Capítulo 18

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No lo podía negar. Anna tenía razón. Esa vez no quedó lugar a la más mínima duda.

La fuerte contracción en mi torso fue lo que me devolvió a la realidad, al menos por unos segundos. El ácido subía por mi garganta y mi cuerpo, demasiado atontado para hacer absolutamente nada, se convulsionó para expulsar el contenido de mi estomago a centímetros de mi posición. Después, la oscuridad volvió a cernirse sobre mí.

El aire me abandonó de golpe, la sensación de ahogo me obligó a abrir los ojos súbitamente. El frío caló mis huesos, cosa rara ya que aun no era invierno. Confundido, desorientado, no alcanzarían los adjetivos existentes para describir mi estado de estupefacción en ese momento, en el que fui arrancado de los dulces brazos de la inconciencia.

Una sola cosa era clara, sólo una. Anna tenía razón. Frente a mí se encontraban padre e hijo. El primero mirándome con el ceño levemente fruncido, como quién mira a una rata que le ha traído demasiados inconvenientes pero exterminará a la brevedad. Detrás, el segundo, con una sonrisa de superioridad, como un gato que por fin logra arrinconar a su presa.

-¡Por fin despierta la bella durmiente!- Teatralizó la montaña de esteroides –Aunque el agua ayudó un poco- Miró el balde vacío que yacía a sus pies con diversión. Eso lo explica todo.

Sacudiendo la cabeza, me deshice de las gotas que escurrían de mi pelo, nublando mi visión. Me encontraba de rodillas colgando de una cadena que pendía del techo de lo que parecía una fábrica abandonada. Mi ropa se pegaba a mi cuerpo transparentándose gracias al exceso de agua. Intenté levantarme, si moría lo haría de pie, pero mis piernas no respondían.

-Ni lo intentes, te dimos, entre otras cosas, un paralizante, tu cuerpo aún no recupera la movilidad- Espetó seriamente Gregorio –De todas formas no afectará tu capacidad sensorial- El dorso de su mano golpeó rápidamente mi mejilla, cortando mi piel donde impactó su anillo -¿Ves?

-Te lo advertí- Agregó su hijo. Maronni padre lo miró con confusión.

-Rompiste la tregua que teníamos con Las Serpientes, Viper no estará muy contento, te estoy haciendo un favor niño- Agregó impactando su puño en la boca de mi estomago –Nadie golpea a mi hijo, humilla a mi familia y vive para contarlo, prometo que no seré muy rápido- Pasó tiernamente sus dedos por mis cabellos para luego asirlos fuertemente y darme otro fuerte golpe, esta vez en la cara -¡Levántenlo!- Rugió.

La cadena que sostenía mis brazos por encima de mi cuerpo comenzó a tensarse, arrancando un gruñido de dolor de mi garganta, mi cuerpo aún no respondía, pero era completamente conciente de todo, incluyendo el dolor. Sobre todo del dolor.

Una vez incorporado, Jason se acerco lentamente, sus ojos destellaban una furia asesina. Mis omoplatos ardían bajo mi propio peso, sentía como si en cualquier momento los brazos se fueran a desprender de mi cuerpo.

-Te dije que te alejaras de ella, ella no es buena para ti, y nunca será buena para nadie- Susurró en mi oído, lo suficientemente alto para que solamente yo pueda escucharlo.

Atónito, lo seguí con la mirada, fulminándolo. Pude entender de donde había salido esa estúpida frase. Si mi cuerpo no estuviera paralizado mi mandíbula y mis puños se hubieran tensado. De haber sabido que él era el responsable de la mirada de tristeza de mi ratoncita cada vez que pronunciaba ese maldito mantra, definitivamente, lo hubiera golpeado más fuerte.

Elevé los ojos al cielo en una silenciosa plegaría. Si ese era el día en el que me condenarían al infierno mi último deseo era poder golpear a este imbécil una vez más, sólo una. Con eso ya podría morir tranquilo.

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