Capítulo once - Cubierta de un blanco repulsivo

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"Está no soy yo... Está es la imagen de una mera visión, sólo puede ser eso..."
Una princesa. Una que antiguamente fuera hostil y fría, se hallaba frente al espejo, visualizando una imagen que nada tenía que ver con ella. Una distante... Una que sólo ser producto de una realidad ficticia.
Las flores se esparcían sobre la tela que cubría su rostro.
Se le retorcían las entrañas. Las lágrimas, ya habían cesado hace horas y las lamentaciones ya ni rondaban por su cabeza. ¿Para qué?
Allí, sólo permanecía su cuerpo. Su alma parecía haber sido arrancada y como un títere permanecía inerte, sentada en un banco, en cuanto las sirvientas se movían ajetreadas detrás de ella y halagaban cuán bella se veía ella. No le importaba mínimamente si se veía bonita o la más horrible del mundo, el caso es que no había ninguna pizca de emoción ni alegría en su mustia mirada, que sin vida apenas pestañeaba cada cierto lapso de tiempo, sólo porque tenía que hacerlo, sólo para que no le picaran los ojos, que ya ardían de la noche anterior bañada en tormentosas lágrimas.
-Listo - terminó la sirvienta y posó las manos sobre los hombros de la princesa esbozando una tierna sonrisa - Esta bellísima, princesa Elsa.
Elsa movió apenas su mano, la cual acarició el dorso de la otra, en cuanto observaba su aspecto cubierto de blanco y flores sobre el largo manto que bajaba de su cabeza.
De pronto, unas sonoras y distantes campanadas anunciaron algo. Elsa no supo el que, estaba fuera de sus pensamientos, de los acontecimientos que la rodeaban. Su mente estaba parada en el pasado y no lograba actuar con normalidad. No podía...
Sintió una mano, que la obligó a levantarse y la arrastro después por los amplios pasillos del castillo. No tenía ni idea de a dónde la llevaban, tampoco le importaba ya lo que aconteciera a su alrededor, simplemente se dejaba llevar, mientras en su cabeza, la conversación de ayer pasaba continuamente, como una cinta que volvía a reiniciar.

-Vine a hablar con usted, señor Hector - Elsa estaba entre el desespero y la ansiedad y aquella vez no hizo ni mero esfuerzo en ocultarlo.
Hector, en la puerta de su casa la miraba aparentemente tranquilo, en su albornoz de algodón blanco. Sus dientes, hicieron cuestión de aparecerse y Elsa sintió que pese a las suplicas que fuera a hacerle, no haría que cambiará de opinión, después de todo era aquel el deseo que él tenía.
-Es una sorpresa verla aquí, princesa Elsa - sonrió él haciéndose a un lado ofreciéndole entrar, pero Elsa negó con la cabeza.
-Ya sabe de la guerra y también se de su acuerdo para brindarme su ayuda, más...
-No hay ninguna otra propuesta que me interese, princesa Elsa - terminó él sin ninguna pizca de compasión - Deseo la unificación de nuestras familias y esa es la única opción, si desea mi ayuda claro.
A Elsa se le contrajeron las pupilas y su rostro decayó en picado. No había más opción... ¿Negarse y sumir al reino en la desgracia? Era obvia cual era su opción...

De pronto, se escucharon exclamós de varios sujetos que supuestamente daban el enhorabuena a aquel enlace.
Elsa, quien se hallaba sentada en un salón, a espera de su entrada, vio por la rendija de la puerta a Hector, quien conversaba con varios  individuos. Podía ver de perfil, su sonrisa triunfadora y como se regocijaba de las felicitaciones que le daban varias personas. "Te odio" pensó Elsa aferrando sus manos al regazo de su vestido, apretando los labios en impotencia. Luego solamente... Se dejó vencer y dejo que su cabeza cayera, viendo el suelo con enorme decadencia. Daba igual enojarse o no, aquel era su destino, en el que estaba a punto de ser prisionera y no había nada ni nadie que pudiera evitarlo. Todo porque el reino enemigo había decidido atacar, si había alguien a quien culpar era a ellos...
"Si tan solo..." Su mente abatida, buscabas en escombros esa opción alternativa que no había aún hecho cuestión de aparecerse en su cabeza. Tenía que haberla... No podía ser que de tantas opciones que pudieran haber, sólo una fuera la solución posible para salvar al reino de caer en guerra y que miles de personas perdieran la vida, pero no... Nada venía.

-¡Elsa!
La princesa levantó la mirada perdida, y hallo a su albino amigo en medio de la oscuridad, asomado en la ventana, suspendido en el aire.
Un resplandor iluminó su corazón por unos instantes y se levantó esbozando una pequeña sonrisa. "¿Qué haces Elsa?" le preguntó su subconsciente. Tenía razón... ¿Para que emocionarse? Ya se habían ido sus días de estudiante, sus días en su castillo, el tiempo que pudo aprovechar junto a su hermana, los días... Junto a Jack. Ese sentimiento, hizo que su corazón se encogiera e hizo todo su esfuerzo y más para contener las lágrimas que amenazaban con salir.
-Elsa, ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Abre la ventana!
-¿Para que?... - se le escapó de sus labios en un eje cargado de tristeza - Vete...
¡Vete por favor! Su corazón se retorció de dolor, ensangrentado por lágrimas del dolor más grande que había sentido en su vida. Le dolía... ¡Le mataba ver a Jack en aquellos instantes! ¿Por qué?...
-¡¿Qué dices, Elsa?! - golpeó Jack la ventana de un puñetazo, indignado y a la vez furioso - ¡Dejate de estupideces y abre ya la maldita ventana!
-Señorita Elsa - tocó la sirvienta a la puerta sin abrir - Ha llegado su hora.
-Si...- murmuró Elsa.
Volvió la mirada hacia el albino, que lucía verdaderamente desesperado. Nunca le había visto así..  Pensó Elsa esbozando una pequeña sonrisa en medio de aquel remolino denominado tormento y acercó en pasos cortos hasta la ventana, en la cual posó la palma de su mano y vio por primera vez a Jack con su corazón abierto.
-Jack... - murmuró sintiendo como se le escapaba la vida en cada palabra - Gracias por todo... Ha sido divertido tenerte detrás de mí, conocerte y saber que alguien más poseía este particular poder... - dejo caer su cabeza, posando su frente sobre el cristal, lo que Jack hizo también rogando que abriera la ventana - Adiós, Jack...
Apretó los párpados y forzó una última sonrisa, antes de marcharse y dejar al albino allí, inerte ante el comportamiento de Elsa y con el corazón tambaleando al borde de sumirse en un agujero llamado "perdición".
Quizás alguien más... Se había dado cuenta que allí había más que una sencilla amistad o complicidad.
La princesa fue repleta de flores que niñas lanzaron al cielo. Había una enorme multitud presenciando el enlace, más Elsa no vio a nadie, sólo camino por la alfombra roja, de mirada posada en el suelo. Era como el camino que la llevaba a la mismísima muerte. A cada paso que daba, a Elsa se le perdía una parte más de ella. Pero la mayor se había perdido en aquella habitación, en aquel cristal, en la mirada triste de Jack.
-Estas hermosa - le susurró una voz de serpiente.
Sólo entonces Elsa se fijó en alguien y fue en la alimaña con la que sería convertida en esposa. Podía tener enorme parecido físico con Jack, pero era todo lo opuesto a él y Elsa bien sabía que no le esperaba una vida de rosas a su lado.
-Acepto.
Nuevamente Elsa despertó de aquella pesadez, en la que se había visto envuelto otra vez sin darse cuenta y se fijó en que ahora llevaba un anillo en el dedo, de oro y con un diamante azul redondo. Uno que podía lucir hermoso a ojos de otros, pero a ella le pareció sumamente feo y lo odio al momento.
-¿Princesa Elsa? - Elsa se fijó en el hombre gordo que formaría aquel enlace y pestañeo lentamente, sintiendo que perdía cualquier contacto consigo misma.
No había escuchado la pregunta, pero como se la imaginaba, apenas dejo escapar ya de una vez por todas, aquel "si" que la sumiría en un infierno que sólo escaparía una vez pérdida su vida.
Breves instantes después, sintió algo reseco y frío cubriendo sus labios, algo sin vida que le robaba el primer sabor de sus labios. Ella, apenas movió los suyos, sólo porque sintió que tenía que hacerlo. Después de aquello, sólo se hundió en aplausos y apenas noto a la multitud de pie, que gritaba "viva a los novios".
" ¿Qué está sucediendo?..." era tanta la presión ejercida sobre su corazón, que aún no había logrado asimilar la situación. Le pesaban las piernas y apenas podía permanecer de pie, si no fuera por el brazo que le rodeaba por la cintura, seguramente ya habría colapsado.
-Vamos, cariño - Susurró la cobra agitando su cascabel, apretándola y tirando de ella.
Fue arrastrada hasta fuera, donde el frío roso su rostro y la despertó de aquel insomnio que el mecanismo de su propio cuerpo había creado sólo para hacer de aquel dolor algo menos doloroso y pasajero, pero cuando Elsa abrió finalmente los ojos y se vio de vestido de novia, con Aleixandre como su esposo, fue inevitable que se le abrieran los ojos de par en par y la rabia se delineará en sus labios.
Posó su mano cubierta de un guante blanco, sobre el pecho del desagradable sujeto e hizo fuerza para que se separará de ella, pero el sujeto rió entre dientes y la subió con él a la carroza que ya les esperaba y que comenzó a moverse en cuanto se sentaron.
-¿A que viene ese comportamiento cariño? - acarició él la barbilla de la rubia, la cual de un golpe apartó sus inmundas manos.
-¡No me toques! - me prohibió ella frunciendo el ceño.
-Será difícil... - se peino el cabello con la mano, mostrándose tranquilo y seguro - Después de todo, somos ahora marido y mujer y debes de hacerme padre. ¿No sabes cuanto deseo tener a un bebé entre mis brazos?
De repente la princesa sintió cierta repulsión y presiono su mano contra sus labios, sintiendo que iba a vomitar y desvío la mirada de aquella bestia inmunda, apartándose tanto como pudo de él, hasta el otro extremo del asiento. ¿Iba a tener relaciones sexuales con él? ¡No podía ser!
Vio al individuo por el rabillo de sus ojos y como si él supiera que pasaba por su mente, mostró toda su dentadura en una sonrisa pícara y descarada.

Elsa & Jack Frost - Apiádate de mí [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora