Capítulo Trece - Esa noche indeseable

404 30 4
                                    

Es innecesario decir, que la felicidad no abarcaba en el corazón de la susodicha. Tampoco cabe decir, que sus sonrisas eran escasas y las veces que esbozaba una, era sólo pura fachada. En su corazón solo había espacio para la decadencia y la tristeza. También la falta de aquel cariño, al que se había negado y ahora se arrepentía con tremenda amargura.
La princesa; un día reina, se hallaba tirada sobre el escritorio, viendo sus manos cubiertas de aquellos guantes azules de seda. Movía sus dedos. Por primera vez ansiaba usar su poder. Ojalá pudiera terminar con todos los que habían osado hacerle daño. No herirlos, más si dejarles sin vida. No había herida, que apagará su sufrimiento.
Aún no había llegado lo peor, pero el mal sabor de boca que la molestaba, indicaba, que dicho mal estaba próximo y que pronto pasaría incluso a odiarse a si misma, aunque de hecho... Ya lo hacía. Si antes, por su poder, ya se odiaba, ese odio... Era ahora mayor e iría creciendo conforme el paso del tiempo, presa entre aquellas paredes. Si antes, se había llegado a sentir presa, ahora se sentía como una ave enjaulada, que aunque le abrieran la puerta no podría volar, pues le habían cortado las puntas de las alas, por precaución a una posible escapada.
"Elsa, ahora más que nunca, debes ser dura y darte a entender que no te van a doblegar, pese a la situación" Eso se dictaba, pero a la hora de la práctica era bien diferente. Es más fácil pensar que hacerlo. Uno cree que se arma de valor y en el momento dado, se encierra y baja la cabeza, como una sabandija cobarde. Elsa no era ese tipo de persona... Mentira, de hecho así había sido su vida entera. Había huido de todos y de todo, incluso de ella misma, quizás ahora pagaba por su cobardía.
Abandonó sus aposentos y divagó por el castillo desconocido. En las paredes habían expuestas obras de arte, más sin embargo ella no le hecho el ojo a ninguna, sólo deslizo sus manos por la fría pared de mármol e hundió su cabeza en los pensamientos. Pese a seguir caminando y la saludarán varias sirvientas, Elsa no visualizo nada. Como una muñeca inanimada, que se movía sólo por hilos invisibles. Ni ella misma sabía a dónde se dirigía, total... No había ningún lugar para ella en aquel lugar.
"Deseo verte, Ana..." extrañaba a su hermana más que nunca. Había perdido todo lo que había podido tener con ella, la había tratado fríamente y ahora sufría por ello.
-Ah... - repentinamente se vio de palmas en el suelo, había perdido el equilibrio de las piernas y sus ojos veían la alfombra roja que seguía por todos los pasillos del lugar, acabando en la entrada de cada habitación.
¿Qué estoy haciendo? No se reconocía. Podía ser una dura situación, pero ella no se dejaba vencer nunca de aquella manera. ¡Debía levantarse e erguirse frente a cualquier patán!
Hizo ese esfuerzo para emprender la batalla, pero sus rodillas temblorosas impidieron ese acto de valentía y la derrumbaron otra vez...
Las lágrimas habían cubierto sus ojos y se perdían en la pelusa de la alfombra.
Alguien se acercó, pero ella no se percató de cualquier existencia ni del entorno en sí. Sólo se lamentaba sin fin de la vida miserable que vivía en aquel instante.
Pronto, la acompañaron hasta de vuelta a su recamara y la dejaron sentada en el borde de la cama. No había comido nada en toda la mañana y la hora de almuerzo había llegado. Pudo sentir la tenue fragancia del estofado que le dejaron los sirvientes frente a sus narices, pero ella apenas se manifestó y eso que su estómago andaba a las vueltas.
Si Aleixandre estuviera allí, seguramente la obligará a comer, pero este había salido junto a su padre por asuntos derivados a la guerra y ella se había quedado allí, como buena esposa que era. Si él estuviera, seguramente ya le habría metido la comida por la garganta adentro. La quería viva y sana, eso era lo único que le importaba. Si estaba deprimida, estresada o cualquier otro estado de humor, le era bien indiferente.
Afuera soplaba el viento.
Afuera, Ana hizo varias intentos de ver a su hermana, pero se le había negado la entrada por alguna razón. Era más que claro, que él deseo del príncipe o el rey, era el mantener a Elsa en la soledad y con la compañía de sólo su nueva familia. Que no eran familia ni nada...
-Elsa... - La pelirroja permaneció afuera, con la mirada levantada a las ventanas de palacio. Deseo ver a su hermana aunque fuera a lo lejos, pero no apareció en ningún momento. ¡Estaba muy enfadada! Era injusto que no le dejaran ni verla. ¿Qué se creían que eran? Mismamente sabía... Que su hermana no era bien tratada allá.

Elsa & Jack Frost - Apiádate de mí [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora