Él abusó de ella, día tras día.

—Nunca lo supiste, mi querido Joseph —susurraba Lily en un tono dulce y comprensivo— Pensaste que todo estaba mal, pero no sabías nada. Solo eras un niño inocente.
—¿Por qué me muestras eso? Sabes que no es cierto.
—¿Estás seguro de que no lo es? Estás tan jodido, que ni siquiera te diste cuenta de la vida que llevabas. Te molestan los argumentos porque careces de ellos —refutó Lily con un aire de soberbia—. Quizá por eso te irrita tanto mi presencia, porque soy la única que se atreve a hablarte de tu condición , no sólo de drogadicto, sino también de lo inutil en que este estado te convierte... Soy además la única que conversa contigo.
—volteé para camuflar mi ira—
—Lamento que creas ser tan astuta; pero te corrijo. Eres producto de mi imaginación...
—¿Estás seguro de eso? —interrumpió mi discurso, haciendo que me cuestionara aún más.
—Sí... —dije rápidamente para no perder el hilo—. Lo anterior significa que sí, soy consiente de mi situación. Por otro lado, eres inexistente, y en realidad con quién platicó es mi subconsciente. En conclusión, ni tú, ni nadie... Se atreven a hablar conmigo.

Di la vuelta para escuchar su respuesta, pero ya había desaparecido. Me sentí triste de que no hubiera escuchado el único apunte lógico que había hecho en mucho tiempo.

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