Capítulo diez - Una vida buena que perdió

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Cuando la cabeza duele de buena mañana, le daba a entender a cierta personita que no le esperaba por delante, un brillante día. Tampoco es que, hiciera esfuerzo para acreditar en ello, pues desde que sus días como estudiantes en grupo habían comenzado, a Elsa le habían sobrado dolores de cabeza, que cada vez eran más seguidos y sumamente pesados. El peor de todos sus problemas, era el dichoso padre de Jack y su tonto hermano, que se habían metido en la cabeza que ella se enlazaría con él. Como si ella pensara en semejante despropósito. Una vida, soportando aquel cabeza hueca... Era sólo lo que le faltaba para rematar su oasis de paz, que estaba muy lejos del alcance de su mano. Lo extrañaba... Aunque... Por veces no tanto. Se preguntarán, que pasó por su cabeza para llegar a esa conclusión y en efecto... Una sonrisa blanca le sonsacó el rubor que en aquel instante le incómodo y pico las mejilla, como agujas.
Levantó la mirada, con vagues y deparo con el delgado profesor, luciendo su esqueleto sólo cubierto de piel, dado la materia frente a la pizarra, batiendo la tiza como tenía costumbre por hacer para llamar la atención de todos, aunque siempre había esa oveja descarriada que se pasaba por el forro lo que el decía o no. Elsa se fijó en Edgardo, un compañero de al lado, de pecas por donde quiera en su cara y cabellos oscuros que lanzaba un papel a su amigo en el otro lado de la clase y apretaba su risa contra la palma de su mano, evitando así ser escuchado. Por como actuaban ambos, como compinches daba a entender que no era precisamente un juego con buen desenlace.
Elsa debatió en morder la punta de su bolígrafo, moviendo la punta de los dedos sumida en el aburrimiento y se fijó después en la mirada hostil del profesor, que se clavaba en sus alumnos y Edgardo bajó la mirada, pillado infraganti con otro papel en bola en la mano, el cual escondió en su regazo.
Iba a regañarlo, eso parecía, más un toque en la puerta de la sala, giro toda su atención y subiendo sus lentes, el profesor dio permiso para pasar.
Hubo una especie de reunión entre el profesor y el gordo director, que duró alrededor de unos pocos minutos. Después, el susodicho, abandonó la habitación, claro, no sin antes lanzar cierta mirada con mala maña sobre la princesa, la cual apenas sonrió complacida. Nadie iba a torcer sus derechos y nadie la obligaría a enlazarse con aquel príncipe insípido y grosero.
La hora de descanso arribo y Elsa abandonó también, junto a los demás la sala, en el pasillo se encontró por el camino a su hermana, quien rodeada de compañeros reía resplandeciendo como sólo ella misma sabía hacer. Era normal que llamara toda la multitud sobre ella. Más, cuando sus apasionantes ojos se fijaron en la princesa, no tardó nada en librarse de todo aquel follón y pararse al lado de Elsa, quien apenas delineó una fina sonrisa. Movió la mano y a continuación prosiguió, teniendo la esperanza de no tenerla así agarrada a ella, pero bien que se agarró, casi como queriéndole arrancar el brazo.
-Buenos días, Elsa...
Primero la ilusión, luego la decepción que decayó por su rostro, enfocando a la intrusa que una vez más se había inmiscuido en su territorio, con esa sonrisa tan grande como irritatiba. En un principio, creyó que se llevaría bien con la susodicha, pero ahora veía todo al revés. Ella era una tremenda pesada. ¿Dónde quedaba su oasis de paz con Elsa entonces?
-¿Ana, no tienes amigos? - interrogó Jack de ceño fruncido mientras miraba de lado, a su encantadora acompañante sentándose a su lado.
-Si, tengo muchos - Se hizo al lado de su hermana, a la cual se arrimó como garrapata - ¿Por?
-Pues.. - dirigió cierta mirada asesina hacia aquel incordio que le había robado toda la gracia a aquella relación - Porque no solías ir detrás de tu hermana, así que me pareció extraño...
-Ah... - la pelirroja se entristeció - Es que... Elsa no estudiaba aquí.. - excusó a sabiendas que eso estaba lejos de la realidad.
Elsa levantó su mirada del libro y observó al albino que obviamente estaba molesto con la presencia de su hermana, luego la miró a ella y... Decidió a quien iba a apoyar en aquella absurda pelea.
-¿Te incómoda mi hermana? - interrogó con firmeza.
Jack trago saliva. Supo enseguida que podía haber pisado cierto botón rojo, que desencadenaba peligro. Posible pérdida.
-No... - Acabo por suspirar resignado - Sólo curiosidad...
Transcurrieron los segundos, después los minutos, hasta llegar a una media hora de silencio radical. Elsa, sólo se levantó cuando el timbre sonó y esbozo una sonrisa. Había sido un tiempo de descanso más tranquilo de lo habitual, había comido su merienda en cuanto leía, Jack y Ana habían permanecido quietos como dos niños y había podido terminar otros dos capítulos de su novela. ¿Qué más de bueno podía pedir? Quizás la suerte si pudiera estar de su lado en ocasiones y tal vez si había sido una tonta al creer que ya no tendría benditos oasis de paz.
-Bueno, nos...
-¡Ah! - salto Jack en un grito, mostrándose bastante molesto e irritado - ¡Por qué! - exclamó fulminando a la pelirroja que le miraba sorprendido - ¿Por qué tuvo que venir Ana?
Ana quedó inerte ante aquella interrogación ilógica y ladeó su cabeza en busca de alguna respuesta lógica que silenciara a su compañero.
-Pues... Porque quería estar con mi hermana - Quiso zanjar el asunto, adjuntando una perfecta sonrisa, que sonsacó más frustración.
-¡Tienes tiempo en casa! - le apuntó con la punta de su bastón, casi encima de los ojos - ¡Yo tengo los minutos contados! ¿Sabes cuanto estrujó mi cerebro todas las noches pensando en que le diré al día siguiente? ¡Así todos los días!
Elsa se sintió privilegiada por ocupar parte de los pensamientos de Jack y eso la llevó a ruborizarse ligeramente y acariciar su mejilla, más... Rápidamente movió la cabeza, volviendo a su posición impenetrable y se giró, enfrentando al albino de ceño fruncido. Jack tenía las mejillas hinchadas como pez globo y varias venas habían aparecido en su frente. Como un auténtico niño.
-¿Cuál es tu problema en que Ana nos acompañe?
Jack soltó un resoplido y se cruzó firmemente de brazos. Sus labios se entre abrieron, parecía que iba a decir algo, más sólo una bocanada de aire escapó de sus labios y soltó un sonido claro de molestia y sin más que objetar, se marchó dando vueltas con su bastón.
-Elsa... - Se acercó a su hermana Ana, apoyando su hombro en el de ella y susurró - Me parece que hay algo de extraño en él...
-¿Ah si? - interrogó sarcásticamente.
Si no había nada raro en él, que viniera alguien y se lo dijera, pues de un momento a otro, pasaba de un simplón sonriente a un niño enojado. Era alguien irracional y que le daba dolores de cabeza y otros... Le hacía hacer ridículo como tonta colegiala. Seguro... Que se había llegado a reír muchas veces a costa de su desgracia...
-Me refiero a que... Parece estar más fijado en ti de lo que él quizás diga - Acentúo Ana levantando una ceja con sumo interés.
Elsa torció la nariz confusa ante las palabras incomprensibles de su hermana. Era sólo un tipo raro, ¿No? Aunque... Era innegable que no podía olvidar aquellas lágrimas que afloraron de repente ni aquellos ojos tan fríos y distantes en respecto a su padre. Había algo grande en aquel corazón y la verdad le picaba la curiosidad. Era una inquietud que le dejaba por veces nerviosa y retorcía su pecho. Era un sentimiento cargado de incapacidad... Elsa, se sentía inútil por no comprender que cargaba Jack en su corazón.
Dejo sus pensamientos flotando en el aire y volviendo a su respectivo pupitre donde su hundió. Quizás, tuviera que acercarse más a Jack para llegar a entenderle.
"En fin..."
Otro día había terminado en aquellas Academia y Elsa caminaba en "S" por el pasillo, divagando en sus pensamientos cuando halló extrañamente a su consejero real allí, al parecer esperando por ella. Nada más verla, se acercó, mostrándose más serio de lo que solía mostrarse.
Elsa pestañeo curiosa y espero que él mismo dijera la razón de su venida.
-Princesa Elsa, tuve que venir pues este asunto es de máxima urgencia y debo informar enseguida - Elsa asintió mostrándose sería - Nos han informado los espías, de que el reino del sur, ha levantado la bandera roja contra nosotros, no sabemos las razones, el caso es que han entrado en conflicto contra nosotros.
A Elsa se le congeló la sangre al escuchar aquella noticia y dejó caer su maletín al suelo, derramándose todo su material. Sus pupilas se dilataron y aún en medio del espanto y sus labios helados y temblorosos, forzó su razón para poder escuchar el final del informe. Al parecer... La desgracia todavía no había terminado.
-Han unido fuerzas con el reino del este, superándonos así en número. El reino del norte, ha indicado que tendrán nuestra ayuda, pero ha cambio de su mano, requieren algo de usted, princesa Elsa.
Elsa levantó la mirada, temiendo y reprimiendo sus lágrimas a sabiendas de las palabras pesadas que vendrían a continuación y en medio de la neblina que ya había desembocado en gruesas lágrimas, el consejero dicto las últimas palabras de su informe con cierta pesadez.
-El rey Hector, desea el enlace de su hijo Esteban con la princesa Elsa.
Si la vida le había parecido un infierno en el pasado, ahora comprendía que aquello había sido un sueño, que se había escapado entre sus dedos. Ahora, el arrepentimiento le vino de golpe y sin importar que la viera, Elsa se derrumbó en el frío suelo de mármol y desato oculta entre sus brazos, es un fuerte llanto.

Elsa & Jack Frost - Apiádate de mí [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora