Capítulo uno - El comienzo de algo, o más...

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Negación recibían siempre por su parte. Aparecerse por aquellos parajes la aborrecía más que a nada, pero tanto su hermana como consejeros reales insistieron hasta verla parada en medio de aquel lujoso lugar.

Todavía ningún estudiante había llegado, apenas ella, quien había madrugado antes para visitar el lugar, el cual también se había negado y el que ahora desconocía totalmente.
"Madre mía" Se levantó mientras se dejaba arrastrar por el patio, hasta la entrada. Arrastró la yema de sus dedos por las viejas paredes de piedra, restauradas hasta hace nada. La altura del techo, era sin exagerar sumamente impresionante. El lugar parecía una especie de Catedral antigua. No era por nada que aquel Instituto, era de tan alto prestigio. No cualquiera tenía el "privilegio" de poder estar allí. Y no solo era por las dimensiones del lugar, sino también por los profesores diplomados con la máxima nota. El pago para ingresar, era sumamente alto, pero claro, para una princesa como ella, no suponía ningún tipo de problema.
Llamó su atención, un frío hostil que le rozo en la espalda y se dio la vuelta, viendo hasta lo más lejos del largo pasillo, que parecía no tener fin. Una puerta, al lado izquierdo estaba abierta y Elsa se acercó y asomó por la ranura, visualizando la sombra de dos sujetos.
-Supone un problema el hecho de su asistencia aquí. Nunca le hemos negado nada, señor William, pero existen imposibles incluso para nosotros...
-No aceptó un no, por respuesta - impuso una gruesa voz.
-P-Pero...
Por aquel tono de voz, repleto de misterio y peligro, era cierto para cualquiera que aquella era una conversación privada que le podría suponer incluso a ella, un problema, por lo decidió que lo mejor era no saber de ello y así sigilosamente, se alejó del lugar.
Finalmente recorrió toda la institución. Piscina, gimnasio, sala de Ciencias, cafetería, biblioteca, etc. No había nada que aquel lugar no tuviera. Inclusive sus dormitorios estaban, a un lado del infinito patio, en un edifico aparte. Separado en dormitorios masculinos y femeninos.
Bajo su mirada azul y la concentro en el agua cristalina que caía de la fuente en forma de bebé Cupido y se sentó en el borde.
-Menuda tortura... - murmuró con pesadez, apartando los cabellos rubios que se habían escapado de su trenza y le incomodaban la visión.
Una vez más, dio una ojeada a su uniforme, el que le habían dado y que usarían todos los estudiantes.
"Yo no debería estar aquí".
Monarquía. Comprender al ciudadano. La falta de comunicación por su parte, con la gente de su pueblo y también familia, la habían llevado a tener que estudiar, sin ganas. Una razón absurda para ella. ¿Qué ganaría ella de todo aquello? No era por falta de sociabilidad que ella iría comprender mejor al pueblo. Según ella, nunca podría comprenderles pues estaban en posiciones tanto económicas como sociables, completamente diferentes.
Cinco minutos después, comenzaron a escucharse voces y ruidos de vehículos acercándose y deteniéndose en la entrada. Los estudiantes, algunos junto a guardaespaldas entraban en la institución. Claro pues que los guardaespaldas, se marchaban cuando estos entraban. La seguridad era estricta, por lo que no sería necesario más.
Elsa se levantó de la fuente y se unió a los estudiantes que entraban, sólo para no llamar mucho la atención y se dirigió al teatro, donde sería dada la bienvenida del director y anunciadas las normas y demás temas que abarcaban.
Elsa se sentó en uno de los asientos centrales del enorme lugar y mantuvo la mirada en frente, no fijándose en nadie en concreto. No deseaba contacto ni malos entendidos con nadie, por lo que se mantendría lo más alejada, física y socialmente de todos. Claro que no se ocultaría pues eso sería una mayor llamada de atención.
"La biblioteca me parece que será mi lugar de preferencia". Allí podría agarrarse a un libro como harían seguro muchos y así nadie la apuntaría de insociable o rara, dado a que no sería la única.
-Hermana.
Escucho un susurro, a la vez que sintió un tirón en la manga de su camisa negra y visualizo la fugaz sonrisa de su hermana, Ana, quien parecía un tanto emocionada con el ajetreo o quizás con su encuentro.
-Hola - susurró apenas Elsa, mostrándose inerte de expresiones.
-¡Estoy tan emocionada! - exclamó Ana mordiéndose la uñas - Aún no puedo creer que estés aquí.
" Ni yo" Suspiro para sus adentros, manteniendo más su atención en la aparición del redondo director, que se ponía en medio del palco y se disponía a comenzar con su presentación.
Palabras pesadas, las comunes en presentaciones del género. Elsa, a quien le dolía el talón se le hacía un sufrimiento permanecer con aquellas bailarinas que le apretaban. En el momento, no se había quejado de que tenían una talla menos y ahora estaba pagando por ello.
"Rayos..." Movía sus pies en busca de mayor comodidad y pasó el dedo por el talón. Después levantó la mirada y dio por las miradas de todos, expuestos sobre ella.
-Princesa Elsa, ¿Daría la bienvenida a los estudiantes? - le habló el director.
Aparentemente... No era la primera vez que llamaba por ella, pues Ana bajaba la cabeza un tanto apenada.
-Si - Se levantó de inmediato - Con gusto, lo haré.
Bajo las escaleras haciendo relucir su linaje y subió después al palco. Sólo después de pararse en medio, alzó la mirada e hizo cuestión de dictar tales palabras.
-Buenos días, queridos compañeros. Quería darles, al igual que el director y demás profesores, la bienvenida a esta institución. Suerte y un buen año legislativo a todos. Como mi primer año aquí, espero poder ser bien recibida por todos ustedes. Muchas gracias a todos.
Como se esperaba, todos aplaudieron. Como también era supuesto, permanecer en soledad, para Elsa era un imposible dentro los imposibles.
Nada más salir del teatro, Elsa fue recibida por una grande cantidad de estudiantes, en especial de jóvenes que al parecer la admiraban. Elsa, sólo sonreía forzadamente y en cuanto hallo la oportunidad de huir, así lo hizo.
En el primer día, la mayoría del tiempo era libre y los estudiantes buscaban socializar con los demás de sus respectivas clases. A Elsa, sólo le preocupaba evitar a todos y esos todos incluían también a su hermana, con la que mantenía distancia por cierto motivo.
Como primer día, Elsa busco las traseras más solitarias del inmenso lugar y se dejó caer sobre el césped, sentándose en este.
-Finalmente paz...
Saco un pequeño libro de su pequeño bolso de piel de serpiente y se dispuso a hojearlo, mientras disgustaba el aroma de la hierba que la rodeaba, como también del viento fresco que le rozaba la piel, regalándole caricias.
Allí estaba su oasis de paz. La soledad que la calmaba, con la que mejor se sentía. Ella había nacido, para estar de aquella manera. No era como Ana, quien era sociable y atraía a las personas a su alrededor, con una facilidad...
Dejo el libro en su regazo y observó sus manos, cubiertas por guantes de fina seda de un brillante azul y suspiro con pesadez. Se quitó un guante, y se quedó  viendo pequeños copitos de nieve, salidos de sus manos, que fueron arrastrados por el viento. Fue en ese entonces, que su lado rebelde salió al descubierto y Elsa alzó sus manos,esbozando una fina sonrisa. Sólo que antes que nada, comprobó que de verdad estaba sola y sólo entonces, movió sus manos con libertad por el aire y comenzó a nevar de sus manos. Pequeñas risas escaparon de la fina ranura de sus labios, mientras que de ojos cerrados, creaba con su imaginación pequeños cristales que caían sobre su regazo y a su alrededor, siendo cubierta por estos.
Los aprecio después, tomándolos entre sus manos. Gozaban de belleza. Belleza que era sólo conocida por ella misma y no podía ser revelada a nadie, siquiera a su hermana. Nadie debía tener conocimiento de este.
Alzó las manos, dispuesta a lanzar al aire todos aquellos pequeños cristales.
Pero algo la retuvo a hacerlo.
-Son bellísimos.
Una voz desconocida, hizo que Elsa levantará la mirada. Dicha mirada se clavó con la de un joven barón, de orbe azul que sonreía con dentadura nieve, allí agachado al lado de la princesa, que inevitablemente abrió la boca, mostrando palidez y pupilas contraídas. No podía ser que...
-Ese poder, es increíble. Bello e increíble - le halagó.
Sólo entonces, Elsa se percató de que tanto blancos eran sus dientes como su cabellera que se mecía lentamente con el viento. Inclusive su piel, era exageradamente pálida. ¡Un albino en persona! Los había dado por una leyenda urbana.
-¿Eh?... ¿Poder? - quiso hacerse la desentendida - No comprendo a que se refiere...
Se levantó rápidamente, dejando caer su libro sin darse cuenta y sacudió su falda, dispuesta a huir.
-Lo dejaremos en que sufro de alucinaciones. ¿Te parece? - le guiñó el ojo.
Elsa fruncio el ceño y alzó su barbilla, no mostrando interés alguno en el muchacho y dispuso a marcharse, a la vez que se volvía a poner el guante.
-¿No te preocupa?
-¿El que? - se detuvo al instante. Su voz permanecía serena, más la verdad poseía algo de miedo al pensar que todos pudieran saber de aquello.
-Sabes bien de lo que hablo - Se detuvo frente a ella, sonriendo con gracia a la vez que apoyaba su cabeza en un bastón curvado en la punta, propio de un mago.
Elsa le clavó una mirada hostil e encogió de hombros después.
-Me parece que alguien no se tomó hoy, su respectiva medicación - murmuró soltando un largo suspiro a la vez que sacudía la cabeza.
-Hago cuestión de olvidarme a propósito - Se rió el muchacho inclinándose sobre la muchacha, quien retrocedió absteniéndose de cercanía. - Me gusta andar descontrolado. Pérdidas mentales son lo mio.
Era más que obvio que se estaba cachondeándo de ella, pero no lograría su cometido de hacerla enojar ni mucho menos.
-Eso hace parte de culpa de su "psiquiatra". ¿Dónde se halla?
-Probablemente todavía preso donde lo deje - Se rió una vez más y Elsa arqueo la ceja confusa.
Bajo la cabeza, la cual movió.
-Si me disculpa, tengo una apretada agenda y tiempo que obviamente no perderé con usted - camino una vez más.
Entonces el albino, le quitó uno de sus guantes.
-¡¿Qué hace?! - perdió la razón entonces a la vez que levantó la voz - ¡Devuelvamelo!
Su corazón se había tornado una explosión y la inseguridad y pavor se apoderaran al instante de ella. Aquellos guantes eran, seguridad para ella. Calma y paz, si se desprendía de uno de ellos, perdería toda dicha seguridad.
-Calma... - el albino se lo devolvió viendo su pavor y Elsa se lo puso enseguida.
-¡No vuelvas a acercarte a mi! - le advirtió fieramente, huyendo de caminar inseguro.
Aún, después de tener su seguro, aún sus piernas seguían presas de aquel pavor. Por un momento temió hacer algo terrible que pudiera terminar en tragedia. A veces... Como hacía un instante, se libraba de aquella seguridad, pero no con la compañía de nadie.
El lapso del tiempo, transcurrió después sin incoherencias, eso si, con la presión de varias personas encima de ella, quienes querían socializar con ella, pero su disculpa era, la larga lista de ocupaciones. Tarde o temprano se cansarían de reclamar su compañía y finalmente la bendita soledad y paz vendrían.
A las cinco de la tarde, Elsa se quedó sola en el salón, viendo por la ventana, como todo el mundo se iba y sólo se marchó, cuando todo el mundo se había ido.
-Ha sido un riesgo el hecho de aceptar esto...
Elsa se detuvo en medio del pasillo y nuevamente se fijó en aquella puerta. Otra vez, aquella voz presa del miedo y otra hostil, entablaban una conversación que olía a peligro. Ella, pensó en irse otra vez y dejarse de posibles peligros, pero esta vez se dejó llevar más por su curiosidad y lentamente se acercó a la puerta y posó su cara sobre esta.

Para los amantes de esta pareja, de distintas películas, he comenzado a escribir una novela protagonizada por estos. Espero que les guste. Su voto o/y comentario, sería un grande agradecimiento por mi parte.

Elsa & Jack Frost - Apiádate de mí [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora